Además de los documentos pontificios que señalé la semana pasada, la Democracia Cristiana recibió una gran influencia de varios pensadores católicos que reflexionaron sobre la relación entre la fe cristiana y la política. Estos intelectuales proporcionaron una base teórica que contribuyó a moldear las ideas y los programas de los partidos demócratas cristianos. Fue determinante en este sentido Jacques Maritain, este filósofo francés y último cardenal laico de la Iglesia, quien fue una figura central en el pensamiento político cristiano del siglo XX.
En su obra Humanismo Integral (1936), propuso un sistema político basado en la dignidad humana, los derechos humanos y el bien común. Defendió una concepción de la democracia que reconciliara la libertad individual con el sentido de responsabilidad social y la ley moral. Su influencia fue decisiva en los movimientos de Democracia Cristiana, especialmente en Europa, donde sus ideas ayudaron a consolidar una alternativa democrática al comunismo, al fascismo y también a la concepción liberal.
Dos obras de Jacques Maritain son fundamentales en el pensamiento político y filosófico del siglo XX, especialmente por su influencia en la concepción del Estado democrático y la relación entre la moral y la política en la sociedad moderna, así como en la configuración doctrinal de la Democracia Cristiana. Estas obras son Humanismo Integral y El Hombre y el Estado.
Humanismo Integral (1936)
Fue escrita en una época marcada por la tensión entre ideologías como el comunismo, el fascismo y el liberalismo. Maritain plantea una alternativa cristiana para superar estas ideologías sin renunciar a los valores humanos. Para ello, propone un humanismo que respete la dignidad humana y los valores espirituales, pero sin dejar de lado el mundo material y los problemas sociales. Este «humanismo integral» se realiza plenamente cuando integra la vida espiritual y terrenal. Se caracteriza por tres ejes:
- Personalismo Comunitario: Maritain defiende un enfoque personalista, donde la persona no es un mero individuo aislado ni un engranaje del Estado, sino un ser en comunidad. La sociedad debe servir al desarrollo integral de la persona y, al mismo tiempo, la persona debe estar comprometida con el bien común.
- Nueva Cristiandad: Plantea la construcción de una sociedad basada en los valores cristianos, pero no una teocracia. Esta «Nueva Cristiandad» sería una comunidad de ciudadanos donde la moral cristiana guía la acción política y social sin necesidad de una imposición dogmática.
- Autonomía de la esfera política y religiosa: El Estado debe ser secular, es decir, permitir la libertad religiosa y no estar sujeto a la Iglesia. Sin embargo, la política debería estar inspirada por valores éticos y morales que beneficien a todos los ciudadanos, donde la propuesta cristiana prospere por su bondad intrínseca.
El Hombre y el Estado (1951)
Es un texto posterior, escrito tras la Segunda Guerra Mundial. En él, Maritain analiza la relación entre el hombre, la política y el poder, abordando cómo el Estado debe respetar la dignidad humana y los derechos de las personas. Ante una situación como la actual, con Estados cada vez más poderosos e intrusivos en la vida de las personas y empresas enormemente grandes que manejan no solo recursos sino también información personal, su vigencia es notable.
Un concepto clave para resolver muchos conflictos es la distinción entre sociedad y Estado. Maritain argumenta que la sociedad y el Estado son entidades distintas. La sociedad tiene una estructura orgánica y natural, mientras que el Estado es una institución artificial creada para administrar y regular la vida pública. Por lo tanto, el Estado debe estar al servicio de la sociedad y no al revés. Esto, a su vez, señala la importancia de la sociedad civil y su organización, articuladas desde el principio de subsidiariedad.
La primacía de la persona
La persona es anterior al Estado y tiene derechos naturales que no deben ser vulnerados. Maritain defiende una democracia basada en el respeto a la persona humana y los derechos humanos, donde la libertad y la dignidad individual son elementos centrales. Propone una democracia fundada en principios de derecho natural que reconozca valores universales y morales.
Sostiene que el Estado debe ser neutral y permitir la convivencia de diversas creencias y sistemas de valores, proponiendo un pluralismo político basado en el respeto y el diálogo. Este pluralismo no debe degenerar en relativismo moral, sino estar enmarcado por principios éticos innegociables que rigen la sociedad y se expresan en sus leyes.
Para evitar la tiranía y el autoritarismo, Maritain considera necesario limitar el poder del Estado y someterlo al control crítico y vigilante de la sociedad civil. El poder político debe estar al servicio del bien común, siempre bajo esta supervisión social.
La conjunción de ambos libros
La conjunción de Humanismo Integral y El Hombre y el Estado proporciona un marco de referencia que promueve una sociedad basada en los valores cristianos de dignidad y justicia, en un Estado donde se garanticen la libertad y los derechos individuales. Sin embargo, esto no debe lograrse únicamente a través del propio Estado, como en una concepción liberal, sino también mediante el control crítico de la sociedad civil.
El Estado debe asumir el pluralismo y ser neutral en una sociedad diversa. Esto no debe confundirse con el laicismo excluyente o el ateísmo práctico, como ocurre hoy en España y en otros lugares de Europa, donde se excluyen el cristianismo y la referencia a Dios del espacio público.
El proyecto es la construcción de una comunidad moral orientada por valores cristianos y derechos humanos en una democracia.
Maritain y la tradición de MacIntyre
La visión de Maritain conecta con la tradición de Alasdair MacIntyre. Esto refuerza la viabilidad de las ideas de Maritain dentro de la tradición occidental, como ocurre en Europa.
Para MacIntyre, las tradiciones son comunidades de discurso, práctica y pensamiento desarrolladas a lo largo del tiempo. Estas proporcionan un marco moral compartido que guía las acciones y fomenta la reflexión sobre los valores humanos. MacIntyre critica la modernidad por fragmentar estas tradiciones y reemplazarlas con un individualismo moral carente de raíces históricas.
Desde esta perspectiva, recuperar el papel de las tradiciones implica un compromiso reflexivo con las narrativas y prácticas heredadas, evaluándolas a la luz de nuevos desafíos. Para MacIntyre, una tradición es un marco dinámico que guía la vida moral y proporciona un sentido de identidad y propósito.
Conclusión
La Democracia Cristiana, además de Maritain, recibió influencias diversas que se explorarán en próximos análisis. Su legado continúa ofreciendo un conjunto articulado de ideas útiles para enfrentar los retos de nuestro tiempo.
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