- Visión cristiana del hombre en la época posthumanista
- Esperanza que la Iglesia tanto necesita
- Evangelio versus pensamiento dominante
- La persona humana desde la perspectiva del amor de Cristo
- La verdad del amor
- El corazón de Jesús y la relevancia del cuerpo
- Reparación: donde se encuentran la misericordia y la justicia
- Evangelizar desde el Corazón de Jesús
- La dimensión social del amor de Cristo
El teólogo José Granados, Superior General de los Discípulos de los Corazones de Jesús y María, y quien fuera vicepresidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II de Roma, ofrece en este artículo, algunos puntos clave de la importancia de la encíclica del Papa Francisco Dilexit nos sobre el Sagrado Corazón de Jesús que publicó después del Sínodo sobre la Sinodalidad.
Visión cristiana del hombre en la época posthumanista
Granados, que fue nombrado por el Papa Francisco Consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe (2013-2020), consultor de la Secretaría del Sínodo de los Obispos (desde mayo de 2015) y consultor del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida (octubre de 2018), afirma que la contemplación del Sagrado Corazón establece un principio fundamental de la visión cristiana del hombre en estos tiempos posthumanistas:
“El amor de Cristo revela plenamente el hombre a sí mismo (cf. Gaudium et spes n. 22). En una época en la que muchos piensan que la Iglesia tiene una visión anticuada del hombre, Dilexit nos debe leerse como una invitación a comprender, a través de Cristo, no solo quiénes somos, sino también quiénes estamos llamados a ser.
Esperanza que la Iglesia tanto necesita
Veamos a continuación algunos puntos clave que mostrarán la importancia del Dilexit nos para la vida de la Iglesia hoy. Vista a través de este prisma, la contemplación del Sagrado Corazón puede infundir la esperanza que la Iglesia tanto necesita hoy.
Evangelio versus pensamiento dominante
Por su interés, reproducimos en artículo completo publicado en Veritas Amoris Project, del que es cofundador.
Al final del Sínodo sobre la Sinodalidad, el papa Francisco no solo firmó el documento final del sínodo, sino que también publicó una encíclica sobre el Sagrado Corazón de Jesús titulada Dilexit nos.
¿Cuál es el significado de este documento? Podríamos mirarlo con escepticismo, dados los muchos problemas a los que se enfrenta la Iglesia, pero eso sería perderse un mensaje que necesitamos escuchar hoy.
Vivimos una crisis de fe que amenaza con hacer que el Evangelio se diluya en el pensamiento dominante del mundo. Se debate, por ejemplo, si la visión cristiana del hombre está desfasada frente a las nuevas formas de vivir nuestra condición humana; si la enseñanza moral cristiana es demasiado difícil de aceptar para la gente común; si, en una sociedad pluralista, la fe en Cristo debe seguir proponiéndose como el único camino para alcanzar la plena comunión con Dios.
En este contexto, ¿no puede servir la insistencia en la centralidad del amor de Jesús para justificar ideas teológicas y prácticas pastorales que, de hecho, traicionan aspectos cruciales de la predicación y la misión de Jesús? Posiblemente.
La respuesta depende de cómo se lea la encíclica y de las preguntas que se le hagan. Porque las cuestiones cruciales son: ¿Qué Cristo predica la Iglesia y qué salvación Cristo ofrece a la persona humana?
Repasemos algunas ideas clave presentes en Dilexit nos relevantes para la crisis que atraviesa la Iglesia.
1. La persona humana desde la perspectiva del amor de Cristo
La contemplación del Sagrado Corazón establece un principio fundamental de la visión cristiana del hombre en estos tiempos posthumanistas: El amor de Cristo revela plenamente el hombre a sí mismo (cf. Gaudium et spes n. 22). En una época en la que muchos piensan que la Iglesia tiene una visión anticuada del hombre, Dilexit nos debe leerse como una invitación a comprender, a través de Cristo, no solo quiénes somos, sino también quiénes estamos llamados a ser.
Según Dilexit nos, el hombre se define por su corazón. ¿Qué significa hacer del corazón el centro de nuestra identidad? La encíclica responde (cf. n. 12) haciendo referencia a Romano Guardini: el corazón es el lugar donde la persona humana se define por el amor original que recibe del Creador y al que responde. Recordemos lo que decía san Juan Pablo II en Redemptor hominis: Solo el amor revela quién es el hombre (n. 10). A lo que Benedicto XVI añadió en Deus caritas est: nuestra definición del amor debe comenzar mirando al Crucificado (cf. RH n. 12). Entonces, ¿qué visión del amor nos ofrece esto?
2. La verdad del amor
El filósofo italiano Gianni Vattimo, que propuso una filosofía postmoderna de «pensamiento débil», volvió a ser cristiano al final de su vida. Según él, el Evangelio debe entenderse como puro amor, sin referencia a ningún contenido dogmático o verdad. El dogma sería un obstáculo para nuestra vida de fe, que estaría llamada a convertirse en una «fe débil». Muchos cristianos de hoy parecen estar de acuerdo con él.
Sin embargo, esta separación entre verdad y amor se rechaza mirando al Corazón de Jesús. Pues es allí donde se nos revela el verdadero amor, que coincide con la estructura trinitaria de la fe, que es el núcleo del dogma. Dilexit nos recuerda que el Padre y el Espíritu actúan en el Corazón de Jesús, y así se abre al creyente el misterio de la Trinidad (cf. DN nn. 70 y ss.). El amor, por tanto, tiene una verdad, una arquitectura y un orden que permiten que el amor florezca y se expanda. El eje central de este orden está en el Padre, fuente del amor, a quien Cristo siempre mira, y cuyo amor Cristo recibe para dárnoslo (cf. DN nn. 70-74).
Es en la afirmación de este primado del amor de Dios donde se comprende el amor al prójimo. Cuando se niega esta primacía del amor de Dios, ya no se sabe cómo amar al prójimo. El corazón de Jesús nos revela que el verdadero amor no se reduce a atender las necesidades materiales del prójimo, respetar sus ideas o tolerar sus faltas. El amor de Cristo por la humanidad va más allá de todo esto: «Él nos quiere llevar al Padre» (DN n. 70).
Por tanto, amar a los hermanos en la verdad es amarlos desde la fuente del amor de Dios y amarlos para que amen a Dios, Creador del mundo, que nos ha dado los mandamientos del amor y de la vida. Desde este punto de vista, se entiende también el amor a los enemigos: amarlos de tal modo que se conviertan en amigos de Dios. Pero este amor a nuestros hermanos no solo es espiritual, sino que también toca nuestra carne.
3. El corazón de Jesús y la relevancia del cuerpo
Contemplar el corazón de Cristo no solo es comprender la verdad del amor, sino también encontrarse con un amor que ha tomado carne y, por tanto, nuestros afectos carnales: tristeza, alegría, esperanza, miedo, coraje, ira… Dilexit nos recuerda el triple amor del Corazón de Cristo al que el papa Pío XII se refería en Haurietis aquas. Primero, el amor divino del Hijo de Dios; segundo, su amor humano espiritual; tercero, su amor afectivo y, por tanto, corporal (cf. DN nn. 64-69).
Es bien sabido que la devoción al Corazón de Cristo, aunque presente desde los comienzos del cristianismo, cobró un nuevo impulso frente al jansenismo, que había olvidado la importancia de los afectos corporales. En nuestro tiempo, el problema ya no es el olvido de los afectos corporales, sino su absolutización. Ya no encontramos en nuestro cuerpo y en su modo de reaccionar frente al mundo un lenguaje que recibimos del Creador, sino que vemos nuestro cuerpo como una materia prima que puede ser modelada según nuestras emociones subjetivas.
Ahora bien, cuando Cristo nos ama desde su corazón, adopta nuestro lenguaje del cuerpo para expresar la plenitud de su amor. Como escribió Joseph Ratzinger en su libro Miremos al Traspasado, el centro de la devoción al Corazón de Jesús está en la Encarnación. Contemplar el Corazón de Jesús es contemplar el cuerpo como apertura de la persona a Dios, que formó el cuerpo y a quien se dirigen los deseos inscritos en nuestro cuerpo.
Amar con el corazón, pues, es aceptar un lenguaje del cuerpo que procede del Creador, que desde el principio formó al hombre y a la mujer y los confió a su mutuo amor. Según San Pablo, el primer teólogo del corazón de Cristo, los corazones de los paganos estaban oscurecidos (cf. Rm 1,21) porque no respetaban el lenguaje original del amor formado por el Creador, que desde el principio los hizo «varón y mujer» (Gn 2,24). El Dilexit nos debe leerse como una invitación a recuperar y profundizar este lenguaje original del cuerpo, recordando las palabras de Jesús a su Padre: «Un cuerpo me has preparado» (Hb 10,5).
4. Reparación: donde se encuentran la misericordia y la justicia
Mirar al Corazón de Jesús también nos permite centrarnos en la relación entre justicia y misericordia. Gran parte del discurso teológico y pastoral de los últimos años ha insistido en una misericordia entendida como tolerancia del mal y ha considerado pelagiana cualquier llamada al arrepentimiento del pecado. Mirar al Corazón de Jesús corrige esta visión tan limitada.
De hecho, el Corazón de Jesús nos recuerda la gravedad del pecado como ofensa al amor de Cristo. Sin embargo, esta gravedad no lleva a la desesperación, ya que la profundidad del pecado se revela junto con la profundidad de la misericordia desbordante de Cristo que muere por nosotros.
Ahora bien, la misericordia de Dios, manifestada en la muerte de Jesús, no consiste solo en perdonar nuestros pecados, sino que va mucho más allá. Cristo amó al Padre con un corazón humano, revelándonos la respuesta humana al amor de Dios. Al morir en la cruz, Cristo regeneró el corazón humano para que pudiéramos levantarnos del pecado y vivir una vida «digna de Dios» (1 Tes 2,12). La mayor misericordia no es la que nos mantiene pequeños y necesitados, sino la que nos eleva para que podamos responder al amor de Cristo hasta convertirnos, con Él, en fuente de amor.
Todo esto se resume en la doctrina de la reparación, que podemos ofrecer al Padre en el Corazón de Jesús (cf. DN n. 181ss). Ahora somos capaces de responder con amor al amor de Dios y convertirnos, con Jesús, en fuente de amor para los demás. Esto nos lleva a la necesidad de difundir la buena noticia del amor de Jesús.
5. Evangelizar desde el Corazón de Jesús
La devoción al Sagrado Corazón lleva al anuncio del amor de Cristo a todos los hombres. Si en los últimos años algunas declaraciones del papa Francisco han parecido disminuir la importancia de la misión cristiana, encontramos en Dilexit nos una invitación muy necesaria a anunciar el Evangelio a todas las personas (cf. DN nn. 207-211).
El Corazón de Jesús nos permite ver esta misión no como un deseo de imponer nuestras convicciones a los demás, sino como un desbordamiento del amor de Cristo. Así, el anuncio del Evangelio consiste en la comunicación de un amor que es verdadero. Esta comunicación tiene lugar cuando percibimos, no solo la grandeza que el amor de Cristo aporta a nuestra vida, sino también la que aporta a la vida de todo hombre y mujer, en todo lugar y tiempo. Al contemplar el Sagrado Corazón, comprendemos que Cristo no solo es el Salvador de todos, sino también la salvación de todos. Es decir, comprendemos que salvarse es configurarse con él, de modo que nuestro amor se plasme en el amor de Cristo. Entendemos entonces que el amor de Cristo da forma a una comunidad de personas y asume una misión para la sociedad.
Lejos de ser un culto íntimo, el Sagrado Corazón es fuente de vida que fomenta el bien común. Como ha mostrado Benedicto XVI en Caritas in veritate (cf. CiV n. 2), la caridad que brota del corazón abierto de Jesús no solo es el principio de las relaciones personales, sino también el fundamento de la vida social. El respeto a la dignidad de la persona, al orden del amor humano y a los fundamentos del amor en Dios Creador no son solo verdades cristianas, sino también fundamentos de una civilización del amor.
Dilexit nos insiste con razón en esta dimensión social abierta por el Corazón de Jesús (cf. DN nn. 182-184). Ahora bien, la Eucaristía es el modo en que el Corazón de Jesús inspira el bien común de la Iglesia y de la sociedad. En efecto, en la Eucaristía el Corazón de Jesús toca el corazón de los fieles para dar una nueva forma -la forma del cuerpo de Cristo- a sus relaciones.
Así pues, para realizar una lectura fructífera de Dilexit nos, debemos preguntarnos cómo extender la lógica de la Eucaristía a todas las esferas de la vida humana. En nuestro tiempo de secularización y devastación cultural, esto implica la formación de comunidades enraizadas en la Eucaristía que creen un ambiente en el que todo lo humano pueda florecer y encontrar su plenitud en la comunión con Dios. Estas comunidades se convierten así en el «fermento paciente» del cristianismo, por utilizar la expresión de Alan Kreider.
He señalado algunos puntos clave que nos permiten leer el Dilexit nos de un modo relevante para la vida de la Iglesia hoy. Vista a través de esta lente, la contemplación del Sagrado Corazón puede fomentar la esperanza que la Iglesia tanto necesita ahora.