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‘Balance of Performance’ o equilibrio de prestaciones, el arma que muchas categorías usan para evitar que haya un dominador y que sale a la palestra cada vez que en Fórmula 1 hay un dominador. Más aún cuando el dominador no es santo de devoción del que reclama.
Equilibrio de rendimiento
En la historia reciente de la Fórmula 1han sido numerosos los debates alrededor de añadir este equilibro, sin embargo, los dirigentes han evitado trabajar en este sentido, aunque sí se han producido en ciertos momentos congelación de motores cuando todos los fabricantes habían alcanzado una notable igualdad.
En contra, hay muchos argumentos. En primer lugar, la historia de la categoría, que siempre ha sido una carrera tecnológica en la que se premia al mejor en lugar de penalizar al que se pone por delante. En segundo, que sin comerlo ni beberlo, realmente la Fórmula 1 ya tiene el equilibrio más perfecto que se puede encontrar, que no es otro que el límite presupuestario. La igualdad resultante de tenéis 100 millones, hacedlo lo mejor posibles. Efectivamente, unos lo harán mejor que otros, especialmente en este momento en el que aún hay herencia de la época sin límite, pero la lógica dice que cada año será más igualado, especialmente si la FIA no se vuelve loca cambiando el reglamento de arriba abajo.
La ‘Balance of Performance’ gana enteros en categorías con coches de producción. Trae el vehículo que tienes, y nosotros hacemos que sea competitivo. Así es en los GT’s o en los TCR. Y comienza a perder fortaleza al aplicárselo a los prototipos.
El WEC y las 24 horas de Le Mans venden su reglamento como un rotundo éxito. Han logrado reunir en la categoría reina a nueve fabricantes. Cada uno de ellos con un peso, una potencia y una energía diferente. De los 1036 kilos del Cadillac a los 1053 del Toyota. De los 507 KW del Alpine, a los 519 del Lamborghini. De los 889 MJ del Ferrari, a los 915 del Isotta.
El problema reside en la dificultad de jugar a ser dios y caer en el error de pensar que vas a ser capaz de equilibrar el rendimiento de tantas marcas diferentes, con pilotos tan dispares y condiciones tan cambiantes. Por más datos que manejes y que han logrado que el ‘sandbagging’ ya no sea tan efectivo, el hecho de ser más fuerte en recta o en curva, de tener la misma velocidad, pero más tamaño, condicionando la lucha cuerpo a cuerpo, de tener menos peso que te permita gestionar mejor los neumáticos. Por muy buenas que sean tus intenciones, siempre acabarás perjudicando a alguien que hace bien su trabajo.
Problema político
Pero sin duda, la peor razón sería única y exclusivamente política. Si el mundial de resistencia, que no tiene ni una milésima parte de atención mediática que la F1, y solo una cuarta parte de las carreras, ya es un no parar de llantos y amenazas, solo hay que extrapolarlo a Fórmula 1. Directamente se dejaría de hablar de carreras y de pilotos, todo serían llantos, acusaciones y amenazas de los Toto Wolff, Christian Horner, Fréderic Vasseur de turno. Algo que ya se puede ver hoy en día con la aplicación de sanciones o insinuaciones de piezas no legales… imaginen con una FIA dando o quitando rendimiento.
Este argumento por sí solo debería ser suficiente para eliminar de la mente del aficionado cualquier posibilidad de aplicar cualquier equilibrio de rendimiento en Fórmula 1.
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