Por Alejandra Arteaga
En medio del desierto mexicano de Tecate, en Baja California, sobresale una enorme piedra con el número 12 y la leyenda ‘911 Auxilio’ marcada con aerosol. Hasta ahí han llegado a resguardarse, bajo una de las pocas sombras que hay en este terreno árido, cientos de migrantes sofocados por el intenso calor: deshidratados, heridos y algunos delirantes, después de caminar unas 5 millas hasta este punto bajo temperaturas que alcanzan hasta los 110 grados Fahrenheit.
Esa es una de las 17 piedras que los rescatistas de Grupo Beta han marcado a lo largo de la ruta de esta parte del desierto, para lograr ubicar rápido y rescatar a pie a los migrantes que logran comunicarse por teléfono para pedir auxilio.
Estas piedras han hecho la diferencia entre rescatar con vida a un migrante, o en algunos casos hallar solo sus restos, porque muchos de ellos son abandonados por coyotes en algún tramo de las siete millas de la complicada ruta terrestre.
Todo inicia en el desierto, al pie de la carretera la Rumorosa –punto hasta donde son transportados en vehículos– hasta el muro fronterizo con Estados Unidos en el área de Tecate, parte del condado de San Diego en California.
Según datos de la Organización Internacional de la Migración de la ONU, la frontera entre México y Estados Unidos es la ruta migratoria terrestre más peligrosa del mundo. Cifras de 2023 y los primeros seis meses de 2024 indican que han muerto o desparecido 858 migrantes a lo largo de la frontera, lo que representa el 40% del total en el continente americano.
Los migrantes aseguran pagar entre 5,000 y 8,000 dólares a los coyotes para recorrer este camino.
A pie es la única forma de ingresar a la zona
Caminar el desierto es físicamente un reto y un riesgo. Según el Grupo Beta, Noticias Telemundo es el primer equipo de periodistas en documentar y seguir los pasos de los migrantes en esta parte de la frontera, asediada no solo por las inclemencias del clima, sino también por los grupos delictivos que controlan el tráfico humano.
“Hemos encontrado gente con vida y al entrevistarlos ellos nos comentan: nos cansamos y nos dejaron, nos dijo (el coyote) que ahí se quedaban porque él se tenía que ir. Se va con el resto del grupo y deja a la gente abandonada”, explicó Felipe Flores, integrante del Grupo Beta.
Y es que el terreno es tan hostil, que la única forma de ingresar a esta zona es a pie. Los vehículos pueden solo rodear el terreno y los helicópteros están imposibilitados a aterrizar por el tamaño de las rocas, por ello los pocos rescates aéreos se han hecho con la ayuda de canastillas que bajan a través de cuerdas. La mayoría de los rescates en esta zona son terrestres y con los insumos necesarios para recorrerlos: agua, electrolitos o barras energéticas.
Una llamada de auxilio
El primer gran reto de esta ruta es una pendiente de 500 metros de rocas incandescentes y flora desértica: cactus y plantas espinosas que hacen más complicada y lenta la subida. Por eso, un tramo que no parecería tan largo, puede tomar entre 40 minutos y una hora. Y cada paso es un riesgo, pues una caída podría ser mortal y lo mismo una lesión o fractura porque los imposibilita a andar el resto del camino, relatan los rescatistas.
Los siguientes kilómetros se recorren a cielo abierto por un terreno de roca y arena sin sombra, en medio de temperaturas extremas. En este punto, el único aliado de los migrantes es invisible: la señal del celular, que es intermitente a lo largo de este camino. Así, con una llamada telefónica al 911, fue como los hermanos Juan y José Alberto Galván lograron pedir auxilio.
También fue así como pidió ayuda la familia de colombianos de Laura Estefany, su esposo y su hijo Fernando, de 6 años, y el peruano Luis Alberto, tras ser abandonados por el coyote a la mitad del camino. A las 10:15 de la mañana marcaron para pedir ayuda. Esperaron nueve horas hasta que los rescatistas de Grupo Beta pudieron llegar guiados por otro migrante que encontraron tres horas antes. Entre lágrimas y sollozos, Alberto les dio las gracias, mientras le ofrecían una botella de agua. Su emoción y desesperación era incontenible.
Sus historias ejemplifican lo indispensable que son las marcas en las piedras para que los migrantes puedan ser localizados y rescatados. Sin ellas, sería como buscar una aguja en un pajar; y el tiempo de rescate podría multiplicarse en horas o incluso días, poniendo en muchos más riesgos la vida de los rescatistas.
“El esfuerzo físico que tenemos que hacer con las temperaturas tan altas, tenemos que traer nuestro equipo y ya cuando encontramos al migrante, tenemos que ayudarle. Y muchas veces él o ella se recargan en uno para apoyarse, entonces sí es un poco difícil”, relató Perla Godínez, de 23 años, una de las integrantes más jóvenes del Grupo Beta.
Pero llegar al muro con Estados Unidos es solo la mitad del camino. Del otro lado, hay unas cinco millas más de desierto hasta la zona urbanizada.
Según datos de la Patrulla Fronteriza, unos 537 restos humanos fueron hallados en esa zona fronteriza durante el año fiscal 2022. Las causas de muerte citadas son exposición a altas temperaturas y deshidratación.
Entre enero y septiembre de este año, las autoridades migratorias mexicanas dicen haber realizado 412 rescates en los estados de Baja California, Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas y Sonora.
Con información y reportería de Issa Osorio e imágenes de Erick Durán.