El avance de las renovables en el mundo, que sigue ganando velocidad, no ha conseguido doblar aún la curva de las emisiones mundiales ligadas a la quema de combustibles fósiles, los principales responsables del cambio climático junto con la deforestación. Los investigadores del Global Carbon Project (GCP), un consorcio internacional que lleva casi dos décadas analizando la evolución de las emisiones de dióxido de carbono (CO₂) en el mundo, estiman que este año se cerrará con un incremento del 0,8% respecto a los niveles de 2023. Si se amplía el foco desde 2015, cuando se firmó el Acuerdo de París en la capital francesa, el crecimiento de las emisiones del sector fósil —carbón, petróleo, gas y producción de cemento— ha sido del 7,78% en estos nueve años. Así lo apunta el informe del GCP presentado este miércoles en el marco de la cumbre del clima anual, la COP29, que este año se celebra en la capital de Azerbaiyán, Bakú.
El vigente acuerdo de lucha contra el cambio climático establecía justo lo contrario. La meta fundamental es reducir durante la primera mitad de este siglo las emisiones de gases de efecto invernadero, el CO₂ es el principal de ellos, para evitar que el calentamiento no sobrepase unos límites de seguridad: que el aumento de la temperatura no supere los 2 grados Celsius respecto a los niveles preindustriales y, en la medida de lo posible, los 1,5.
El planeta ya está en un calentamiento promedio de alrededor de unos 1,2 grados; y las políticas actuales de todos los países del mundo llevarán, salvo un giro de timón radical, a los 3,1 grados a final de este siglo. Aproximadamente la mitad del dióxido de carbono que emite el ser humano acaba concentrado en la atmósfera y se estima que permanece ahí durante centenares de años atrapando el calor. Cuanto más CO₂ está presente en la atmósfera, más calor queda retenido en la superficie del planeta. Los expertos del GCP llevan años calculando el llamado “presupuesto de carbono”. Calculan que “al ritmo actual de emisiones” hay “un 50% de posibilidades de que el calentamiento global supere los 1,5 grados de forma constante en unos seis años”. Aunque admiten que este cálculo está sujeto a grandes incertidumbres, principalmente ligadas a cómo pueden afectar otros gases, los investigadores sostienen que “está claro que el presupuesto de carbono restante ―y, por lo tanto, el tiempo que queda para cumplir el objetivo de los 1,5 grados y evitar los peores impactos del cambio climático― casi se ha agotado”.
En cualquier caso, Pep Canadell, director ejecutivo del Global Carbon Project, considera que todavía “queda tiempo para cumplir el Acuerdo de París”. Y aunque se superase la meta de los 1,5 grados, “hay un mundo” de diferencia entre rebasar o no también los 2 grados. Porque cada décima de incremento supone un aumento exponencial de los daños, en forma, por ejemplo, de eventos extremos como inundaciones u olas de calor. “Hemos avanzado mucho en desarrollar capacidad de energías renovables, pero ni siquiera es suficiente para cubrir la demanda nueva de energía”, señala Canadell sobre las razones que hacen que las emisiones vuelvan a aumentar este año.
Señales positivas
En el conjunto del mundo, las renovables están lejos aún de sustituir a los combustibles fósiles. Pero, como señala Corinne Le Quéré, miembro también de este proyecto, “los últimos datos muestran evidencias de una acción climática generalizada, con la creciente penetración de las energías renovables y los automóviles eléctricos que desplazan a los combustibles”. A ello se une también “la disminución de las emisiones de deforestación en las últimas décadas confirmada por primera vez”. “Hay muchas señales de progreso positivo a nivel nacional y la sensación de que un pico en las emisiones globales del CO₂ del sector fósil es inminente, pero el pico global sigue siendo difícil de alcanzar”, añade Glen Peters, del Centro de Investigación Internacional sobre el Clima y el Medio Ambiente.
Los estudios de GCP apuntan a que este 2024 se cerrará con un incremento del 0,2% de las emisiones del carbón, del 0,9% en el caso del petróleo y del 2,4% en el del gas natural. Entre los datos que dan algo de esperanza este año figura la evolución de China, el primer emisor mundial (solo esta economía acumula el 32% de todo el dióxido de carbono mundial). Para China los investigadores apuntan a un crecimiento marginal del 0,2%. Aunque Canadell explica que todavía quedan semanas para que se cierre el año y existen incertidumbres sobre los datos, lo que podría llevar incluso a que China cierre el ejercicio incluso con una disminución. “Y lo que China hace tiene una repercusión planetaria”, abunda Canadell.
El otro motivo de esperanza es Europa. Para la UE se pronostica una disminución de las emisiones del 3,8% en 2024, debida en gran parte al fuerte impulso de las renovables a pesar del débil crecimiento económico y los altos precios de la energía. En el caso de la India, sin embargo, se prevé un aumento del 4,6% y en el resto del mundo (sin contar a EE UU) un 1,1%.
La amenaza de Trump
Las emisiones de Estados Unidos —el segundo emisor mundial, con el 13% del total global— caerán un 0,6% este 2024. Pero la verdadera preocupación es lo que pueda ocurrir a partir del próximo año, cuando Donald Trump vuelva a tomar los mandos en la Casa Blanca. El republicano ha prometido derribar todo el edificio legislativo de lucha contra el cambio climático y de limitaciones a los combustibles fósiles que puso en pie la anterior Administración demócrata. Además, se da por seguro que sacará de nuevo a su país del Acuerdo de París, como hizo en su anterior mandato.
Canadell apunta al riesgo cierto de que un segundo mandato de Trump pueda “desacelerar” el ritmo de reducción de las emisiones que se ha dado en las últimas décadas en Estados Unidos. Pero advierte de que las renovables son imparables, mientras que “las centrales eléctricas que usan carbón casi no pueden sobrevivir económicamente”. Este punto de vista coincide con el expresado este martes en la COP29 por el secretario general de la ONU, António Guterres. “La revolución de las energías limpias ya está aquí. Ningún grupo, ninguna empresa ni ningún gobierno pueden detenerla”, ha señalado.
Más allá de lo que pueda ocurrir dentro de las fronteras de Estados Unidos, a Canadell, como a otros muchos analistas, le preocupa que la “falta de liderazgo global” de EE UU pueda tener “un efecto negativo” sobre otros países, que ralenticen su acción contra las emisiones debido a la falta de financiación climática internacional que, previsiblemente, también cortará Trump. “Aún así hay otros países que parece que están preparados para ser nuevos donantes de fondos para ayudar, como China”, sostiene este investigador. “Pase lo que pase con Trump, el camino hacia la descarbonización mundial es ahora inevitable”, concluye.