“El presidente Trump se retirará del acuerdo climático de París”, se lee en el documento de prioridades que la Casa Blanca difundió el lunes tras la toma de posesión del republicano. En su anterior mandato (2017-2021), Donald Trump ya sacó a su país del pacto y desdeñó la lucha internacional contra el cambio climático, un problema que este político pone en duda de forma habitual. De hecho, en ese mismo documento de prioridades su equipo promete acabar con lo que llaman “políticas de extremismo climático de Biden”. Nada más aterrizar en la Casa Blanca, Trump firmó una batería de órdenes ejecutivas, entre las que figura la retirada del Acuerdo de París.
Ese pacto, firmado en 2015 en la capital francesa bajo el amparo de la ONU, tiene como objetivo global que el incremento de la temperatura durante este siglo se quede entre los 1,5 y los 2 grados respecto a los niveles preindustriales. El pasado año ya se llegó a un calentamiento de 1,5 grados y si el segundo emisor global y el primer responsable histórico del cambio climático se desvincula de esta lucha será todavía más complicado cumplir París, aunque algunos expertos insisten en que Trump no podrá detener la transición hacia las renovables, principal aliada en esta guerra.
Con su salida, EE UU se une a la pequeña lista de países que no forman parte del Acuerdo de París, en la que están Irán, Libia y Yemen. Pero, ¿qué impacto tendrá este abandono para la lucha climática? Aquí, algunas claves sobre lo que ocurrirá a partir de ahora.
¿Cuándo se hará efectiva su salida del Acuerdo de París?
Con una orden ejecutiva volvió a integrar a EE UU en el Acuerdo de París el demócrata Joe Biden el primer día de su mandato, en 2021; y con una orden similar saca de nuevo a su país Trump, quien ha tenido entre sus obsesiones políticas intentar dinamitar este pacto internacional que persigue que el calentamiento —que alimenta eventos extremos como los incendios que han golpeado a Los Ángeles— se quede dentro de los límites lo menos catastróficos posible.
El Acuerdo de París, firmado hace casi una década, es el desarrollo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, adoptada en 1992 y en la que ya se establecía que los gases de efecto invernadero que emite el ser humano están tras el calentamiento global. Para salir del Acuerdo de París el Gobierno de EE UU deberá presentar una carta formal solicitándolo ante la secretaría de la convención marco. Y en el plazo de un año se consumaría la marcha por segunda vez del primer responsable histórico del cambio climático.
¿Qué ocurrirá con los compromisos de recorte de gases de efecto invernadero?
Todos los países que están dentro de ese pacto están obligados a presentar planes nacionales de recorte de sus emisiones de efecto invernadero. Estados Unidos es en estos momentos el segundo mayor emisor mundial (acumula el 11% del total), por detrás de China (30%). Pero si se mira lo emitido desde 1850, cuando arranca este problema por la quema masiva de combustibles fósiles, EE UU es el país que más de estos gases ha expulsado a la atmósfera en estos más de 170 años.
Lo que buscan los pactos como el Acuerdo de París es que los países asuman sus responsabilidades, reporten sus emisiones ante la ONU y presenten planes de recorte de sus gases. Este año los casi 200 firmantes de París deben poner sobre la mesa sus nuevos planes y la Administración demócrata en funciones comunicó hace una semana un programa en el que prometía que Estados Unidos reduciría sus emisiones de efecto invernadero entre un 61% y un 66% en 2035 partiendo de los niveles de 2005. La salida del Acuerdo de París supondrá que EE UU ya no se sienta concernido por esas promesas de recorte. Y algunos expertos temen que eso pueda reducir la presión sobre otros grandes contaminantes, como China, para que asuman compromisos mayores.
¿Se incrementarán las emisiones de EE UU?
Estados Unidos alcanzó su pico de emisiones en 2007 y desde entonces ha seguido una tendencia decreciente, aunque no a la velocidad necesaria para contribuir a que el calentamiento se quede dentro de los límites de seguridad establecidos por la ciencia y fijados en París.
En el peor de los escenarios, en el que Trump derogue también la Ley de Reducción de la Inflación que aprobó Biden y que ha supuesto poner en marcha un sistema de incentivos para las energías renovables y la industria asociada, lo que ocurriría de aquí a 2035 es que las emisiones de EE UU solo caerían entre un 24% y un 40% en 2035 respecto a los niveles de 2005 (frente al 66% que se prometía en el plan que los demócratas presentaron en diciembre), según los cálculos de la consultora Rhodium, especializada en políticas climáticas. En el escenario más pesimista de esa simulación se quedarían en niveles similares al actual durante los próximos 10 años, pero no aumentarían, porque el avance de las renovables sigue estrechando el margen de negocio para los combustibles fósiles.
Simon Stiell, secretario general de la convención marco de la ONU sobre cambio climático, ha recalcado tras el anuncio de Trump “el auge mundial” que vive la energía limpia, “valorado en dos billones de dólares sólo el año pasado”. Y ha insistido en que ignorar ese contexto “solo enviará toda esa enorme riqueza a las economías competidoras”. Trump ha prometido aumentar las extracciones de petróleo y gas (EE UU es el mayor productor mundial de estos combustibles), sin embargo, esa no parece la tendencia global a medio plazo. La Agencia Internacional de la Energía preveía en octubre pasado que los precios de los combustibles empiecen a caer a partir de este año (lo que puede llevar a frenar la producción mundial) y que la demanda de petróleo y gas toque techo en 2030.
En su anterior mandato, Trump también prometió un resurgir del carbón en Estados Unidos, algo que no ocurrió en sus anteriores cuatro años en la Casa Blanca. Ahora, sus proclamas ya no se centran en el carbón, sino en el petróleo y el gas. Pero los expertos resaltan el papel que jugarán muchas de las ciudades y los Estados dentro del país, que seguirán apostando por las renovables y la movilidad eléctrica. “A pesar de los intentos del presidente Trump de destrozar el progreso en materia de cambio climático, un grupo de gobernadores, alcaldes y otros líderes se han comprometido a mantenerse firmes y a promulgar políticas bajas en dióxido de carbono que reduzcan costes, creen empleos y construyan comunidades más limpias”, ha sostenido Debbie Weyl, directora del Instituto de Recursos Mundiales (WRI) en EE UU. “La revolución de la energía limpia continuará independientemente de quién esté en la Casa Blanca”, ha añadido.
¿Imitarán más países a EE UU?
También en su anterior mandato el republicano aseguró que negociaría un nuevo tratado climático que resultara más beneficioso para los intereses de Estados Unidos. Y no ocurrió: ningún país siguió sus pasos ni abandonó París. Ahora, el mundo es diferente, para bien y para mal. Por un lado, el populismo de derechas, que tiene la negación del cambio climático entre sus obsesiones, está avanzando en el mundo. En Argentina, por ejemplo, el presidente Javier Milei ordenó a la delegación de su país abandonar la última cumbre del clima, que se celebró en noviembre en Bakú, capital de Azerbaiyán. Aunque se especuló con que su país saldría del Acuerdo de París, no terminó de dar ese paso.
En Europa el panorama es también diferente debido al avance de los ultraconservadores. En 2019, cuando Trump dio un paso atrás en la lucha climática, la Unión Europea dio uno adelante y situó a la lucha climática como una de sus principales banderas, algo que ahora ha pasado a un segundo plano con la nueva Comisión, mucho más derechizada.
Pero 2025 también es diferente a 2017 para lo bueno, según Laurence Tubiana, política francesa considerada una de las arquitectas del Acuerdo de París. “Hay un impulso económico imparable detrás de la transición global, del que Estados Unidos se ha beneficiado y liderado, pero que ahora corre el riesgo de perder”, sostiene. “Es desafortunado que Estados Unidos se retire del Acuerdo de París, pero la acción climática multilateral ha demostrado ser resiliente y es más fuerte que las políticas y las medidas de cualquier país por separado”, añade Tubiana a través de un comunicado.
¿Qué ocurrirá con la financiación climática?
El Acuerdo de París no solo persigue una reducción de las emisiones, también busca que los países más ricos ayuden a los que tienen menos recursos a adaptarse a las consecuencias del calentamiento global y a limpiar sus sistemas energéticos. En la última cumbre del clima, la COP29, se acordó que las naciones más poderosas deberán llegar a una meta de financiación climática de 300.000 millones de dólares anuales para 2035. Y la retirada de EE UU creará indudablemente un agujero en esa financiación, como ya ocurrió en el anterior mandato de Trump.
Pero en el pacto alcanzado de Bakú se abrió la puerta a nuevas vías de financiación, como las aportaciones de los bancos multilaterales de cooperación, y a que China —de la que se espera un paso al frente desde hace años— también contribuya activamente a alcanzar ese objetivo de ayuda económica.