La táctica de los aranceles apuesta a que los estadounidenses aceptarán tener precios más altos
El secretario del Tesoro, Scott Bessent, sostiene que el sueño americano es algo más que televisores baratos, pero los consumidores, cansados de la inflación, podrían no estar de acuerdo.

Se espera que los aranceles generalizados del presidente Donald Trump aumenten el costo de los automóviles, los dispositivos electrónicos, los metales, la madera, los productos farmacéuticos y otros productos que los consumidores y las empresas estadounidenses compran en el extranjero.
Pero Trump y sus asesores apuestan por vender a un público cansado de la inflación una idea provocadora: las cosas baratas no son el sueño americano.
“No podría importarme menos si suben los precios, porque la gente va a empezar a comprar coches fabricados en Estados Unidos”, dijo Trump el domingo en el programa Meet the Press de la NBC, en respuesta al temor a que suban los precios de los coches extranjeros.
La idea de que hay algo más en la vida que las importaciones de bajo costo es un reconocimiento de que los aranceles podrían imponer costos adicionales a los estadounidenses. También es un argumento de venta de que la carga valdrá la pena. La capacidad de Trump para convencer a los consumidores de que es aceptable pagar más para apoyar la fabricación nacional y adherirse a su programa “Estados Unidos primero” podría determinar si el segundo mandato del presidente es un éxito o un desastre.
Pero no es una venta fácil. La avalancha de aranceles ha conmocionado los mercados y mermado la confianza de los consumidores. Los aranceles sobre los automóviles que entrarán en vigor el jueves añadirán un impuesto del 25 por ciento a las importaciones de automóviles y piezas de automóviles, lo que probablemente alterará los precios del sector. Trump ya ha impuesto aranceles del 20 por ciento a los productos chinos y se esperan más a finales de esta semana, cuando el presidente anuncie sus aranceles “recíprocos” a los principales socios comerciales, incluidos los de Asia y Europa.
Para hacer frente a la ansiedad por la incertidumbre comercial, Trump y sus principales asesores económicos han recurrido a pedir a los estadounidenses que piensen en el panorama general. Se adhieren a la opinión de que las guerras comerciales de Trump son necesarias para corregir décadas de injusticia económica y que pagar un poco más debería ser una cuestión de orgullo nacional.
“Es posible que, a corto plazo, nos duela un poco”, dijo Trump el mes pasado al desvelar los aranceles sobre Canadá y México. “La gente lo entiende”.
El secretario del Tesoro, Scott Bessent, lo expresó sin rodeos a principios de este mes cuando se opuso a la idea de que los estadounidenses debían aspirar a tener productos baratos. “El acceso a productos baratos no es la esencia del sueño americano”, dijo en un discurso ante el Club Económico de Nueva York.
Bessent, antiguo inversor de fondos de cobertura valorado en cientos de millones de dólares, subrayó ese punto en una entrevista posterior en la NBC, alegando que la prosperidad no consiste en comprar “chucherías baratas de China”.
“El sueño americano no es que se llenen de pantallas planas”, dijo, argumentando que se trata, en cambio, de tener buenos empleos que no se pierdan por la competencia extranjera y salarios lo suficientemente altos como para poder permitirse una vivienda.
Estos comentarios reavivaron el debate en el seno del Partido Republicano sobre los méritos de las barreras comerciales, que en los últimos años ha marginado a los conservadores tradicionales que valoran el libre comercio. El exvicepresidente Mike Pence le replicó a Bessent, afirmando en las redes sociales que el secretario del Tesoro no entendía las aspiraciones de los estadounidenses.
“Los aranceles son buenos como medio para sentar a la mesa a naciones como China, pero el libre comercio reduce los costos de los bienes y mejora la calidad de vida de todos los estadounidenses”, escribió Pence en X, la plataforma de redes sociales.
La preocupación por las prácticas económicas de China ha unido a republicanos y demócratas. Pero siguen divididos sobre el mejor enfoque para combatir el exceso de capacidad industrial china y su distribución de productos baratos en todo el mundo.
Mientras que el gobierno de Joe Biden intentó hacer frente a esta dinámica con aranceles específicos y subvenciones federales dirigidas a la tecnología de energía limpia y a los semiconductores, el gobierno de Trump se está embarcando en una estrategia industrial basada en aranceles amplios y recortes fiscales.
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Pero el desordenado despliegue de los aranceles y el hecho de que cualquier cambio en el código fiscal no se producirá hasta finales de este año han hecho que economistas, expertos en comercio y analistas se pregunten sobre la viabilidad de la estrategia de Trump y duden de que su gobierno pueda convencer a los consumidores de que están mejor con precios más altos.
“Mi apuesta sería que la gente no estará dispuesta a absorber precios más altos, 401(k)s más bajos y menor riqueza a cambio del principio de una economía nacionalista”, dijo Stephen Haber, profesor y miembro principal del Instituto de Investigación de Política Económica Stanford y de la Institución Hoover. “La realidad tiende a triunfar sobre la ideología para la mayoría de la gente”.
Haber recordó que en la década de 1970, el presidente Jimmy Carter hizo un llamamiento a los estadounidenses para que optaran por la austeridad mientras la nación intentaba combatir la inflación, y resultó difícil convencer al país de que eligiera la penuria autoimpuesta. El dolor económico fue impopular y Carter solo tuvo un mandato presidencial.
Para los escépticos del enfoque de Trump, el drama de los aranceles parece ser una emergencia creada por el propio presidente.
Las encuestas económicas han mostrado que los estadounidenses están dispuestos a gastar más para comprar productos estadounidenses en algunos casos, pero solo hasta cierto punto. El momento en que se están promulgando las iniciativas arancelarias de Trump es especialmente peligroso porque su victoria el pasado noviembre se debió en parte a la profunda frustración que sintieron los estadounidenses tras años de precios al alza durante el gobierno de Biden.
Barry P. Bosworth, quien dirigió el “Consejo de Precios y Salarios” del gobierno de Carter de 1977 a 1979, dijo que creía que a Trump le resultaría difícil vender a los estadounidenses unas políticas que podrían aumentar los precios, teniendo en cuenta que la economía que heredó Trump era relativamente sana.
“Creo que el gobierno de Trump cometerá un error si no reconoce que ganó las elecciones en gran parte por la experiencia inflacionista del gobierno de Biden”, dijo Bosworth.
Los partidarios de la estrategia comercial de Trump señalan que la inflación fue baja durante su primer mandato, y que los aranceles forman parte de una agenda más amplia de recortes fiscales y desregulación que, en teoría, podría impulsar la economía.
“La política arancelaria es solo una pequeña parte de la política general”, dijo Tomas J. Philipson, quien fue presidente en funciones del Consejo de Asesores Económicos durante el primer mandato de Trump. Cree que los beneficios de los recortes fiscales y la desregulación superarán el impacto de los aranceles.
Aunque Bessent ha insistido recientemente en su opinión de que el declive de la capacidad industrial estadounidense ha erosionado la fortuna de Estados Unidos, el año pasado ya había realizado argumentos similares como asesor de Trump.
“Aunque muchos economistas señalaron el aumento general de la eficiencia asociada a esta perturbación laboral, los juguetes y televisores más baratos eran poca recompensa por la pérdida de ingresos fiables y del significado que el trabajo aporta a la vida de las personas”, dijo Bessent en una conferencia el pasado octubre.
En marzo, en el Club Económico de Nueva York, Bessent se refirió a un estudio reciente según el cual las comunidades más afectadas por las importaciones baratas se han recuperado en las últimas décadas, pero los trabajadores del sector manufacturero que perdieron sus empleos nunca recuperaron plenamente sus ingresos.
Uno de los autores del estudio, el economista del MIT David Autor, dijo que cree que Bessent tiene razón cuando afirma que los televisores baratos no equivalen a prosperidad si ello implica que millones de personas pierdan su empleo. Dijo que proteger determinadas industrias de la competencia extranjera e invertir en ellas podría ser un planteamiento acertado.
Sin embargo, Autor no se mostró convencido de que las políticas económicas de Trump vayan a conseguir lo que pretende. Señaló los recortes previstos en el gasto federal y las subvenciones a la inversión, que benefician predominantemente a los estados conservadores. Dijo que los aranceles de Trump serían “increíblemente destructivos” para las empresas estadounidenses y señaló que los gravámenes que impuso durante su primer mandato tuvieron escasos beneficios económicos.
“Creo que las políticas que Trump está emprendiendo ahora mismo van a ser muy perjudiciales para sus electores”, dijo Autor.
Alan Rappeport es reportero en materia de política económica radicado en Washington. Cubre el Departamento del Tesoro estadounidense y escribe sobre impuestos, comercio y asuntos fiscales. Más de Alan Rappeport
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