En la política la mentira se ha convertido en casi una religión. No se trata solo de un recurso retórico, sino de una práctica sistemática que ha permeado las estructuras de poder. Los líderes políticos de cualesquier tendencia que sean realizan ofertas que saben que jamás las cumplirán, sea por la imposibilidad que supone o simplemente porque no son parte de las prioridades de los grupos de poder a los que representan. Para la política, que en esencia debería ser un espacio de diálogo, verdad y construcción colectiva del bien común, la mentira se ha convertido en una herramienta fundamental para la manipulación y el control de la gente, particularmente de los sectores en mayor situación de vulnerabilidad social, económica y cultural.
La mentira en la política no es fenómeno nuevo; promesas incumplidas, campañas de desinformación y manipulación de la verdad ha sido una constante a lo largo de la historia y los líderes políticos las han utilizado sistemáticamente para acceder o consolidar su poder. En la actual era digital, esta práctica ha alcanzado nuevas dimensiones. Con las redes sociales las mentiras se propagan a una velocidad sin precedentes, alcanzando audiencias masivas en cuestión de minutos. Muchos ciudadanos/as se ven atrapados en burbujas informativas que refuerzan sus creencias preexistentes, lo que facilita la aceptación de narrativas engañosas que ahondan las discrepancias, provocan la cada vez mayor polarización de la sociedad y la pérdida de credibilidad en las instituciones del Estado.
Muchos políticos, conscientes de este fenómeno, recurren a la mentira como una estrategia para ganar elecciones o desviar la atención de problemas más profundos. Particularmente, la retórica populista, en gran medida se basa en la manipulación de la verdad apelando a las emociones y simplificando realidades complejas. Así, la mentira se convierte en un dogma y la lealtad a un líder o partido político se mide por la disposición a aceptar como ciertas y propagar sus falsedades.
Dadas las consecuencias sobre la vida y la seguridad de las personas, así como para el sistema democrático, es fundamental que la ciudadanía tome un papel activo en defensa de la verdad. La educación crítica y el acceso a información veraz son herramientas esenciales para contrarrestar la religión de la mentira. Fomentar un debate informado y promover la transparencia en la política son pasos necesarios para recuperar la confianza en el sistema democrático. La mentira como religión de la política representa un desafío para nuestras sociedades; las/os ciudadanos debemos exigir responsabilidad y verdad a los líderes.
DE FRENTE
JULIETA MONTAÑO S.
Abogada, feminista, defensora de DDHH