Vinicius se las tuvo tiesas con media Valencia / EFE
Si alguien da con el guionista de la semana más grande de la última década azulgrana, le pido encarecidamente que me lo traiga. Es el hombre del momento, casi a la altura de Hansi Flick. A su obra maestra le añadió el lunes el truco final: el quinto del Bernabéu. Lo clavó Rodrigo Hernández, el enorme mediocentro del City y de España, “birlándole” a Vinicius un balón de oro que el brasileño creyó suyo por decreto desde el minuto uno.
Ese fue el primer síntoma de ombliguismo de Vinicius y su club: creerse que iban a ganarlo cuando ni tan siquiera los corresponsales de France Football habían ejercido el voto. Luego, todo lo demás. El Real Madrid escribió en París una de las páginas más sonrojantes del deporte. Su espantada contiene todo lo miserable que puede desprender un mal perdedor. De entrada, lastimó su imagen. Es mucho más importante el prestigio de una institución que ganar un balón de oro. El Madrid y Vinicius pensaron todo lo contrario. Creen que el jurado no aplicó el criterio correcto. Ya, pero es que los periodistas votan sólo según su opinión y no en función de lo que crean Vini y el Madrid. En todo caso, fue el mismo criterio con el que elegieron a Benzemà en 2022 o a Modric en 2018, descartando a Griezmann, campeón del mundo y MVP de la final. ¿Se quejaron entonces?
El boicot vikingo, además de desmentir su viejo himno – “cuando pierde da la mano”-, hizo algo mucho más feo: ninguneó a Rodri, el segundo español de la historia en recoger el galardón, y le quitó foco a su elección. Eso es lo más imperdonable de todo. Eso y querer confundir. Vini no pierde por un voto racista. Pierde porque su comportamiento en el campo se aleja de lo correcto. Menos tuits y más educación.
