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La historia se repite: deportaciones masivas y la política migratoria de Trump

Autor: Fernanda Hernandez Orozco

Sin embargo, las estimaciones oficiales de Estados Unidos también sugieren que casi la mitad de los inmigrantes que viven irregularmente en el país son mexicanos.

El gobierno de Claudia Sheinbaum se prepara para la llegada de un gran número de sus ciudadanos deportados de Estados Unidos, una vez que Trump asuma el cargo en enero. Sin embargo, ha argumentado que las deportaciones son innecesarias, señalando la contribución de los mexicanos a la economía estadounidense.

El republicano culpa a los inmigrantes de muchos de los problemas de los estadounidense, desde la falta de acceso a servicios públicos hasta el desempleo —a pesar de que la economía de ese país está generando empleos—.

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La solución propuesta por el empresario no es nueva. En la década de 1930, el gobierno del también republicano Hebert Hoover llevó a cabo una deportación masiva en medio de la Gran Depresión, con el objetivo de dar más oportunidades a los ciudadanos estadounidenses.

Como consecuencia, entre un millón y 2 millones de personas de origen mexicano fueron expulsados de Estados Unidos. Esto, sin embargo, no solo incluyó a inmigrantes irregulares, sino a ciudadanos estadounidenses.

La gran deportación

A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, el gobierno de Estados Unidos había comenzado a restringir la inmigración desde Europa y Asia, solo permitiendo un cierto número de inmigrantes de esas regiones. A medida que la población inmigrante de esos países disminuyó, la demanda de mano de obra inmigrante ayudó a alentar a los mexicanos a emigrar hacia el norte.

La situación en 1929 era muy distinta. Estados Unidos vivió uno de sus puntos más bajos gracias a la Gran Depresión. Entonces, el hambre rondaba las calles del país y más de un cuarto de la población económicamente activa no tenía empleo. En este contexto, la mano de obra extranjera comenzó a ser vista con malos ojos.

La retórica comenzó a cambiar, y ahora los estadounidenses argumentaban que los mexicanos estaban tomando trabajos estadounidenses, y se desarrolló una noción de que los mexicanos estarían mejor con su propia gente.

“A partir de 1929, las autoridades gubernamentales y ciertas entidades del sector privado en California y en todo Estados Unidos emprendieron un programa agresivo para eliminar a la fuerza a las personas de ascendencia mexicana de Estados Unidos”, indica el gobierno de California en una ley para pedir disculpas por estos hechos.

Por ejemplo, las autoridades locales y federales llevaron a cabo redadas en lugares de trabajo y en lugares públicos, rodearon a mexicanos y mexicanos-americanos por igual, y los deportaron.

El más famoso de estos fue en Placita Olvera en el centro de Los Ángeles en 1931, indica la NPR. También se llevaron a cabo redadas en compañías como Ford Motor Company y Southern Pacific Railroad, que también se encargaron de comenzar a poner a la gente en los trenes a México, ignorando el hecho de que solo el gobierno federal tenía el poder de deportación.

Francisco Balderrama, historiador de la Universidad de California, indica que estas redadas tenían la intención de sembrar el miedo por los barrios mexicanos y presionar a los mexicanos y mexicanos-americanos para que se fueran por su cuenta. En muchos casos, tuvieron éxito.

El Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos (USCIS) señala que aunque se estima que entre 400,000 y un millón de mexicanos y mexicanos-americanos dejaron Estados Unidos por México durante la Gran Depresión, relativamente pocos de ellos fueron expulsados bajo procedimientos formales de deportación dirigidos por el Servicio de Inmigración y Naturalización (INS).

“La mayoría regresó a México por su propia decisión o a través de programas de repatriación oficialmente voluntarios, aunque a menudo coercitivos, dirigidos por gobiernos estatales y locales y agencias de ayuda benéfica”, indica el USCIS en su sitio web.

No se hizo distinción entre los inmigrantes mexicanos que llegaban con documentos —como hizo la mayoría—, sus hijos nacidos en los Estados Unidos y las familias mexico-estadounidenses que vivieron en el oeste y suroeste durante generaciones antes de que esos territorios se convirtieran en parte de Estados Unidos.

De acuerdo con la investigación Balderrama, un tercio de la población mexicana de Los Ángeles de esa época sufrió de este tipo de acoso.

Una vez en México, que se recuperaba aún de la Revolución, el gobierno aceptó a aquellos que habían sido repatriados, incluidos los ciudadanos estadounidenses, bajo la suposición de que muchos eran trabajadores industriales y podrían ayudar a aumentar la fuerza laboral en el país, pero muchos terminaron en zonas rurales trabajando en el campo.

Otros perdieron su dinero y posesiones, e incluso sus vidas, en el proceso de expulsión.

Las consecuencias de la deportación

La deportación de cientos de miles de personas de origen mexicano, sin embargo, no trajo las consecuencias esperadas para la economía estadounidense.

Contrario a lo que los funcionarios estadounidenses esperaban que sucediera, los investigadores no encontraron evidencia de que el empleo de los estadounidenses creciera más rápido o disminuyera más lentamente en ciudades y condados donde un gran número de mexicanos habían sido eliminados o dejados.

”Hay evidencia de lo contrario. Las comunidades donde un gran número de mexicanos fueron repatriados tendieron a sufrir más pérdidas de empleo y tuvieron menos crecimiento laboral para los trabajadores estadounidenses”, dijo Giovanni Peri, presidente del Departamento de Economía de Universidad de California Davis en un artículo para la universidad.

Peri explicó que la población mexicana en ese momento estaba particularmente especializada en trabajos como obreros y trabajadores agrícolas, a lo que se refiere como “trabajadores manuales en la parte inferior de la distribución salarial”. Cuando ese grupo se fue, pocos estadounidenses tomaron esos trabajos y las pérdidas terminaron creando un efecto dominó.

“Los trabajos relacionados con estos trabajos de nivel inferior también desaparecieron. Las granjas necesitan trabajadores, pero también necesitan trabajadores como artesanos que hacen herramientas. Si un agricultor no puede recoger su fruta, no necesita comprar cajas”, dijo Peri.

Lo mismo fue cierto en la manufactura.

“Las fábricas tenían trabajadores, pero también tenían empleados, contadores, artesanos y gerentes. Cuando quitas a un montón de obreros, puedes crear un efecto multiplicador negativo. Algunos de ellos, sí, se convirtieron en obreros. Pero la mayoría de ellos simplemente perdieron sus trabajos porque las empresas cerraron o se reubicaron”, dijo Peri.

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