Desde que era niña, Soledad Barragán ha tenido un vínculo profundo con el mar, una conexión que la ha acompañado a lo largo de su vida y que se convirtió en su refugio durante el difícil proceso de enfrentar un diagnóstico de cáncer.
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Este amor por el océano, que comenzó en su infancia cuando jugaba en la orilla, la ayudó a encontrar fuerzas para superar los momentos más complicados de su tratamiento. “Los que me conocen saben que siento un profundo amor por el mar. Siempre fue mi refugio. Y ni aún en su momento más revoltoso y turbio, dejé de quererlo”, expresó Soledad, recordando el poder sanador de su relación con el mar.
En octubre de 2022, Soledad detectó un bulto doloroso en su mama derecha y decidió acudir a su ginecóloga, quien le aseguró que “no era nada” y que no debía preocuparse. Sin embargo, para marzo de 2023, el bulto había aumentado de tamaño, lo que la llevó a buscar una segunda opinión.
Tras realizarse una ecografía mamaria, los técnicos le advirtieron que los resultados no eran buenos. Uno de los momentos más difíciles llegó cuando tuvo que recoger los resultados de la biopsia.
“Fui sola, tenía un mal presentimiento. Cuando me dieron el sobre que confirmaba el diagnóstico, en lo primero que pensé fue en mi mamá. No me asusté ni lloré. Mi cabeza ya estaba en modo automático para empezar a ocuparme y no a preocuparme”, relató Soledad, quien de inmediato se enfrentó al desafío de comunicar la noticia a su madre. “Decirle a mi mamá que su hija tenía cáncer no era nada fácil. Nos abrazamos y enseguida pusimos manos a la obra”, recordó.
El tratamiento de Soledad comenzó con una mastectomía, durante la cual se le extrajeron dos tumores, uno avanzado y otro “in situ”. “Cuando me desperté de la cirugía puedo decir que ya no estaba enferma. El tratamiento se eligió así porque el tipo de tumor que tuve era muy agresivo y podía volver. Pero en el momento en que me dijeron ´no hay más tumores en tu cuerpo´ ya me sentí curada”, explicó Soledad. Aun así, debía continuar con varios meses de quimioterapia, un proceso que cerró una etapa y abrió otra en su vida.
‘Nunca dejé de creer que iba a salir de esta’
Con una actitud optimista, Soledad decidió no adoptar el papel de víctima durante su enfermedad. “Algo que escuchamos todo el tiempo aquellos que tenemos que transitar una enfermedad es que la actitud es fundamental. Y definitivamente lo es. Nunca tomé el papel de víctima. Nunca dejé de creer que iba a salir de esta”, afirmó, destacando la importancia de mantener el ánimo.
Incluso sus amigas la admiraban por su fortaleza: “Mis amigas siempre me dicen ´yo en tu lugar no hubiera podido´ y yo las reto. Les digo que no digan eso. Que todos tenemos esa fuerza interior que sale en situaciones límites”. Enfrentó el tratamiento con valentía, sosteniendo que no estaba dispuesta a rendirse a tan solo 31 años: “Tenía demasiadas cosas por hacer y compartir con la gente que amo”.
Durante el tratamiento, Soledad también tuvo momentos en los que el agotamiento y las náuseas hicieron que se sintiera desmotivada, especialmente cuando debieron suspender temporalmente las quimios debido a que estaba neutropénica. “Una se desmotiva porque tiene las sesiones contadas para terminar, pero lo mejor es suspender, reponerse y retomar”, reflexionó Soledad.
Para mantener el ánimo, se apoyaba en quienes compartían su situación, intercambiando consejos prácticos y disfrutando de la compañía de personas que también luchaban. “Post quimios una está muy cansada y, generalmente, tiene náuseas y vómitos… Otras veces, llegaba muy cansada y no tenía ganas de charlar. Entonces leía, escuchaba música o dormía”, explicó.
Cambios trascendentales
A medida que avanzaba en su tratamiento, Soledad experimentó cambios físicos y emocionales profundos. En medio de las quimios, afrontó una separación y se mudó sola, enfrentando con valentía una situación compleja. “En mitad de mis quimios me separé. Dejé la casa en la que vivía. Me armé mis bolsitos y me mudé sola… Cuando uno aprende que la vida es hoy, no hay tiempo para posponer, ni para un ‘después veo’”, compartió, resaltando la importancia de vivir el presente.
El mar fue una constante en su proceso de sanación emocional. Aunque no podía viajar largas distancias por sus sesiones, su madre la llevaba a la Costa Atlántica para que pudiera reconectarse con su refugio. “En primer lugar renuncié a sentir que mi mar estaba en mi contra. Siempre estuvo de mi lado… Nunca estuve sola. ¿Por qué esta vez lo estaría?”, expresó Soledad, recordando cómo su familia y amigos siempre la apoyaron en cada paso.
‘Tu hija a veces se cansa pero no se rinde’
En enero de 2024, Soledad concluyó su quimioterapia y comenzó una serie de sesiones de radioterapia. Actualmente, continúa con medicación oral preventiva, y ha vuelto a su vida normal, retomando el trabajo y el deporte, y recuperando su rutina.
“Cuando terminé la última quimio sentí muchas emociones juntas. Por un lado, felicidad, alivio, emoción y orgullo. No veía la hora de salir del centro donde me atendía y festejar”, relató.
“Obvio que a la primera que abracé cuando salí fue a mi mamá, siempre se lo digo. Si yo no me rendí fue porque ella así me lo enseñó. ´Ma, tu hija a veces se cansa, pero al igual que vos, no se rinde´”, añadió.
ALEJANDRO GORENSTEIN
La Nación (Argentina) / GDA
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*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en información de La Nación, y contó con la revisión de un periodista y un editor.