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Más calor, menos compromisos: por qué la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París agrava la crisis climática en América Latina – LatFem

Autor: Maria Paz Tibiletti

El 2023 cerró con un récord alarmante: fue el año más cálido registrado. El planeta ya superó el umbral crítico de 1,5°C de calentamiento, intensificando sequías, incendios y huracanes que golpean con especial crudeza a América Latina y el Caribe. Mientras la crisis climática se profundiza, las políticas de negacionismo avanzan en la región.

Una de las primeras medidas que tomó Donald Trump al asumir su segundo mandato como presidente de Estados Unidos fue firmar una orden ejecutiva para retirar al país del Acuerdo de París, al igual que hizo en 2017 durante su primera presidencia. Aunque la medida aún es discursiva, su impacto es claro: debilita los esfuerzos globales para frenar la crisis climática y refuerza sectores políticos que buscan desregular el mercado de carbono y la transición energética.

En Argentina, el presidente Javier Milei ha sugerido que el país podría seguir el mismo camino. Pero, la periodista especializada en cambio climático, Tais Gadea Lara aclara que aún no hay una decisión oficial: “Lo único que se dice desde el año pasado es que se está evaluando la salida, pero en concreto no hay nada más que eso”. Además, recuerda que, tras la decisión de retirar a la delegación argentina de la COP29, el propio Canciller Gerardo Werthein aseguró que Argentina permanecería en el Acuerdo.

Por su parte, Cecilia Nicolini, ex secretaria de Cambio Climático, Desarrollo Sostenible e Innovación de la Nación, advierte sobre las consecuencias que tendría la salida de Estados Unidos para América Latina: “Un mayor aislamiento para la región, menos financiamiento y menos recursos para toda la agenda de desarrollo”.

La retirada de Estados Unidos y el posible efecto dominó

Los efectos del calentamiento global son cada vez más visibles. La Organización Meteorológica Mundial confirmó que los últimos nueve años han sido los más cálidos jamás registrados, con 2023 a la cabeza. Este aumento de temperatura no es un número vacío: la Amazonía, considerada el pulmón del planeta, está cada vez más cerca de convertirse en una fuente de emisiones en lugar de absorber carbono, y el Caribe y Centroamérica enfrentan huracanes más destructivos cada año, desplazando a miles de personas.

Mientras el Sur Global sufre las peores consecuencias, el Norte sigue siendo el mayor responsable. Según el World Resources Institute, el 90% de las emisiones históricas de gases de efecto invernadero provienen de países desarrollados. Estados Unidos, la Unión Europea y China lideran el ranking de los mayores contaminantes de la historia.

“La salida de Estados Unidos del Acuerdo de París tiene un impacto notablemente negativo para la acción climática que se necesita”, explica Gadea Lara. “Al no implementar políticas climáticas y no reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, estará afectando los compromisos globales de reducción de emisiones y, con ello, las posibilidades de limitar el calentamiento por debajo del 1,5°C”, afirma la periodista.

Para Nicolini, América Latina es especialmente vulnerable. “Las olas de calor, la subida del nivel del mar y la variabilidad climática extrema impactan con mayor intensidad”. En ese sentido, para ella, “las respuestas son más lentas y más costosas, lo que agrava aún más la situación de la población”, explica la politóloga y actual parlamentaria del Mercosur.

El Acuerdo de París: entre la necesidad y la ineficacia

Desde su firma en 2015, el Acuerdo de París ha sido presentado como un hito en la lucha contra el cambio climático. Su objetivo es claro: limitar el calentamiento global por debajo de los 2°C y, de ser posible, a 1,5°C. Sin embargo, a casi una década de su adopción, los compromisos asumidos por los países están lejos de cumplirse. Las emisiones globales siguen en aumento y la temperatura del planeta ya ha superado el umbral de seguridad de 1,5°C.

“Cuando Trump ganó su primera presidencia en 2016, el Acuerdo de París recién entraba en vigor y estaba el temor a un impacto de salida en cadena de otros países”, recuerda Gadea Lara. Para la periodista, la situación actual es muy diferente: “El Acuerdo lleva 10 años, la acción climática está en la agenda del resto de los países y los cambios necesarios son vistos incluso como una oportunidad de negocio no sólo desde el sector público sino también desde el privado”. Al menos, según lo que se pudo ver en la última COP, “la implementación del Acuerdo de París continuará, con o sin Trump sobre la mesa”, asegura.

La posible salida de Argentina también traería consecuencias económicas directas. “En 2022 y 2023, el país tuvo un récord de financiamiento climático con 2.000 millones de dólares, el mayor otorgado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Salirse del Acuerdo significaría una rebaja inmediata de estos fondos”, advierte Nicolini.

Además, la ex funcionaria alerta sobre la pérdida de oportunidades para sectores estratégicos. “Se verían afectadas la cooperación técnica, el fortalecimiento de capacidades y el financiamiento para equipos científicos, investigadores y pequeñas empresas innovadoras que trabajan en soluciones climáticas”, asegura. 

También anticipa que proyectos como el Fondo Verde para el Clima, el principal mecanismo internacional que canaliza financiamiento desde países desarrollados hacia países en desarrollo para acciones de mitigación y adaptación al cambio climático, quedarían comprometidos. Lo mismo ocurriría con los programas REDD+, orientados a incentivar económicamente la protección de bosques nativos y la reforestación en países del Sur Global. Ambos instrumentos son clave para sostener políticas ambientales con perspectiva de justicia climática, y su pérdida implicaría un fuerte retroceso en la transición ecosocial de la región.

En un contexto de creciente tensión climática, la diputada del Parlasur señala que el Mercosur puede jugar un rol clave: “Más allá de una unión aduanera, nos permite fortalecer políticas comunes que queremos defender como región”. Para Nicolini, el gobierno de Lula Da Silva ha tomado una postura clara en materia climática, con señales concretas a nivel nacional e internacional. La COP30, que se celebrará en 2025 en Belém do Pará, en plena Amazonía brasileña, “es una muestra del liderazgo que está ejerciendo en esta agenda”, sostiene. 

Desde su regreso al poder, Lula se ha comprometido a frenar la deforestación en la Amazonía —una de las principales fuentes de emisiones de Brasil—, y ha reinstaurado políticas ambientales desmontadas durante el mandato de Bolsonaro. Además, su administración busca posicionar a Brasil como un actor clave del Sur Global en las negociaciones climáticas. Este tipo de liderazgo, según Nicolini, podría ser un contrapeso importante frente a las posturas negacionistas que hoy resurgen en la región.

Construir una respuesta desde el Sur Global

Más allá del Acuerdo de París, América Latina enfrenta el desafío de frenar el saqueo de sus territorios y promover transiciones ecosociales alternativas. Mientras algunos gobiernos, como el de Javier Milei, se alinean con el negacionismo climático, los movimientos socioambientales y feministas de la región siguen resistiendo y construyendo otras formas de habitar el mundo.

Para Nicolini, de concretarse, la salida del Acuerdo sería un retroceso histórico para Argentina “La política climática ha sido una de las pocas políticas de Estado que supimos construir y sostener en los últimos 20 años, incluso con cambios de gobierno. Siempre se fue mejorando y profundizando”, afirma. El papel de la sociedad civil y las comunidades será fundamental para esta discusión. Gadea Lara comparte un recuerdo en su trayectoria profesional cubriendo conferencias climáticas: “Como me dijo alguien en un pasillo de las negociaciones, ‘la sociedad civil es la que controlará la implementación y exigirá que cumplan con los compromisos’”.

Las comunidades, históricamente, han sido la primera línea de defensa: “Las comunidades en territorio supieron construir un movimiento de lucha frente al avance de las actividades intensivas y en favor de la defensa de sus derechos y del ambiente”, destaca la periodista.

Desde esa misma línea, la abogada y directora ejecutiva de Fundación Cauce, Valeria Enderle, subraya el valor que tienen los acuerdos internacionales como herramientas simbólicas y políticas: “Claramente son muy importantes en distintos niveles para hacer incidencia. Aunque tengan ciertas limitaciones, sostener consensos mínimos nos permite tener una bandera, una base desde la cual seguir exigiendo”. En un escenario geopolítico complejo, asegura, “seguir pensando en ser más ambiciosos es uno de los puntos fundamentales”.

Enderle también destaca el rol insustituible de los movimientos populares: “El rol de colectivos feministas y movimientos socioambientales es crucial, porque llevamos la voz de quienes no pueden estar en esos ámbitos: personas vulnerables que sufren el cien por ciento de las consecuencias de la crisis climática, sin haberla causado”. 

Para organizaciones como la suya, llevar esas voces a las mesas de decisión no es solo un acto de representación política, sino una forma concreta de lucha desde los territorios. “Esto no es una ilusión ni un discurso vacío. Lo documentamos, tenemos los testimonios de quienes están sufriendo sus impactos y eso nos permite hacer incidencia no solo política, sino también jurídica, exigiendo reparaciones y mejoras concretas con enfoque de derechos, cuidados y humanidad”, sostiene.

En este contexto, los Acuerdos de París y Escazú no pueden ser vistos como soluciones en sí mismos, sino como herramientas de lucha. La crisis climática es innegable y la lucha por la justicia ambiental no puede depender de la voluntad de gobiernos que priorizan los intereses corporativos sobre la vida. América Latina y el Caribe enfrentan el desafío de garantizar que la acción climática no quede subordinada a quienes han causado la crisis y consolidar una transición ecosocial que realmente contemple la protección de los territorios y sus comunidades.

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