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El fracaso de la política de cambio climático de Joe Biden

Autor: Leonardo Morales

Esta fue una de las grandes promesas de Biden durante su campaña electoral de 2020 para contentar a la extrema izquierda. Se convirtió además en una de las críticas de mayor peso contra el gobierno del presidente Donald J. Trump en los debates televisivos y discursos públicos, acusándolo de contaminar el planeta y de favorecer a la gigantesca y poderosa industria petrolera estadounidense.

A casi cuatro años de su mandato, la administración Biden es la “mejor aliada” de los combustibles fósiles. Incluso, ha sido su salvavidas frente a la inflación que creó, la peor en casi cinco décadas.

Hoy, Estados Unidos produce como promedio más de 13,3 millones de barriles de crudo diario (b/d), una cifra récord que también se rompió en 2023 de 12,9 millones de b/d en comparación con el 2019 (12,2 millones b/d), durante el gobierno de Trump.

Más petróleo y fusiones

En síntesis, ahora EEUU extrae y procesa mucho más petróleo, gas y otros derivados que cuando la era Trump.

Después de que Biden emprendiera una guerra inicial contra la industria de los combustibles fósiles -mediante varias órdenes ejecutivas desde su llegada a la Oficina Oval- fue el propio jefe de la Casa Blanca en su marcha atrás quien pidió aumentar la producción de petróleo para hacer bajar los precios de la gasolina, y por consiguiente frenar la escalada inflacionaria que fomentó con sus políticas de “cambio climático”.

Pero hay mucho más de lo que Biden ni su campaña electoral pueden referirse a pocos meses de las elecciones presidenciales en noviembre.

Durante su mandato se ha confirmado el mayor número de fusiones de grandes compañías petroleras en la historia de la nación: cuatro enormes multinacionales se han fortalecido aún más con la adquisición de otras. Y la Casa Blanca no puso ningún reparo en meses anteriores, excepto ahora y sobre la última que se anunció cuando falta menos para las elecciones presidenciales.

El más reciente pacto es entre el gigante petrolero estadounidense ConocoPhillips y su competidor Marathon Oil, un acuerdo estimado en 22.500 millones de dólares, en momentos en que el sector enfrenta las presiones por su supuesto impacto sobre la controversial teoría del “cambio climático”. Prominentes científicos han catalogado esa hipótesis como campaña política impulsada por una élite globalista que integra el denominado Foro Económico Mundial, el denominado Acuerdo de París y el Foro de Sao Paulo.

Se trata de la última operación de una serie de grandes adquisiciones en el sector petrolero estadounidense, que chocan de manera frontal contra los llamados a una prometida transición hacia las “energías verdes”.

Los demás acuerdos, nacidos todos bajo el gobierno de Biden, son la compra por parte de ExxonMobil de Pioneer Natural Resources por 60.000 millones de dólares; la adquisición de Hess por Chevron por 53.000 millones de dólares, y la fusión de Occidental Petroleum y CrownRock por 12.000 millones de dólares.

Explotación en tierra

La más reciente operación permite a ConocoPhillips reforzar su posición en zonas ricas en petróleo y gas de esquisto, como la cuenca de Bakken, en el norte, y la cuenca Pérmica, en el sur.

“La fusión aporta un “potencial significativo de sinergias”, declaró Ryan Lance, director general de ConocoPhillips.

La compra permite “añadir superficies muy complementarias a la cartera “onshore” (explotación de petróleo en tierra) de ConocoPhillips en EEUU, con 2.000 millones de barriles de reservas adicionales”, indicaron las empresas con sede en Texas.

ConocoPhillips espera ahorrar 500 millones de dólares en los años posteriores a la adquisición, gracias a “la reducción de costos administrativos” y de producción.

El gigante petrolero dijo que continuará la recompensa a sus accionistas con operaciones de recompra de acciones por más de 20.000 millones de dólares en los tres años posteriores a la compra, de los cuales 7.000 millones se distribuirán el primer año, detalla un informe.

Se espera que el convenio se selle en el cuarto trimestre de este año. El monto de la operación incluye el fondo pasivo de Marathon Oil por 5.400 millones de dólares.

Sin embargo, Biden y legisladores demócratas- bajo fuertes presiones electorales- hicieron público en días recientes su rechazo. La portavoz de la Casa Blanca dijo que se iniciaría el proceso legal para frenar el trato.

Beneficios similares a estos; en incluso mejores, anunciaron ExxonMobil, Chevron y Occidental Petroleum.

La promesa de Biden no sólo quedó enterrada, sino que motivó a la industria petrolera a hacerse más sólida e infranqueable frente a los propósitos de destrucción de grupos ambientalistas financiados por los nuevos intereses de centros de poder a nivel mundial; que promueven -mediante campañas mediáticas de desinformación y acciones preconcebidas- el sector de los vehículos eléctricos, la energía solar, la eólica, etc.

Accionistas y activistas a la vez

El más reciente ejemplo de estos ataques planeados contra la industria petrolera estadounidense fue la demanda a ExxonMobil de accionistas y a la vez activistas del “cambio climático”.

En medio de la controversia, la empresa llamó a todos sus accionistas para reelegir o no el cuerpo directivo de la multinacional. La respuesta fue tajante: los 12 candidatos al directorio recibieron el 95% de los votos, que ratificaron no sólo la junta directiva de la empresa, sino el rumbo y sus planes futuros, que distan diametralmente de los supuestos “objetivos ambientalistas”.

“Nuestros inversores enviaron un poderoso mensaje. (…) Su voto ilustra la convicción de que estamos por el buen camino, al reelegir de forma aplastante a nuestros mentores y rechazar masivamente las cuatro resoluciones que habrían obstaculizado nuestra capacidad de crear valor a largo plazo”, señaló el grupo en una declaración.

La votación ocurrió luego de que el gigante petrolero ExxonMobil iniciara querellas contra varios accionistas “ambientalistas” que exigían líneas estrictas para la reducción de emisiones del llamado efecto invernadero.

La compañía ha implementado con anterioridad responsables medidas sobre el tema, pero los inversores extremistas exigían mucho más, una petición que rechazó de forma unánime la dirección de la transnacional petrolera.

ExxonMobil respondió con dos contrademandas a grupos radicales de accionistas -la ONG Follow This y la sociedad de inversiones Arjuna Capital- que buscaban que se aprobasen normas contraproducentes a costa de dañar con intencionalidad los ingresos de la compañía. El telón publicitario o judicial fue el de supuestamente “limitar las emisiones de efecto invernadero”.

Las dos entidades renunciaron a su postura y “demandas climáticas” al ver que su plan de fragmentar la directiva e impactar las ganancias no fructificó ni de manera interna ni en las Cortes.

El objetivo era claro: hacer desaparecer a ExxonMobil.

Tapar los graves errores de Biden

El líder de la mayoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer, y otros legisladores pidieron en días recientes al Departamento de Justicia que investigue a la industria petrolera ante sospechas de “fijación de precios”.

Más de 20 senadores de la izquierda aluden ahora a una investigación de reguladores federales sobre supuestas prácticas de monopolio de directivos en la industria petrolera estadounidense.

En particular, los demócratas se refieren a ExxonMobil, a quien acusan ahora de utilizar tácticas para subir el precio de la gasolina y otros carburantes, tras la aprobación de la compra de Pioneer Natural Resources por 60.000 millones de dólares.

“Estos reportes son alarmantes y alimentan el temor de que la avaricia corporativa esté manteniendo los precios artificialmente altos”, escribieron los demócratas en una carta al fiscal general, Merrick Garland.

Schumer y sus colegas urgieron a Garland a “usar todas las herramientas” disponibles para prevenir este tipo de situaciones y combatir la fijación de precios, según ellos.

A parte de las cuestionables o no estrategias de las compañías del petróleo, Biden se encuentra asfixiado en sus propias acciones que intentarona desestabilizar a estas empresas y que se tradujeron en la más cruda inflación en las últimas décadas y, por consiguiente, el deterioro por más de tres años continuos del poder aquisitivo de las familias estadounidenses.

Las encuestas reflejan ahora el gran descontento de los estadounidenses sobre las consecuencias de los irresponsables errores de Biden y sus asesores.

La industria farmacéutica y sus gigantescas ganancias por las experimentales vacunas “contra” el COVID-19 parece tener mejor suerte bajo los gobiernos demócratas. Sus fusiones, o no llegan a los escritorios del Departamento de Justicia o se quedan en un limbo investigativo de la Comisión Federal de Comercio.

Sólo en el primer semestre de 2023, las compraventas entre grandes y medianas empresas farmacéuticas en EEUU movieron más de 80.000 millones de dólares, con Pfizer a la cabeza.

Por 43.000 millones de dólares Pfizer llegó a un acuerdo para quedarse conla empresa Seagen, un pacto del que no mencionan los demócratas del Congreso en Washington.

Sin embargo, los activos demócratas sí van por las petroleras como parte de su contraproducente agenda climática.

La carta enviada a Garland se encuentra en el centro de una escalada de confrontación de la izquierda y de la extrema izquierda con las grandes petroleras, llamadas “Big Oil”, debido a los altos precios sostenidos del combustible y las emisiones de gases de efecto invernadero, pero sobre todo con la cercanía de las elecciones presidenciales para su candidato Joe Biden, cuya política prometida de transición hacia las llamadas “energías limpias” apenas despegó de la Oficina Oval en la Casa Blanca.

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FUENTE: Con información de AFP, AP y otras fuentes.

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