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La cristología biográfica de Jacques Dupuis y el conflictivo camino hacia el encuentro con el pluralismo religioso

Autor: Religion Digital

El 28 de diciembre se cumplen 20 años de la muerte del teólogo belga Jacques Dupuis SJ., (†2004-2024), una de las figuras máximas de la reflexión teológica sobre el cristianismo y sus relaciones con las religiones

El propósito de nuestro artículo es presentar el conflictivo itinerario que recorrió su “cristología biográfica” en búsqueda de las religiones de la tierra

El 28 de diciembre se cumplen 20 años de la muerte del teólogo belga Jacques Dupuis SJ., (†2004-2024), una de las figuras máximas de la reflexión teológica sobre el cristianismo y sus relaciones con las religiones. El propósito de nuestro artículo es presentar el conflictivo itinerario que recorrió su “cristología biográfica” en búsqueda de las religiones de la tierra.

‘Informe RD’ con análisis y el Documento Final del Sínodo

Dupuis, nacido el 5 de diciembre de 1923 en Huppaye, en la provincia de Brabante (Bélgica), provenía de una familia acomodada; su padre Fernand era ingeniero y se convirtió en el gerente de una importante fábrica metalúrgica, su madre Lucie venía de una tradición de profesionales de la notaría. El matrimonio tuvo cuatro hijos, siendo Jacques el tercero. Cursó sus estudios primarios y secundarios con los jesuitas, en la ciudad de Charleroi, por aquellos días uno de los mayores centros industriales de Bélgica. En el colegio Sagrado Corazón de los jesuitas pasará doce años, donde nacerá su vocación jesuita, que peregrinará por varios lugares y traslados a causa de las sucesivas ocupaciones de los alemanes a partir de 1940. Exiliado con toda su familia a Francia, desembarcaron en Normandía, en una playa llamada Rivabella, que más que un lugar de vacaciones era un centro de refugiados, dado que los alemanes avanzaban deprisa en la invasión de Francia. Luego de dos semanas, debieron desplazarse hacia el sur y desembarcar en Vandée, en un lugar pequeño y atrasado llamado Aiguillon-sur-Mer, frente a la isla de Ré: “fue mi primera experiencia en un entorno de Tercer Mundo, a pesar de que la expresión era desconocida entonces. Los suelos estaban hechos de barro, y el combustible de estiércol de vaca; lo vería mucho más tarde en las aldeas de la India”.

Revista AdNormas - O desafio do pluralismo religioso

Dupuis ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús en septiembre de 1941, los siete años de duración transcurrieron entre la ocupación alemana y la posterior experiencia de las cicatrices de todas las dificultades sufridas por el país y su gente. Los lugares de su formación clásica y filosófica fueron siete (Arlon, Clairfontaine, Guirsh, Namur, Suarie, Eegenhoven [Lovaina] y Godinne) debido a los traslados que generaron los avances de las fuerzas alemanas (Cf. Gerard O’Connell, “Do not stifle the Spirit. Conversations with Jacques Dupuis, Orbis Book, Maryknoll, New York, 2017, pp. 26-38).

La vocación misionera en India

La vocación jesuita y el deseo de ir a la India como misionero fueron creciendo en Dupuis lentamente. Un grupo de sus compañeros ya estaba destinado a ir a la India, en vista de todo, hicieron algunos cursos especiales de preparación para su misión. A esos cursos los llamaron el “juniorado indio”, donde se impartían clases de historia y filosofías indias, religión hindú, inglés y sánscrito. Este juniorado estaba dirigido por el P. Pierre Johanns, que había vivido muchos años en Calculta, donde había hecho un trabajo pionero en el campo del diálogo interreligioso con el hinduismo en el más alto nivel académico. Como tuvo que regresar a Bélgica por problemas de salud, pronto asumió la dirección de los cursos especiales para los que estaban destinados a la India. La atracción por la India se convirtió en fascinación y, finalmente, Dupuis informó a sus superiores de su deseo de inscribirse en la misión de Calcuta.

Una vez terminado su tercer período de formación inicial que consistió en tres años de filosofía, desde 1945 a 1948, debió haberse trasladado a la Universidad de Lovaina para obtener la licenciatura en filosofía en la Facultad jesuita de Filosofía de Eegenhoven, pero el colegio San Alberto en esta ciudad había sido incendiado por los alemanes durante la guerra, por lo que toda la comunidad se había exiliado en el colegio San Pablo, en Gondine, en la provincia de Namur. Finalmente fue en diciembre de 1948 cuando Dupuis con 25 años, tuvo que despedirse de su familia para emprender el viaje a Calculta. “La partida fue muy dolorosa; menos para los que se iban que para los que se quedaban […] Para apreciar adecuadamente el enorme coste que suponía para los miembros de la familia, hay que recordar que, en aquellos días, una vocación a las “misiones extranjeras” en la India significaba que uno dejaba la familia y el país de una vez por todas; no habría retorno. Se cortaban los puentes. Que luego las cosas salieran de otra manera no era algo previsto o atisbado” (Gerard O’Connell, “Do not stifle the Spirit. Conversations with Jacques Dupuis”, op. cit. pp. 41-42). El viaje a la India tiene su propia historia en la que no nos detendremos aquí, basta pensar en los múltiples inconvenientes y en el tiempo que les demandó, casi un mes desde Nápoles a Bombay.

Cuando Dupuis llegó a Calculta, todavía no se había planteado que se convirtiera en profesor de teología en la India. Es cierto, que en Bélgica había conocido de cerca, al P. Pierre Johanns, el fundador de lo que llegó a conocerse como la “Escuela jesuita de indología de Calcuta”. Durante sus primeros años en Calculta entró en estrecho contacto con aquellos que habían sido sus colegas allí, como el P. George Dandoy y sus sucesores, los PP. Pierre Fallon, Julien Bayart, Robert Antoine y Richard de Smet, todos comprometidos en el diálogo interreligioso a un nivel académico muy alto en la Universidad de Calcuta o en otros lugares. Dupuis fue destinado por sus superiores a seguir una trayectoria similar después de completar su formación. En efecto, después de pasar dos años trabajando en la escuela secundaria San Francisco Javier, dedicó dos años completos a estudiar el idioma bengalí, sin el cual la vida en Calculta como sacerdote hubiera sido imposible. En enero de 1952, Jacques Dupuis fue enviado a la Facultad jesuita de Teología de Saint Mary’s College, una pequeña cuidad en la ladera del Himalaya, situada a unos 2000 metros de altura y a unos 500 kilómetros al norte de Calcuta. Dupuis describe con gran admiración el paisaje que le rodeaba: “Desde nuestra casa, hacia el sur, veíamos la llanura de Bengala, que se extendía cientos de kilómetros cuando la visibilidad era clara, y hacia el norte una magnífica vista de la nieves eternas del Kanchenjunga, uno de los picos más altos y majestuosos de la cordillera del Himalaya” (Gerard O’Connell, “Do not stifle the Spirit. Conversations with Jacques Dupuis”, op. cit. p. 44). La ubicación les parecía ideal a los estudiantes, para elevar los pensamientos hacia los valores inmortales a través del estudio de la teología, sin embargo, después del Concilio Vaticano II (1962-1965), la situación sería diferente. Comprendieron que parecía incongruente seguir pensando la fe que debía anunciarse a todos los rincones y situaciones humanas, permanecer tan aislados del mundo. Por eso, la Facultad sería trasladada de las alturas de Kurseong al centro de Delhi, capital de la India. Aunque el contraste no podía ser mayor, nadie lo lamentó. Por aquellos días pertenecer al Saint Mary’s College, era para los estudiantes jesuitas todo un orgullo, pues era la primera Facultad eclesiástica de la India, con un alto nivel académico que se comparaba con las Facultades de teología en Roma, París o cualquier otro lugar. El decano P. Joseph Putz, se convirtió en perito del Vaticano II y fue mentor de Dupuis -o como se diría en términos indios, su “gurú”-, de quien aprendió, no solo sus conocimientos, sino también su apertura real al mundo y la atención a la cultura circundante, que le permitieron más tarde desarrollar sus aportes para la renovación de la teología de las religiones.

Il missionario Jacques Dupuis - Mondo e Missione

El 21 de noviembre de 1954, Dupuis fue ordenado sacerdote por el arzobispo Ferdinand Perrier, SJ, en la catedral de Calcuta. De su familia solo pudieron acompañarlo su hermana y un primo, presencia que le fue de gran alegría y consuelo, dado el largo viaje, algo excepcional por entonces. Terminados sus estudios en Kurseong a finales de 1955, y habiendo obtenido una licenciatura en teología, sus superiores le tenían reservado seguir sus estudios de doctorado, pero antes vivió tres años en Hazaribagh donde hizo su tercera probación bajo la dirección del P. Louis Schillebeeckx, hermano mayor del gran teólogo dominico Edward Schillebeeckx. En 1956 comenzó sus estudios en la Universidad de Calculta para familiarizarse más profundamente con la filosofía india y las tradiciones religiosas indias.

Un intermezzo romano pero vivace

Luego de nueve años en India, Dupuis debía regresar a Roma para hacer -pensaba él- en dos años su doctorado. El tiempo era el mínimo requerido, pero el gobierno central de la India, no aceptó su petición, dado que como extranjero solo le permitían estar fuera de la India durante dieciocho meses sin que perdiera su permiso de residencia permanente. Por ello, se trasladó al colegio De Nobili, en Poona, por entonces la segunda Facultad de Teología jesuita en la India, donde, bajo la dirección del P. Joseph Neuner, otro gran teólogo que también fue perito en el Concilio, comenzó a trabajar en el tema de su tesis. Recién en septiembre de 1957 viajó a Roma para continuar su trabajo en la Universidad Gregoriana, donde obtuvo su doctorado en teología a principios de 1959. En ese “intermezzo”, había muerto Pío XII y fue elegido el 28 de octubre de 1958 Juan XXIII, con gran expectativa en toda la Iglesia. El objetivo de Dupuis en su regreso a Roma fue terminar su tesis doctoral: “La antropología religiosa en Orígenes”, el teólogo griego del siglo III, indudablemente una de las mayores luminarias de los Padres de la Iglesia. Dupuis al trabajar sobre Orígenes, pensaba que al igual que los Padres griegos se enfrentaron al enorme problema de insertar el mensaje cristiano en el contexto de la cultura griega, del mismo modo, él y tantos otros teólogos en India se enfrentaban al problema de insertar el Evangelio en las grandes culturas del extremo Oriente. ¡El desafío no era en absoluto menor que el de aquellos! Dupuis valora su enorme trabajo, aun cuando tuvo que hacerlo a marchas forzadas y en tiempo “vivace” para terminar la tesis dentro de los dieciocho meses que se le había concedido para estar fuera de la India y no perder su permiso de residencia. De este modo, aterrizó en Bombay en febrero de 1959, un día antes de que expirara su visado. “Cuando pasé por el puesto de control policial, el oficial miró mi pasaporte y comentó “Justo a tiempo”. Respondí: “Sí, pero a tiempo” (Gerard O’Connell, “Do not stifle the Spirit. Conversations with Jacques Dupuis”, op. cit. p. 50).

Teólogo y profesor en Saint Mary’s College en Kurseong

Tras el anuncio el 25 de enero de 1959 por Juan XXIII, del Concilio Vaticano II, el clima en Roma fue contrastante al que se vivió en India. Mientras que en Roma se pasaba del entusismo al escepticismo o la pura consternación, el contexto de la Iglesia en la India que estaba en proceso de convertirse en una Iglesia local, el “nuevo Pentecostés” convocado por el papa bueno, apareció como un precioso regalo de Dios, y una oportunidad única, en el contexto de la India, para replantear a fondo formas tradicionales y abrir nuevas perspectivas. El grupo de teólogos jesuitas en Kurseong a pesar de lo lejos que estaban de Roma, siguieron sin embargo, con gran expectativa la preparación del Concilio desde 1959 a 1961, y luego con mayor interés, por no decir con pasión, sus cuatro sesiones y períodos de descanso desde 1962 a 1965. Especialmente cuando el Concilio se puso en marcha, el grupo siguió su desarrollo a través de crónicas diarias, semanales y mensuales que aparecían en “La Croix”, “The Tablet”, “Informations Catholiques Internationales”, y otras publicaciones que recibían por correo.

El comienzo de la carrera docente en este contexto, con las animadas discusiones del Concilio, llevaron a Dupuis a hacer un replanteamiento exhaustivo de algunos puntos de vista teológicos que había recibido y abrirse a nuevos horizontes y perspectivas. Un ejemplo sirve de muestra. El medio intocable de enseñanza en teología había sido el latín, una tradición venerable que parecía “inamovible” y que incluso el papa Juan XXIII parecía confirmar con la Constitución apostólica “Veterum sapientia” (1962). En Kurseong, por ejemplo, la práctica consistía en que un profesor dijera una frase en latín y luego la tradujera al inglés para hacerse comprender por los alumnos. Dupuis consideró esto una gran pérdida de tiempo, así que fue el primer profesor en comenzar su carrera docente directamente en inglés, lo que despertó algunas sospechas en la Facultad. En el contexto de la India, había una nueva actitud hacia las otras tradiciones religiosas, lo cual recomendaba el diálogo y la colaboración. En la pequeña comunidad de Kurseong, existía el deseo de no perder el tiempo en comenzar, sino de avanzar con determinación y coraje para dar los primeros pasos en la puesta en práctica tanto del espíritu como de la letra del Concilio. Por ejemplo, la capilla de la comunidad de Saint Mary’s College se remodeló a fondo para adaptarla a la liturgia renovada después de la promulgación de la constitución “Sacrosanctum Concilium”, del 4 de diciembre de 1963. Fueron los estudiantes quienes propusieron la idea y realización del proyecto, que ellos mismos planificaron y ejecutaron con los talentos y medios de que disponían. Para cubrir el presupuesto de la transformación, que con los medios a disposición no era demasiado alto, Dupuis escribió algunos artículos para una revista teológica estadounidense. De este modo se pudo cubrir el presupuesto, los superiores dieron el permiso y con un equipo de cuatro estudiantes especialmente dotados para la artesanía y la pintura, trabajaron día y noche durante las vacaciones, al final del curso académico de 1967. El resultado fue una transformación profunda de la capilla según la nueva liturgia; Dupuis destaca “la fina pintura de la Virgen María en estilo indio”, como también “el ambón para la proclamación de la Palabra de Dios, tallado en madera en forma de “loto” y coronado con el “om” sagrado, el símbolo indio de la Palabra de Dios. La reforma de la capilla del Saint Mary’s fue una de las primeras realizadas en la India. También la comunidad, guiados por Dupuis, trabajaron en otros aspectos de la liturgia, como la composición de una plegaria eucarística extraída de la tradición india. Para ello, Dupuis dirigió un seminario durante un semestre para lograrlo. La estructura y el desarrollo de la plegaria eucarística tenían que estar bien fundamentados teológicamente, antes de poder intentar su composición. En el trabajo de composición buscaron expresiones paralelas en la Biblia judía y cristiana y en los libros sagrados de la India, para expresar el contenido de la eucaristía: el misterio pascual de la muerte-resurrección de Jesucristo, cuyo memorial es la eucaristía. También se compusieron oraciones de intercesión para insertarlas profundamente en el contexto indio y, sobre todo, un largo “prefacio” o proclamación de la historia de la salvación india, cuyo registro se encuentra en las religiones de la tradición india, y a las tres “margas” o formas -conocimiento, devoción y trabajo- con las que se ha buscado la unión con Dios a lo largo de los siglos.

Jesuits Ireland

“La plegaria eucarística para la India”, como se la conoció, es la única plegaria de ese tipo que se ha propuesto a la Conferencia Episcopal India para su aprobación. Recibió la aprobación de los obispos indios y aunque no recibió el reconocimiento oficial por parte de la entónces Congregación de Ritos, dada la sospecha e ignorancia, que han caracterizado su metodología de trabajo hasta el presente, sin embargo, todavía hoy se usa ampliamente en India (Cf. Gerard O’Connell, “Do not stifle the Spirit. Conversations with Jacques Dupuis”, op. cit., p. 54-55). El trabajo de Dupuis con la liturgia fue intenso, al punto que fue nombrado consultor de la Comisión Litúrgica de la Conferencia Episcopal de la India. El trabajo producido por esa comisión durante los años posteriores al Concilio fue enorme, toda esta tarea fue diseñada y dirigida por el P. D. S. Amalorpavadass, el dinámico director del Centro Bíblico, Litúrgico y Catequético de Bangalore (Cf. Peter C. Phan, “Jacques Dupuis and Asian Theologies of Religious Pluralism”, en Daniel Kendall & Gerald O’Collins eds., “In Many and Diverse Ways. In honor of Jacques Dupuis”, Orbis Book, Maryknoll, New York, 2003, p. 74).

Después del Concilio se había vuelto absurdo mantener la formación teológica de los futuros sacerdotes jesuitas ubicada en las nubes de las montañas del Himalaya. El contacto con el mundo en general, y en particular con la realidad india, se convirtió en un deber. La decisión de trasladarse a la capital, Delhi, no fue fácil de tomar ni de realizar. Finalmente fue asumida por el P. Pedro Arrupe, general de la Compañía de Jesús y ejecutada en el invierno de 1971. El “intrépido” Dupuis hizo el viaje en motocicleta, unos 2000 kilómetros desde Kurseong a Delhi. El trabajo de Dupuis aumentó considerablemente, pronto se convirtió en asesor teológico de la Conferencia Episcopal de la India; varias veces los obispos le pidieron la conferencia que iluminaba el inicio de las reuniones. Así en 1976 tuvo su discurso sobre “La pertenencia de los religiosos a la Iglesia local”, expuso la necesidad de alinearse con el plan pastoral de la diócesis, explicando que la “exención” de los religiosos debía entenderse correctamente, en el sentido de su disponibilidad con los lineamientos dados por los obispos locales. Los obispos de la India apreciaron su charla y la publicaron en las Actas generales de ese año.

También en otra ocasión, el tema propuesto para la deliberación en la Asamblea General de la Conferencia fue “La respuesta de la Iglesia a las necesidades apremiantes de la India”. Esto fue en Mangalore en 1977, allí Dupuis señaló la necesidad de que la Iglesia ofreciera un testimonio de solidaridad con las clases pobres y oprimidas en un contexto como el de la India, para convertirse no simplemente en una Iglesia “para” los pobres sino “con” los pobres y “de” los pobres. En su conferencia hizo incapié en desarrollar un sentido de autosustentación de los recursos locales en lugar de seguir dependiendo de los fondos y la ayuda del exterior, una actitud que perjudicaba el testimonio de la Iglesia local en su autonomía legítima. Estar en Delhi significó para Dupuis nuevas oportunidades para asistir a importantes reuniones teológicas y otras sesiones que durante años se multiplicaron y jugaron un papel importante en la renovación teológica iniciada por el Vaticano II. Había reuniones nacionales y seminarios celebrados en el Centro de Bangalore, exclusivamente para todo el subcontinente indio, y también otras reuniones más amplias, para toda Asia, patrocinadas por la Conferencia Episcopal India, entre otras, pero dentro del contexto de la Federación de Conferencias de Obispos Asiáticos (FABC). Estas reuniones hicieron mucho por introducir en las Iglesias india y asiática el espíritu de renovación conciliar, junto con la conciencia de ser Iglesias que ya no se limitaban a “estar en” la India y Asia, sino a “ser de” la India y Asia. La participación de Dupuis durante aquellos años se dió particularmente a través de contribuciones y artículos en la revista “The Clergy Monthly”, más tarde llamada “Vidyajyoti: Journal of Theological Reflection”, de la que fue su editor asistente en 1973, y director general desde marzo de 1977 hasta mayo de 1984.

La Federación de Conferencias Episcopales Asiáticas creada en 1970, celebró su primera asamblea plenaria en Taipei, Taiwán, en 1974. Esta asamblea produjo un importante documento sobre la evangelización en el continente asiático que fue enviado a Roma como preparación para el Sínodo de obispos de 1974. Dupuis tuvo la oportunidad de acompañar al arzobispo Lawrence Picachy, de Calcuta, como su secretario. Dupuis consideró aquel Sínodo como uno de los mejores realizados en Roma. Allí se habían desarrollado importantes conceptos que se tenían como retrazados. Por ejemplo: “Evangelizar” ya no consistía meramente en proclamar a Jesucristo y “convertir” a las personas al cristianismo; incluía la participación de la Iglesia en la liberación integral de los seres humanos y en el diálogo interreligioso con los miembros de otras tradiciones religiosas. El Sínodo de obispos de 1974 terminó sin haber publicado un documento propio y tuvo que contentarse con solicitar al papa que publicara un documento propio a la luz de la documentación aportada tras el sínodo. Ese fue el origen de la Exhortación apostólica “Evangelii nuntiandi” de Pablo VI, publicada a finales de 1975, de la que en 2025 se estará cumpliendo el 50 aniversario.

Otros de los importantes trabajos que Dupuis llevó adelante en la India, en colaboración con el P. Neuner, fue la preparación de una nueva colección de documentos doctrinales de la Iglesia. Las introducciones a los capítulos y a los documentos específicos se escribieron a la luz de la doctrina del Vaticano II y de la mejor teología académica de la época. El trabajo contó con la ayuda de ocho profesores de dos Facultades, “Vidyajyoti” (Delhi) y “Jnana Deepa Vidyapeeth” (Pune). El resultado fue “La fe cristiana en los documentos doctrinales de la Iglesia católica” publicado en 1973 por “Theological Publications” en Bangalore (India). De 1973 a 2001, la obra llegó a tener siete ediciones, que fueron revisadas y actualizadas sucesivamente.

“India fue la mayor gracia de mi carrera docente”

En repetidas oportunidades Jacques Dupuis expresó que a la luz de lo que vió y vivió en su exposición a la realidad india, aquella experiencia ha sido la mayor gracia recibida de Dios en cuanto a su vocación de teólogo y profesor de cristología y teología de las religiones: “Uno no puede vivir treinta y seis años en la India sin verse profundamente afectado por la experiencia” (Cf. Gerard O’Connell, “Do not stifle the Spirit. Conversations with Jacques Dupuis”, op. cit., p. 68). La civilización occidental y cristiana ha gestado consciente e inconscientemente una especie de autosuficiencia y sentido de superioridad sobre otros pueblos y culturas.

UN SUEÑO HECHO REALIDAD ENTRE LAS CALLEJUELAS DE DELHI

Aunque hemos aprendido, en teoría, que la civilización india era mucho más antigua y al menos tan rica como la nuestra, sin embargo, ese conocimiento abstracto no ha logrado cambiar profundamente la mentalidad occidental. Estúpidamente los occidentales seguimos considerándonos superiores, convencidos de la misión que tenía el mundo occidental de difundir su propia civilización por todas partes. El mito de que Europa y el mundo occidental en general  fueran el centro del mundo, es algo que debería haber desaparecido hace ya mucho tiempo. Basta con atender a los números, para darse una idea que el futuro del mundo no se encuentra en occidente; sino que pertenece, nos guste o no, al llamado Tercer Mundo y especialmente al continente asiático. El hecho de que la población de China y la India juntas, sumen hoy más de dos mil millones de personas de los seis mil millones que habitan el planeta Tierra, invita a revisar nuestra escala de valores y redimensionar todas nuestras afirmaciones. El mundo de mañana será muy diferente del que hemos conocido en el pasado; ya ha cambiado enormemente y está destinado a cambiar aún más. La columna vertebral ya no será el hemisferio occidental -ya se ha desplazado de allí-, sino aquellos continentes de los que, en el pasado, Europa se atribuyó la civilización por medio de la conquista.

La exposición a la India “como una gracia de Dios” llevó a Jacques Dupuis y a su trabajo teológico a revisar por completo la valoración de las tradiciones religiosas de aquellas personas que conoció y con las que compartío 36 años de su vida. En primer lugar y aún reconociendo la excelente formación recibida en Bélgica, incluyendo la iniciación en las tradiciones religiosas indias, Dupuis tuvo que descargarse de los prejuicios de nuestra civilización occidental y nuestra tradición cristiana. Era y lo sigue siendo para una inmensa mayoría un lugar común, pensar que que somos los mejores por no decir los únicos, en lo que respecta a civilización. Como también está arraigada la idea que el cristianismo era la única “religión verdadera”, y por tanto, la única con derecho incuestionable a existir.

Nuevos acentos en la cristología y en la teología de las religiones

En el decreto sobre el ecumenismo, “Unitatis Redintegratio”, el Concilio Vaticano II introdujo la importante consideración de “un orden” o “jerarquía” en la verdad de la doctrina católica (UR 11). Esto explica el principio según el cual se establece esta jerarquía de las verdades en términos de su diferente relación con el fundamento de la fe cristiana. Lo que el Concilio no dijo de forma explícita al respecto es que el “fundamento de la fe cristiana” que rige la jerarquía de las verdades, es el “misterio de Jesucristo”, esto es el resultado del cristocentrismo del Vaticano II en general y la “relatividad” del misterio de la Iglesia en particular. Si seguimos este camino abierto desde el Vaticano II para aplicarlo explícitamente a la teología de las religiones, podemos sacar conclusiones importantes. De todo lo cual se sigue que la cuestión propia y verdadera es la de la relación de las tradiciones religiosas de la humanidad con el misterio primordial de Jesucristo, fundamento de la fe, y no la de la relación con el misterio de la Iglesia, que es ella misma una “verdad derivada”. Se trata, pues, de un “descentramiento” eclesiológico y de un nuevo “centramiento” cristológico de la teología de las religiones. Esto significa que la perspectiva correcta consiste en preguntarse no directamente sobre la relación horizontal de las otras tradiciones religiosas con la Iglesia, sino más bien sobre su relación vertical con el misterio de Cristo presente y en acción en el mundo (Cf. Jacques Dupuis, “Homme de Dieu, Dieu des hommes. Introduction à la christologie”, Les Éditions Du Cerf, 1995, pp. 228-229). En este momento debemos recordar que a mediados de 1980, Jacques Dupuis siendo profesor de cristología en la Facultad de Teología de los jesuitas de Nueva Delhi, y director de la revista “Vidyajyoti, Journal of Theological Reflection”, como fruto maduro de unos cursos dictados en aquel año, escribió: “Jésus-Christ à la Recontre des Religions”, Desclée, Paris 1989. En su introducción señala que, “después de haber estudiado detalladamente el modo en que los estudiosos y los teólogos hindúes ven la persona histórica de Jesús de Nazaret, se propuso desarrollar lo que después llamó “cristocentrismo teocéntrico”, como un modelo más idóneo para una teología cristiana de las religiones” (Jacques Dupuis, op. cit. p. 17).

La Teología de las religiones por aquellos años estaba en su infancia, y tenía que dar un giro completo para pasar de una perspectiva centrada en el cristianismo a una centrada en el trato personal de Dios con la humanidad a lo largo de la historia de la salvación. En esta perspectiva, las religiones se podrían ver como los “dones de Dios para los pueblos” del mundo y para tener una significación positiva del plan general de Dios para la humanidad y una valencia salvadora para sus miembros. Con este descubrimiento, el reto al que se enfrentaba la Teología de las religiones era el combinar la fe cristiana en Jesucristo, salvador universal, con la significación positiva del plan de salvación de Dios de las otras tradiciones religiosas y su valor de salvación para sus seguidores. Puede decirse que “toda la obra de Jacques Dupuis”, ha sido “luchar” con la necesidad de “superar” el aparente dilema entre estas dos afirmaciones, y mostrar que lejos de contradecirse entre sí, son complementarias si se logra ir más allá de las apariencias. La producción teológica de Dupuis mientras enseñaba en la India, se centró en este problema nuclear, y lo sería aún más después de su traslado definitivo a Roma en 1984. Como señala el teólogo australiano Gerald O’Collins, profesor e investigador en el Jesuit Theological College (Parkville, Victoria/Australia), “Dupuis ha sido capaz de formular una perspectiva teológica que tiene sentido para ambas afirmaciones, y la ha desarrollado gradualmente con mayor precisión y una base más segura en la revelación y la tradición cristiana” (Gerald O’Collins, “Jacques Dupuis’ Contribution to Interreligious Dialogue”, en “The Second Vatican Council on the Other Religions”, Oxford University Press, Oxford, 2013, p. 183). Sin embargo, una vez más, Dupuis reconoce que la teología que ha desarrollado y la enseñanza que ha impartido son muy diferentes de lo que habrían sido sin su exposición en India. Tanto su “mente como su maquillaje intelectual” se han visto trastornados por esta experiencia. Ya instalado en la Universidad Gregoriana como profesor de cristología y teología de las religiones, en el diálogo con sus colegas, dará cuenta de lo mucho que difiere su escala de valores de la mayoría de sus pares y de las muchas suspicacias y desconfianzas que su teología despertaría en algunos de ellos. Estas diferencias, Dupuis las atribuye a la “gracia de esa exposición” que a él se le ha dado y a la carencia de esa misma gracia que se detecta en muchos. En síntesis señala Dupuis “uno no se enamora de lo que no conoce”, pero a la vez, se sabe heredero muchos pioneros hombres y mujeres que desde la década de los años 30’ del siglo pasado, llegaron a la India para construir una vida monástica profundamente arraigada en la tradición cristiana y en la realidad religiosa de la India.

El hinduismo (Lavanya Prasad) - Instituto de Indología

A los estudios iniciales en Bélgica, con el maestro Pierre Johanns, fundador de la “Escuela jesuita de Indología de Calcuta”, durante sus primeros años en India conoció personalmente a muchos pioneros del movimiento en toda la India. Recuerda en particular los nombres de Jules Monchanin y Henri LeSaux (Abhishiktananda), los cofundadores del “ashram” Saccidananda de Shantivanam; Francis Mahieu Acharya, el fundador del monasterio de Kurisumula; Bede Griffiths, quien, después de la muerte de Monchanin y de dejar Abhishiktananda para irse a Uttarkashi, donde vivió como ermitaño en las fuentes del Ganges, se hizo cargo de la dirección del “ashram” de Saccidananda. También recuerda a Raimon Panikkar, la síntesis de Oriente y Occidente; las hermanas Vandana y Sara Grant, cofundadoras del “Ashram ecuménico” de Pune. Dupuis considera que su propio desarrollo teológico, no habría sido el que fue sin el conocimiento personal de estos pioneros, (Cf. Gerald O’Connell, “Do not stifle the Spirit. Conversations with Jacques Dupuis”, op. cit., pp. 71-73). 

Desde India a la Universidad Gregoriana

Los primeros contactos de Dupuis con la Universidad Gregoriana, fueron a instancia de unas invitaciones que el P. René Latourelle, le hizo para que dictara unos cursos en el segundo semestre del año académico. Dada la situación de compromisos contraídos por Dupuis en Delhi, estos cursos no debían durar más de seis semanas cada año, lo cual era muy bienvenido. El primero de estos cursos fue en 1981-1982, y el segundo, ya con el P. Latourelle como decano de la Facultad de Teología, en 1982-1983. Latourelle era un hombre con visión de futuro, que encontraba extraño que el plan de estudios no contara con ningún curso explícito sobre la teología de las religiones del mundo. La mentalidad exclusivista, tradicional en el cristianismo, y el enfoque romano de la teología perpetuaban la idea de que la teología era solo acerca del dogma cristiano y la doctrina católica. Discutir sobre la relación entre el cristianismo y las otras tradiciones religiosas parecía aventurado.

Cuando Dupuis estaba en la Gregoriana, para dar el mismo curso por tercera vez en el segundo semestre de 1983-1984, el P. Peter Hans Kolvenbach, general de la Compañía, le comunicó su traslado permanente a la Gregoriana. Aunque los cursos en la Gregoriana le dieron una audiencia más grande y la oportunidad de desarrollar un pensamiento personal de lo que creía debía ser una teología abierta a las otras religiones, Dupuis reconoce que si hubiera sabido que la primera invitación llevaría finalmente a la petición de un traslado permanente, la habría rechazado educadamente, porque nunca había imaginado la posibilidad de salir de la India para siempre (Cf. Gerald O’Connell, “Do not stifle the Spirit. Conversations with Jacques Dupuis”, op. cit., 75). Afincado en la Gregoriana comenzó a enseñar en octubre de 1984, dando cursos opcionales y seminarios sobre teología de las religiones. En el primer año impartía los cursos en francés e inglés y cambió al italiano durante el año académico de 1985-1986, lo cual le dió una audiencia mucho más grande, con tal éxito, que los cursos debían celebrarse en el aula magna.

Dupuis tenía la sensación de que lo que transmitía se extendía a todos los continentes y se multiplicaba; muchos alumnos de América del Sur le decían confidencialmente que los lugares de donde venían, leer obras de teólogos de la liberación estaba prohibido. Por eso, elegían el seminario que dictaba sobre la “cristología de los teólogos de la liberación”, para compensar aquello de lo que durante mucho tiempo habían sido privados. Situaciones similares surgía con la teología de las religiones; muchos compartían experiencias negativas en su contexto familiar, incluso con sacerdotes y maestros. Con todas estas oportunidades, Dupuis reconoce sin embargo, que el clima académico en Roma no era demasiado favorable, se tenía la sospecha de estar bajo supervición y amenazado de denuncia.

Con todo, en 1985, Dupuis fué nombrado consultor del Secretariado para los No Cristianos, que más tarde cambiaría el nombre por el de Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso (PCID). Durante aquel período asistió como consultor al coloquio teológico organizado por el mismo Consejo en el Seminario Pontificio de Poona (India) en agosto de 1993, sobre cristología, eclesiología y teología de las religiones. Allí pudo entregar en nombre del Pontificio Consejo un documento titulado “La Iglesia, el Reino de Dios y los otros”. De aquel servicio recordará, la vez que fue consultado por un documento que salió de la Congregación para la doctrina de la Fe (CDF) y que causó sensación. En octubre de 1989, la CDF publicó una “Carta sobre algunos aspectos de la meditación cristiana” que provocó revuelo por su actitud negativa hacia la adopción de métodos orientales de oración y meditación por parte de los cristianos. El camino teológico de Dupuis avanzó hacia nuevas perspectivas, con publiciones que lo situaron en el centro del debate sobre la teología de las religiones y arrojaría su propuesta hacia un cono de sombra por parte de la autoridad doctrinal de la Iglesia.

Los sufrimientos de un proceso inquisitorial

El teólogo William Burrows, investigador y profesor de misionología en el Theological Seminary de New York, ha recopilado toda la documentación en torno al proceso que la Congregación para la Doctrina de la Fe inició contra Jacques Dupuis por su libro “Hacia una teología cristiana del pluralismo religioso”, publicado en octubre de 1997 (Cf. William R. Burrows, “Jacques Dupuis, Faces the Inquisition”, Pickwick, Oregon, 2012). El libro fue inmediatamente reconocido, tanto por partidarios como críticos, y se lo consideró como un “hito” en el desarrollo de la teología de las religiones y del diálogo entre el cristianismo y las demás religiones del mundo. El tema puede explicarse de manera sencilla con una pregunta, y es cómo concebir la relación existente entre el cristianismo y las otras religiones. La gente se ha vuelto hoy más consciente de las muchas tradiciones religiosas que reclaman y reciben la lealtad de millones de personas en todo el mundo. De allí la cuestión ineludible ¿qué pide de nosotros la fe cristiana para creer y pensar en las otras religiones?

Durante siglos, en el pasado, la visión cristiana, ha sido muy negativa a este respecto. Poco a poco, sin embargo, se ha ido desarrollando una valoración más positiva de las propias religiones y una actitud más abierta hacia sus seguidores. Las razones de conveniencia pueden distinguirse bajo tres perspectivas teológicas: 1) Una primera perspectiva es la que consistía en preguntarse si la salvación en Jesucristo, el salvador universal de la humanidad según la fe cristiana, era posible para las personas que no habían escuchado su mensaje y que no habían pertenecido a la Iglesia durante su vida terrena. Hoy es admitido prácticamente por todos los católicos que la salvación en Jesucristo es posible para ellos. 2) En los años que precedieron al Concilio Vaticano II comenzó a difundirse una nueva perspectiva. Ya no se trataba simplemente de afirmar la posibilidad de la salvación para los “otros”, sino que se preguntaba si los valores positivos -y cuáles- podían atribuirse a las diversas religiones.

Se dieron diferentes respuestas a esta nueva pregunta. Algunos sostenían que las otras religiones podían poseer valores “naturales” humanos que, sin embargo, no eran por sí mismos conducentes a la salvación. Otros, por el contrario, hablaron de elementos “sobrenaturales” de verdad y gracia contenidos en las tradiciones religiosas, que ayudaban a sus miembros a obtener la salvación por Jesucristo. 3) En el período posterior al Vaticano II se ha desarrollado una tercera perspectiva que va más allá; en esta nueva perspectiva, la pregunta es si la fe cristiana puede reconocer en las otras tradiciones religiosas “caminos” genuinos de salvación para sus seguidores, queridos por Dios en su plan eterno de salvación de la humanidad. Es en esta tercera perspectiva donde el libro de Dupuis encuentra su lugar. El desafío consiste en preguntar si y cómo la fe cristiana en Jesucristo, salvador universal, es compatible con la afirmación de un papel positivo de las otras religiones para la salvación de sus miembros de acuerdo con el único plan salvífico diseñado por Dios para el conjunto de la humanidad.

Dupuis, entre otros, responde de manera positiva a la pregunta y construye su argumento sobre datos tomados de la Palabra de Dios revelada como de la tradición cristiana. Estaba convencido de que la identidad cristiana no debe construirse ni reforzarse mediante la oposición a los demás y haciendo una valoración negativa y hostil de sus tradiciones, sino por el contrario, en un diálogo abierto con ellas y en el pleno reconocimiento de lo que Dios ha estado haciendo en ellas a lo largo de siglos de historia de la salvación. Los sufrimientos de Dupuis durante el período de investigación de la CDF, que duró desde septiembre de 1998 hasta febrero de 2001 fueron enormes, pero no terminaron con el proceso, sino que se prolongaron algunos años después a su conclusión. Sin embargo, supo sostener con convicción sus posiciones, y desarrollarlas en una lograda síntesis en la conclusión de su último libro: “El cristianismo y las religiones. Del desencuentro al diálogo”, allí señala: “Lo que debemos evitar son las formas de “defender la fe” que resultan contraproducentes, haciéndolas parecer restrictivas y estrechas. Estoy convencido de que un enfoque más amplio y una actitud más positiva, siempre que estén teológicamente bien fundamentados, nos ayudarán a descubrir, para nuestra sorpresa, nuevas amplitudes y nuevas profundidades en el mensaje cristiano” (Jacques Dupuis SJ., “Christianity and the Religions. From Confrontation to Dialogue”, Orbis Book, Maryknoll, New York, 2002, p. 259).

Christianity and the Religions: From Confrontation to Dialogue : Dupuis,  Jacques, Berryman, Phillip: Amazon.es: Libros

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