LOS ÁNGELES — La toma de posesión de Donald Trump provocó que un colectivo de organizaciones mexicanas y centroamericanas se congregaran en la emblemática Plaza Olvera, en el corazón de Los Ángeles, en respuesta al discurso de odio y amenazas que el nuevo inquilino de la Casa Blanca ha lanzado en contra de la población inmigrante.
Poco después de las 9 am (hora de California), Trump fue juramentado como presidente de Estados Unidos; en su discurso, el mandatario reiteró que declarará una emergencia nacional en la frontera sur.
“Se detendrán de inmediato todos los ingresos ilegales y comenzaremos el proceso de devolver a millones y millones de extranjeros criminales a los lugares de donde vinieron”, enunció en su primera intervención en su regreso a la Oficina Oval.
Apostados junto a una enorme pancarta con fondo blanco, que llevaba inscritas letras rojas y azules con la frase “los inmigrantes son esenciales ahora más que nunca”, los líderes y activistas lanzaron un mensaje de resistencia y apoyo a la comunidad inmigrante en Estados Unidos.
“Sí se puede”, gritaban a voz en cuello en una concentración que comenzó alrededor de las 10:44 de la mañana.
Una pequeña de 8 años y estudiante de segundo grado, atrajo la atención de los presentes al intervenir en este acto, con un mensaje en inglés y español, al solidarizarse con esta causa. Isabela Rodríguez, ciudadana salvadoreña-estadounidense, compartió un mensaje de reunificación, pidiendo que no se separen las familias.
“Como ciudadana nacida en Estados Unidos, estoy aquí para pedirle al Congreso de Estados Unidos que apruebe una reforma migratoria; no a las deportaciones masivas, no a las separaciones de las familias”, pidió Rodríguez.
El regreso de Trump al poder era esperado por la comunidad inmigrante; el domingo, 19 de enero, Maurilio Bautista acudió a esta misma plaza y la iglesia que se encuentra al cruzar la calle a repartir tarjetas de color rojo, en donde se leen los derechos de las personas indocumentadas en inglés y español.
Las tarjetas se agotaron, dijo Bautista, inmigrante mexicano originario de Oaxaca. Este activista, que llegó en 1988 a Los Ángeles, coordina el Ministerio de la Virgen de Juquila y para ganarse la vida vende helados que él mismo elabora junto a su familia.
“Es hora de cerrar filas”, dijo el oaxaqueño de 65 años.
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A un costado de la concentración de los activistas, sentada en una banca metálica al oeste de la Plaza Olvera, se encontraba engullendo unos tacos y tomando un café Francisca Rendón. Esta mujer mexicana, originaria de Nayarit, vestía una camiseta blanca. En el pecho se leía la palabra México con grandes letras negras, en la parte inferior aparecía el escudo de la nación ubicada al sur de la frontera estadounidense; las mangas eran color rojo y verde.
Corita, como la llaman sus amigos, se muestra contrariada con las amenazas de Trump. Ella llegó indocumentada en 1988. Esta dicharachera mujer está de acuerdo en que se expulsen a los terroristas, secuestradores y violadores, casi repitiendo los calificativos que ha utilizado el nuevo presidente para referirse a los inmigrantes.
“Que nos dé una amnistía”, reclamó.
“Los inmigrantes latinos levantamos a Estados Unidos, lavamos baños, cuidamos señores mayores, hacemos trabajos chingones”, reconoció Francisca con soltura y contundencia.
Hacia el norte de la plaza, estaban Salvador y Adrián. El primero originario de Jalisco con 22 años en la ciudad, el otro de Tijuana desde 2015 en suelo estadounidense. Los dos se quedaron sin empleo en 2024.
Con un dejo de resignación, Salvador dice que no le preocupa lo que pase con Trump. No gana nada con acongojarse, no puede hacer nada para revertir las políticas del presidente. “No somos de aquí”, añade el hombre que desde agosto pasado se quedó sin su trabajo en el campo de la jardinería.
En consonancia con su compatriota, Adrián razona que Barack Obama deportó a más personas —es decir 3,094,208— y piensa que muchas de las promesas de Trump son mentiras, otras son verdades. También cree que por sus antecedentes empresariales a Estados Unidos le puede ir mejor en la generación de empleo, y así tal vez él y su amigo puedan beneficiarse con una oportunidad laboral.
“Tal vez pueda hacer algo con la economía”, dijo el tijuanense.
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Hasta 2022, de acuerdo al Migration Policy Institute, había una población de 11.3 millones de inmigrantes indocumentados.
Si las autoridades estadounidenses regularizaran a esta comunidad, provocaría un impacto económico de $2.5 billones (“trillion” en inglés) en un lapso de 10 años, asegura un estudio divulgado por Latino Policy & Politics Initiative de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA).
“Si Donald Trump se dice ser un cristiano, tiene que apelar a la reconstrucción, queremos un camino a la legalización, y no a la persecución y la deportación”, clamó Walter Batres, coordinador de la Red Migrante Guatemalteca.
Es que la sociedad estadounidense no se puede explicar sin el aporte de la comunidad migrante, sostiene Francisco Moreno, director ejecutivo del Consejo de Federaciones Mexicanas. Este activista, originario de Michoacán, recuerda que las frutas y vegetales son cortados por los trabajadores latinos, mayormente indocumentados. En los restaurantes, en la industria de la construcción, y en muchos campos, son las manos de estas personas las que mueven la economía.
“Estamos aquí para pedir justicia y una reforma migratoria que respete nuestras contribuciones”, apuntó Moreno.
Los activistas y expertos consideran que si Trump sigue los pasos del republicano Ronald Reagan, el presidente que dio la última amnistía aprobada en 1986, su administración puede impactar la economía.
La población indocumentada y los migrantes en general son los que más contribuyen en los diferentes rubros productivos de Estados Unidos, valora Jocelyn Duarte, profesora de Estudios Centroamericanos en el Colegio Comunitario del Este de Los Ángeles.
“Sería un beneficio económico que impulsaría a nuestro país a otro nivel”, aseguró la académica de raíces salvadoreñas y guatemaltecas.
Los activistas anunciaron que seguirán realizando diferentes demostraciones, algo clave es la información, insistieron.
“No firmen ningún documento sin su abogado, sin hay redadas en las fábricas, en supermercados o en la calle no firme nada”, subrayó Guadalupe Gómez, líder comunitario mexicano.
“Los inmigrantes somos esenciales”, decían los activistas en una de las tantas arengas.
Los líderes comunitarios insisten a la población migrante que se acerque a las organizaciones locales, en California o en cualquier otro estado. Les piden que conozcan sus derechos.
“Resistiremos en las calles, en los templos, en las fábricas, en las escuelas y en las cortes cualquier amenaza en contra de los derechos constitucionales de de los migrantes sin importar su estatus migratorio”, declaró Salvador Sanabria, activista salvadoreño y director de la organización proinmigrante El Rescate.
En medio de gritos, en donde declaraban que “el pueblo unido jamás será vencido” y “aquí estamos y no nos vamos, y si nos sacan, nos regresamos”, concluyó el acto alrededor de las 11:30 de la mañana, con el que arrancaron las acciones en el regreso de Trump a la Casa Blanca.