El evento organizado por la Asociación Católica de Propagandistas, que llega a la 26.ª edición, también pone el foco en los más jóvenes, a los que quiere implicar en la recuperación del cristianismo social
José Masip, vicepresidente de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP), codirige este año junto a María San Gil el Congreso Católicos y Vida Pública, un evento muy consolidado y de referencia para los católicos españoles y que este año se pregunta cómo responder a los desafíos que plantea el momento actual, lleno de incertidumbre, como recoge el lema. Se celebra este fin de semana en Madrid. Aquí puedes consultar el programa.
Como dice el manifiesto, publicado hace ya algunas semanas, y ratifica Masip en entrevista con ECCLESIA la idea es que entre los católicos —de movimientos, grupos y otras realidades— hagan una reflexión y articulen un plan de acción para proteger los valores y fundamentos que se derivan del Evangelio y que toman forma en el humanismo cristiano, compartido por muchos, creyentes y no creyentes.
¿Qué relación existe entre la pérdida de valores morales y la perdida de relevancia de la fe a nivel social?
Creo que en España, pero también en toda Europa, hay una pérdida de valores y referentes. Y siempre digo que si perdemos nuestros valores y referentes, estos serán reemplazados por otros, porque el ser humano busca siempre referentes. Entonces perderíamos algo que ha construido Europa y que se sustente sobre el humanismo cristiano y que no solo tienen que ver con los creyentes, sino con toda la civilización. El no matar, el no robar… ¿A qué sociedad no le gustaría aplicar esto? Por tanto, si perdemos nuestros valores, serán reemplazados por otros, con la incertidumbre de saber cuáles serán. Y hay algunos que, evidentemente, no nos atraen nada para una Europa libre como la que entendemos.
Hoy posicionarse en defensa de la vida o la familia puede llevar a uno a ser descalificado o cancelado. ¿Cómo abordar estas cuestiones en la plaza pública?
Estos temas deben ser tratados con naturalidad. Si entramos en el juego de atacar, luchar y exacerbar la sociedad, no gana nadie. Siempre pongo de ejemplo la Transición, en la que grupos de distintas tendencias y pensamientos se entendieron. Este talante es el que debemos recuperar. En Valencia, mi tierra, que acaba de sufrir una tragedia, vemos cómo unos políticos y otros se enfrentan sin ser capaces de sentarse y construir sobre una base sólida. Tal vez deberíamos reflexionar sobre esto. Con lucha y enfrentamiento directo no se consigue nada. En el caso de la familia: ponerla de ejemplo es sencillo. ¿Quién no tiene unos padres? ¿Quién, salvo excepciones, no tiene cariño hacia sus padres? Eso es la familia.
Además de las grandes ponencias de Ayaan Hirsi Ali, de monseñor José Ignacio Munilla o de Fabrice Hadjadj, ¿qué destacaría de la edición de este año?
Hemos querido que la juventud vuelva al Congreso y, por ello, el sábado va a estar muy dedicado a los jóvenes. Hablará Munilla, que llega muy bien a la juventud, pero también representantes de movimientos juveniles, los influencers… Hay una juventud preparada, capaz y que busca valores. Lo que pasa es que, a veces, van desorientados, como todo joven. Queremos ponernos a disposición de los jóvenes para lo que necesiten y sean ellos los que actúen.
El Congreso también hace hincapié en la presencia de los católicos en la vida pública y, dentro de ella, en la política. Pero no corren buenos tiempos para implicarse…
La política no es amable para nadie en estos momentos. Cuánta gente de valía, empresarios y otros profesionales, entrarían en política aportando gran riqueza y no lo hacen por entrar en conflictos y guerras. Creo que los cristianos tenemos mucho que aportar y, por tanto, animo que se intervenga en la vida pública a través de los partidos políticos, pero también de asociaciones, movimientos… Venimos a fundamentar la sociedad en unos valores que creemos esenciales y naturales, al margen de que luego tenemos una trascendencia mayor. Creemos en Dios, en el Espíritu Santo y en la redención.
En el manifiesto se habla de recuperar un cristianismo social que, aunque sea minoría, aporte a la sociedad.
Pienso que hoy en día hay pocas instituciones más sociales que la Iglesia. Ahí está Cáritas, los movimientos, asociaciones, incluso las provida, que ayudan a las mujeres, no las atacan ni obligan a nadie. El caso de Valencia es un buen ejemplo. Pero también fuera de nuestras fronteras, pues la Iglesia está donde hay guerras olvidadas, persecución de cristianos… A veces, todo esto no se cuenta, pero hay que decir que estamos ahí. No como propaganda, sino como un ejemplo para otros.