Donald Trump no es el único que ha sido víctima de la violencia política en los últimos dos meses en EEUU – de hecho, los datos señalan que su presidencia ha sido la mayor propulsora de crímenes de odio y ataques motivados por la ideología, tanto contra representantes electos como contra ciudadanos corrientes. Las amenazas contra congresistas se multiplicaron por diez durante su mandato y los delitos de odio han aumentado un 46% desde que llegara al poder en 2016. Desde la Casa Blanca o en campaña tratando de volver a ella, su discurso inflamatorio, tintado de racismo, xenofobia, misoginia, antisemitismo y a menudo animando a la violencia para saltarse con las normas del juego democrático, han dado en un clima de alta tensión del que los ataques contra él son un producto más.
Y aún más alarmante: cada vez son más los americanos que aprueban el uso de la fuerza para defender una ideología: un tercio de los americanos creen que hay ocasiones en que el uso de la violencia está justificada para avanzar en objetivos políticos, según un reciente estudio del Programa de Investigación sobre Prevención de la Violencia en la Universidad de California en Davis (UC Davis). Para muchos, es una cuestión hipotética, no esperan pasar a las armas por sí mismos, pero han normalizado que otros lo hagan: “La mayoría de los que respaldan la violencia política no quieren cometerla ellos mismos”, explica a EL PERIÓDICO Garen J. Wintemute, director del departamento y autor líder del estudio.
A favor de la violencia
Lo que Wintemute quería averiguar era qué hacía que una persona apoyara la violencia política, tanto los que dan el paso de convertirse en el autor material y perpetrarla como los que, desde sus casas, han pasado a ver con buenos ojos que otros disparen a los políticos. Su estudio halló un marcado sesgo político en la defensa del uso de la violencia. Más de un tercio de los estadounidenses adultos (56% de los republicanos y 22% de los demócratas) están de acuerdo en recurrir a la fuerza para salvaguardar el modo de vida tradicional estadounidense.
Pero incluso dentro del partido republicano hay diferencias. MAGA, las siglas en inglés de ‘Hagamos América grande otra vez’, ha pasado de ser un lema a ser un adjetivo: así se llaman a sí mismos los más leales seguidores de Trump. Ellos son el grupo político que más apoya el uso de la violencia para avanzar en sus objetivos políticos (58,2%). Consideran que es inevitable: el 30% cree que habrá una guerra civil en EEUU en los próximos años y que es más importante tener un líder fuerte que mantener una democracia.
Así, el apoyo a la violencia política va de la mano de las siguientes creencias: los que creen que las elecciones de 2020 fueron robadas a Donald Trump (46%), los que tienen una opinión favorable de Trump (41%), los que creen en la llamada ‘teoría del reemplazo’, y según la cual los inmigrantes están invadiendo EEUU y expulsando a los americanos blancos (41%).
Odio al vecino
La polarización – la división casi insalvable entre ambos partidos– y el extremismo – la radicalización de las ideas dentro de cada uno de los dos partidos – han contribuido a ello. Pero si bien ambos fenómenos han sucedido a los dos lados del congreso, no se ha manifestado de igual forma. “La violencia política real es mucho mayor en la derecha que en la izquierda”, argumenta Rachel Kleinfeld, investigadora del prestigioso Carnegie Endowment para Paz y Democracia.
Esto se traduce en un aumento de crímenes de odio no solo contra políticos sino contra otros ciudadanos corrientes. Los delitos de odio casi se han doblado desde que Trump llegó al poder en 2016 hasta 2022, último año del que existen datos oficiales, reportados por el FBI. Estos delitos incluyen ataques por razones de raza o etnia como motivo principal, seguido por orientación sexual y religión.
“En tanto que los líderes políticos exacerban la ira y reducen el alcance de las consecuencias, y en tanto que la polarización emocional crea un sentimiento de comunidad y pertenencia para las personalidades agresivas y más autoritarias, aumentan todos los tipos de violencia selectiva”, sostiene en su artículo ‘Polarización, democracia y violencia política en Estados Unidos’.
El asalto al Capitolio del 6 de enero de 2020 fue un punto de inflexión en la normalización del uso de la fuerza. De hecho, la aprobación del atentado del 6 de enero ha aumentado entre los republicanos en los últimos tres años, del 21% al 30%, mientras que los que lo desaprueban firmemente han caído casi 20 puntos, según una encuesta de CBS News/YouGov realizada en el tercer aniversario del suceso.
Wintemute, el investigador que quería averiguar por qué hay personas que apoyan la violencia política en su país, quiere acabar con una nota de esperanza: “De los que están dispuestos a cometer actos de violencia política, muchos dicen que cambiarían de opinión si les instaran a hacerlo familiares, amigos y otras personas”, explica a este diario. “Eso nos da a los que rechazamos la violencia indicaciones claras sobre qué hacer para evitarla”.
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