Para el periodista Antony Loewenstein, autor del libro El Laboratorio Palestino, Israel vende su ocupación de Palestina como un sello de calidad de su “marca país” cuando comercia armas y herramientas de espionaje. La “nación start up”, en referencia a sus empresas tecnológicas, está ligada, por ejemplo, a sistemas de inteligencia, como el software Pegasus para penetrar teléfonos móviles, que fueron probados y testeados en los Territorios Palestinos Ocupados.
En su opinión: “la historia israelí se puede dividir en dos eras: antes y después de 1967. Antes de la guerra de los Seis Días, la política israelí no era noble, pero al menos daba la impresión retórica (a veces) de que se oponía a la represión. Por ejemplo, con el apartheid de Sudáfrica. En 1963, la ministra de Asuntos Exteriores Golda Meir le dijo a la Asamblea General de las Naciones Unidas que Israel «naturalmente, se opone a las políticas de apartheid, colonialismo y discriminación racial o religiosa allá donde existan» porque los judíos entendían lo que era ser víctimas. Israel estableció lazos con los Estados africanos recién independizados que gozaban de sus libertades poscoloniales, y las naciones africanas apoyaron a Israel en la ONU. La Guerra Fría y sus cambiantes corrientes políticas contribuyeron a la creciente posición de Israel como centro neurálgico militar. El Estado judío se halló en una posición única después de 1967 con experiencia de combate y la ocupación de territorios palestinos en Jerusalén Este, Cisjordania, Gaza y los Altos del Golán. Este campo de pruebas de armas, equipamientos e ideología de la dominación era de un valor incalculable contra las armas y los ejércitos suministrados por los soviéticos e incrementó su distribución a nuevos amigos por todo el mundo. Israel estaba aliado con Estados Unidos y sus variopintos aliados, desde déspotas hasta democracias, contra la Unión Soviética y sus satélites. Desde la década de 1970 hasta hoy, Israel ha sido el compañero de confianza de Washington en su objetivo de mantener la Pax americana”.
Esto generó una relación de necesidad mutua entre dictaduras y monarquías y el Estado israelí. Sobre todo, porque los regímenes están ávidos de herramientas para perseguir la disidencia y armas para combatir a los rebeldes, mientras que Israel necesita, por ejemplo, sus votos en la Organización de Naciones Unidas cuando se discute la ocupación de Palestina. Para Eli Pinko, director de Control de Exportaciones del Ministerio de Defensa israelí: “se trata de los derechos civiles de algún país o el derecho de Israel a existir”.
Si bien Israel antes de la guerra de los Seis Días prestó apoyo al movimiento de liberación de Rodesia (hoy Zimbabwe) contra un gobierno de supremacistas blancos, luego, tuvo una relación sólida con el régimen de apartheid de Sudáfrica
La historia del siglo XX sirve para repasar algunos ejemplos de esta relación incestuosa, basada también, muchas veces, en un modelo de supremacismo israelí, de una etnia o raza sobre otra, que sirve de exportación.
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El apoyo israelí al apartheid sudafricano como modelo para tratar con los palestinos
Si bien Israel antes de la guerra de los Seis Días prestó apoyo al movimiento de liberación de Rodesia (hoy Zimbabwe) contra un gobierno de supremacistas blancos, luego, tuvo una relación sólida con el régimen de apartheid de Sudáfrica de los afrikáneres o bóeres, los blancos europeos que implantaron un gobierno con políticas segregacionistas contra la mayoría afro del país. “El pueblo de Sudáfrica nunca olvidará el apoyo del Estado de Israel al régimen del apartheid”, declaró Nelson Mandela en un discurso de 1993 en un encuentro de la Internacional Socialista.
Esta relación se consolidó a partir de 1975 cuando se firmó un acuerdo de seguridad por veinte años con una cláusula que planteaba la obligación de mantenerlo oculto. “Nosotros creamos la industria armamentística de Sudáfrica. Ellos nos ayudaron a desarrollar toda clase de tecnologías porque tenían mucho dinero. Cuando desarrollábamos proyectos juntos, normalmente nosotros aportábamos el conocimiento y ellos el dinero. Después de 1976, hubo un romance entre las altas esferas de seguridad y los Ejércitos de ambos países. Estuvimos involucrados en Angola (Sudáfrica nunca reconoció la independencia de 1975 y apoyó a la oposición) como consultores del Ejército sudafricano. Había oficiales israelíes cooperando con el Ejército. Era un vínculo muy estrecho”, escribió, en una columna en 2021, Alon Liel, un antiguo embajador de Israel en Pretoria y director de la oficina de Sudáfrica del Ministerio de Asuntos Exteriores en la década de 1980. En consecuencia, Israel ignoró el embargo de armas impuesto por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a Sudáfrica, y en los 80, fue su principal proveedor de armas.
Además, se presume que Sudáfrica tuvo un papel destacado en la colaboración con el programa nuclear israelí. Según Ari Ben Menashe, un antiguo oficial de inteligencia israelí, Pretoria permitía probar sus armas nucleares en el Océano Índico en 1979 e, incluso, hay documentos desclasificados que hablan de que Tel Aviv se ofreció a vender cabezas nucleares a Sudáfrica para que el régimen tuviera la capacidad de “disuadir a sus Estados vecinos” con la amenaza de un ataque nuclear. Estas informaciones son difíciles de comprobar por la naturaleza confidencial del programa nuclear israelí.
Pero la cercanía entre ambos países fue tal que algunos políticos del partido Likud de Benjamín Netanyahu vieron al apartheid sudafricano como un modelo para tratar con los palestinos. Ariel Sharon, líder del Likud y primer ministro en varios gobiernos, quedó impresionado por los bantustanes, los guetos donde los africakers segregaban a la mayoría de la población afro en Sudáfrica, cuando visitó el país en la década del 80 durante su gestión como ministro de Defensa, según las memorias del entonces embajador israelí en Pretoria, Avi Primor. Al parecer, la emoción fue “tan grande” que Sharon comentó al por entonces primer ministro italiano, Massimo D´Alema, que el modelo de bantustanes era el más apropiado para Palestina.
“Incluso una mirada superficial al mapa de Cisjordania deja pocas dudas sobre dónde Sharon recibió su inspiración. Cisjordania hoy consiste en 165 “enclaves”, es decir, comunidades palestinas rodeadas por territorio tomado por la empresa de asentamientos. Los bantustanes de Sudáfrica bajo el régimen del apartheid y el mapa de los territorios palestinos ocupados de hoy se basan en la misma idea de concentrar a la población “indeseable” en un área lo más pequeña posible, en una serie de enclaves no contiguos. Al expulsar gradualmente a esas poblaciones de sus tierras y concentrarlas en núcleos densos y fragmentados, tanto Sudáfrica en aquel entonces como Israel en la actualidad, buscaron frustrar la autonomía política y la verdadera democracia”, escribieron los exembajadores israelíes en Sudáfrica, Ilan Baruch y Alon Liel.
El apoyo no reconocido al Shah de Irán que persiste en el tiempo
“Permítame mantenerlo en secreto entre nosotros. Nuestras relaciones son como un amor verdadero entre dos personas sin que contraigan matrimonio. Es preferible así”, le pidió David Ben Gurion, fundador de Israel y por entonces primer ministro de Israel, al Sha iraní Mohammad Reza Pahleví cuando lo visitó en 1961 en Teherán.
Se estima que Israel vendió un total de armamento por un valor de 1.200 millones de dólares y sus servicios de seguridad entrenaron a oficiales de policías iraníes en su propio territorio
“Durante las décadas que el Sha estuvo en el poder, especialmente desde 1950 en adelante, Israel compró una cantidad ingente de petróleo iraní mientras que Teherán utilizaba a Israel como intermediario para vender su petróleo a otras naciones. Israel sabía que Irán estaba aniquilando brutalmente cualquier oposición al sha, incluyendo comunistas reales o imaginarios, y no expresó preocupación alguna al respecto”, según el periodista Antony Loewenstein.
Se estima que Israel vendió un total de armamento por un valor de 1.200 millones de dólares y sus servicios de seguridad entrenaron a oficiales de policías iraníes en su propio territorio. Después de una reunión con el Sha en 1972, la por entonces primer ministra israelí Golda Meir dijo que la “cooperación entre países que están en contra del comunismo debía fortalecerse”. Incluso, los altos funcionarios israelíes, conocedores del descontento contra el Sha, como Yael Vered, directora del Departamento de Medio Oriente del Ministerio de Relaciones Exteriores, recomendaron que los intereses israelíes en Irán estarían mejor atendidos con “dureza extrema por parte del Ejército y por el establecimiento de un régimen militar y un Gobierno militar de verdad. Ya fuera iniciado por el Ejército en forma de golpe militar o a través del Sha con su consentimiento tácito”.
Varias décadas después, Benjamín Netanyahu apoya el “reclamo” del heredero del depuesto Sha, su hijo Reza Pahlavi, para “volver al trono” en Irán y deponer al régimen de los ayatolas liderado por Seyyed Ali Jamenei. En abril de 2023, Pahlavi visitó Israel donde fue recibido por Netanyahu, y su ministra de Inteligencia, Gila Gamliel. Para Sina Toossi, investigador principal no residente del Centro de Política Internacional,: los monárquicos iraníes que apoyan al heredero del Sha se alinean con elementos belicistas e intervencionistas de Israel y Estados Unidos que buscan derrocar al gobierno iraní, sin importar las consecuencias humanas y regionales”. De hecho, los partidarios de Pahlavi en Estados Unidos han sido uno de los grupos de choque contra las protestas estudiantiles que exigen un cese al fuego en Gaza.
Bajo las dictaduras de François Papa Doc Duvalier y de su hijo Jean-Claude Baby Doc Duvalier, que gobernaron entre 1957 y 1986, Israel vendió a Haití subfusiles Uzi, vehículos blindados y dispositivos para colocar sistemas de armas en aviones
Lo paradójico es que durante la guerra entre Irán e Irak, Israel apoyó el bando del ayatola Ruhollah Jomeini por enfrentarse a Saddam Hussein, que en ese momento de la Guerra Fría estaba alineado con la Unión Soviética.
Dictadores genocidas latinoamericanos: de Papa Doc en Haití hasta Anastacio Somoza y Stroessner en Paraguay, entre otros
Bajo las dictaduras de François Papa Doc Duvalier y de su hijo Jean-Claude Baby Doc Duvalier, que gobernaron entre 1957 y 1986, Israel vendió a Haití subfusiles Uzi, vehículos blindados y dispositivos para colocar sistemas de armas en aviones. Se estima que durante este régimen se asesinó entre treinta y setenta mil personas sin que le importara mucho a Israel. Cuando Eitan Mack, activista de derechos humanos israelí, pidió que los documentos sobre la relación entre Israel y el régimen de los Duvalier fueran revelados, el juez Hagai Brenner lo rechazó al argumentar “que contenían lenguaje racista y despectivo de los oficiales israelíes hacia los haitianos, burlándose de su pobreza y su color de piel”, según el periodista Loewenstein. Los documentos incluían, en su opinión, “ terminología ofensiva que era aceptable hace cincuenta años, pero hoy se percibe de una forma especialmente negativa, lo que podría dañar la imagen del país y las relaciones internacionales”.
Israel vendió armas a algunas dictaduras latinoamericanas, como la de la Dinastía Somoza en Nicaragua o el régimen militar argentino, instaurado en 1976, a pesar de que sus servicios de inteligencia conocían de la tortura a numerosas figuras judías de la colectividad argentina
Con la dictadura de Alfredo Stroessner en Paraguay, Israel negoció un acuerdo para que Asunción recibiera 60 mil palestinos de Gaza, alrededor del 10% de la población de la Franja de ese entonces. Tel Aviv pagaría a estos palestinos para que se mudaran y Paraguay les garantizaría la ciudadanía en un plazo de cinco años. El régimen de Sroessner estaba dispuesto a recibir “sesenta mil árabes musulmanes que no fueran comunistas”, según la declaración del jefe del Mossad, Zvi Zamir, en una reunión del Consejo de Ministros israelíes filtrada en un documento oficial. El plan nunca se concretó: al país latinoamericano solo llegaron 30 palestinos.
Israel vendió armas a algunas dictaduras latinoamericanas, como la de la Dinastía Somoza en Nicaragua o el régimen militar argentino, instaurado en 1976, a pesar de que sus servicios de inteligencia conocían de la tortura a numerosas figuras judías de la colectividad argentina. En los años 80, Tel Aviv fue parte de la guerra sucia emprendida por la Administración Reagan contra los gobiernos y las guerrillas revolucionarias de Centroamérica. En Honduras, por ejemplo, armó a los antiguos oficiales de la dinastía de los Somoza con fusiles incautados a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).
Pero su papel más destacado fue en Guatemala durante el gobierno del general Efraín Ríos Montt, conocido por dirigir una campaña de asesinato masiva contra la población maya en las regiones donde hacia vida la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca, una organización que unía a las cuatro guerrillas del país. Ríos Montt dio un golpe en 1982 con el apoyo de “asesores militares israelíes”, según informó el propio dictador guatemalteco al medio estadounidense ABC. El militar fue acusado de implementar una política de terror contra la población maya que consistió en campaña de asesinatos, torturas y violaciones masivas para romper los vínculos entre las propias comunidades, según las investigadoras Matilde González y Stefanie Kron en su texto Guatemala: paramilitarismo, violencia y género.
Israel mantuvo vínculos con la dictadura de Ceaucescu, que gobernó entre 1965 y 1989, según los documentos oficiales desclasificados por las autoridades israelíes
Durante ese tiempo, los militares guatemaltecas usaron fusiles Galil, fabricados en Israel, y se cree que también tácticas utilizadas contra los palestinos, enseñadas por instructores israelíes. Tanto así que en la masacre de Dos Erres, donde trescientas personas fueron asesinadas, la Comisión para el Esclarecimiento Histórico de la ONU de 1999, halló que todas las balas y vainas recogidas en el lugar eran de fusiles Galil. Esta complicidad fue más que nada para conseguir el apoyo de Guatemala en las votaciones a favor de la ocupación israelí de Cisjordania.
Del apoyo al dictador rumano Nicolae Ceaușescu a la venta de armas al régimen del general genocida
Israel mantuvo vínculos con la dictadura de Ceaucescu, que gobernó entre 1965 y 1989, según los documentos oficiales desclasificados por las autoridades israelíes. La Rumania de Ceaucescu fue la única nación de Europa del Este que mantuvo relaciones diplomáticas con Israel después de la guerra de los Seis Días y votó a su favor en la ONU. Si bien la relación nunca pasó de la esfera de favores mutuos en el área diplomática, Tel Aviv hizo la vista gorda respecto al antisemitismo del dictador rumano, quien, según un telegrama de un embajador israelí en Bucarest, “veía Israel como un centro para judíos ricos cuyas habilidades económicas y conexiones internacionales podían ser de utilidad, incluyendo a los judíos estadounidenses”.
Peor fue el caso de Indonesia durante el régimen del general Haji Mohammad Suharto, responsable del asesinato de medio millón de personas durante la purga que realizó en contra de los miembros del Partido Comunista del país y sus simpatizantes. Suharto emprendió esta campaña de asesinatos y detención masiva de un millón de ciudadanos luego de dar un golpe en 1965 contra el gobierno electo de Ahmed Sukarno, héroe de la lucha independista contra el régimen colonial holandés, bajo el argumento de que los comunistas estaban a punto de destituirlo por la fuerza con la ayuda de China. Si bien el régimen de Suharto negó las masacres y responsabilizó de las muertes a “grupos espontáneos” descontentos con el levantamiento comunista contra su dictadura, un informe del servicio de inteligencia israelí Mossad, del 15 de noviembre de 1966, estimó la cifra de asesinados entre 300 y 700 mil personas. También describió a Suharto como “el primer ministro en funciones, apoyado por el ejército y los anticomunistas. Abiertamente prooccidental”.
En plena Guerra Fría, el régimen recibió el apoyo estadounidense, británico e israelí por su oposición al comunismo. “El Mossad encabezó contactos con el régimen militar indonesio para iniciar proyectos comerciales conjuntos, como petróleo crudo, algodón, fosfatos, carne de vacuno, aviación nacional, árboles, soja, papel, maíz, barriles de metal y transporte de petróleo. Parte de esta actividad comercial se gestionaba a través de empresas intermediarias. De manera similar, el ejército indonesio e Israel crearon conjuntamente una empresa para la comercialización de diamantes de Indonesia. El 28 de mayo de 1967, el Mossad cerró un trato con una empresa indonesia llamada Berdikari, que estaba controlada por generales del ejército. El acuerdo especifica que los indonesios estaban interesados en adquirir material militar y uniformes de Israel”, según Eitay Mack, un abogado israelí de derechos humanos que trabaja para detener la ayuda militar israelí a regímenes que cometen crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.
Si bien no hay más datos oficiales sobre esta relación encubierta entre Israel y el régimen de Suharto, los documentos del Mossad muestran un mismo modus operandi de respaldo a dictaduras y monarquías que se extiende hasta el día de hoy. Una forma de actuar que fue sintetizada en 1985 por Yohanah Ramati, antigua directora del comité de relaciones exteriores del parlamento israelí, la Knéset, cuando dijo: “la única clase de régimen al que Israel no ayudaría sería uno antiestadounidense”.
