Madre e hija son dejadas fuera de casa tras su conversión – Puertas Abiertas

Inspirada por la transformación de su madre, Neda abrazó el cristianismo y Sepideh siguió su ejemplo. Después de su conversión, ambas comenzaron a asistir a una iglesia doméstica, donde experimentaron un cariño y amor que no conocían. Sepideh tenía entonces diez años y creció en la fe. “Me gustaban las historias de la Biblia y me sentía amada por Dios. Cuando oraba, siempre me sentía bien, diferente a las oraciones en la escuela”, dice.

Durante un año, Sepideh y su madre participaron en una iglesia doméstica en secreto, encontrando alegría, una comunidad amorosa y crecimiento espiritual. Sin embargo, su fe también trajo riesgos. En Irán, los convertidos enfrentan una persecución severa por parte del gobierno y de sus comunidades, incluyendo acoso, arrestos, interrogatorios, detenciones e incluso amenazas de muerte. El padre de Sepideh, un musulmán devoto, se enfureció al descubrir que su hija y esposa asistían a reuniones cristianas. “Si siguen visitando a esas personas, las denunciaré. No quiero que mi esposa e hija estén en lugares que no conozco. Atrévanse a probar mi ira”, amenazó.

Al no poder asistir a la iglesia domestica, empezaron a participar en reuniones en línea. Pero el padre de Sepideh continuó con sus amenazas. “Aunque ocultábamos nuestra fe y nos reuníamos con otros cristianos en secreto, mi esposo notó nuestro cambio. Ponía a todo volumen el llamado a la oración islámica y discutía con nosotras porque ya no rezábamos. Nosotras poníamos excusas hasta que dejó de cumplir con sus responsabilidades como esposo y padre”, cuenta Neda.

El padre de Sepideh dejó de proveer sus necesidades económicas y emocionales. “Tuve que empezar a trabajar, y en días especiales, como nuestros cumpleaños, él no estaba presente”, recuerda Neda. La presencia y el apoyo emocional del padre son fundamentales para moldear la confianza, la resiliencia y el sentido de valor de los niños. Sin embargo, Sepideh encontró su confianza, resiliencia y valor en su Padre celestial, quien siempre estuvo presente.

A pesar de todo, los desafíos de Sepideh no terminaron en casa. En la escuela, ocultaba su identidad cristiana. Aunque era una estudiante brillante, se veía obligada a participar en rituales islámicos. “Es muy difícil hacer amigos porque no puedo ser quien realmente soy. Tengo miedo de hablar de Jesús incluso con compañeros cercanos”, comparte. Neda está preocupada por el futuro de su hija.

A pesar de la presión y la soledad, participaron en una conferencia cristiana en otro país bajo el pretexto de hacer turismo. “Después de una larga espera, finalmente pasé unos días con amigos cristianos de mi edad. Estuve muy feliz y no tuve miedo. Jugamos, leímos la Biblia y adoramos en voz alta. Quisiera vivir esos momentos una y otra vez”, recuerda. Ambas fueron bautizadas en la conferencia, un momento significativo en su caminar de fe. “Con mi bautismo, sé que Dios me estaba preparando para la batalla”, reflexiona la joven.

Al regresar a Irán, todo estaba peor. El padre se volvió aún más hostil, pasando noches fuera de casa para consumir drogas. Una noche, después de visitar a una amiga, Sepideh y su madre regresaron, pero estaban encerradas fuera de la casa. “Sentí mucho miedo al ver a mi padre gritando. Dijo que ya no nos quería. Me quedé congelada, sin saber qué hacer. Amaba a mi padre, pero ¿qué podía hacer? Él ya no me quería en su vida”, recuerda.

Ahora, Neda y Sepideh enfrentan la incertidumbre del futuro. En la sociedad islámica iraní, las madres solteras enfrentan desafíos significativos, incluyendo miradas que desprecian su autonomía y valor. Las mujeres ya son consideradas menos capaces y necesitan permiso del esposo o de parientes hombres para realizar actividades básicas, como ir de compras. Esta falta de independencia se extiende al matrimonio, donde las mujeres son presionadas a cumplir los deseos del esposo. Además, el divorcio conlleva un inmenso estigma social, forzando a muchas a regresar a la casa de sus padres y perder la custodia de sus hijos. Sin mencionar la dificultad de encontrar trabajo.

A pesar de la inmensa presión y el miedo, Sepideh y Neda se aferran a su fe en Jesús. Esto no impide que la joven se cuestione: “A veces trato de entender cómo mi padre cambió tanto. ¿Por qué ya no me ama? ¿Solo porque decidí amar a Jesús?”. Aun así, Sepideh es una fuente de esperanza para Neda. “Cuando estoy desmoronándome, Sepideh me anima mucho. Me recuerda: ‘Somos hijas de Dios y no debemos olvidarlo’”, comparte la madre.

Niños y jóvenes cristianos enfrentan niveles considerables de violencia cuando sus padres deciden seguir a Jesús. Esto incluye violencia verbal, física, psicológica y sexual. A menudo, también enfrentan bullying, burlas y discriminación en la escuela. ¡Pero tú puedes apoyarlos! Con una donación, garantizas un mes de refugio y educación para un niño cristiano vulnerable en Bangladesh.