La inversión sostenible ha experimentado un crecimiento asombroso en los últimos años. Cada vez más personas están tomando decisiones financieras más verdes, lo que refleja un cambio hacia un enfoque más consciente del medio ambiente.
Según el Global Sustainability Study de 2021, el 85% de los consumidores en los países encuestados ha adoptado opciones más sostenibles en los últimos cinco años. Del mismo modo, el Barómetro de la UE 2022 sobre Servicios y Productos Financieros Minoristas reveló que el 60% de los europeos da prioridad a que sus ahorros e inversiones no financien actividades perjudiciales para el medio ambiente. Esto los hace más propensos a elegir productos financieros etiquetados como sostenibles.
Sin embargo, aunque este cambio es alentador, la inversión sostenible no está exenta de retos. Desde criterios ESG inconsistentes hasta preocupaciones sobre el greenwashing, todavía existen importantes barreras que dificultan su adopción generalizada. Superar estos obstáculos es esencial para desbloquear todo el potencial de las finanzas sostenibles.
La complejidad de un marco ESG
Uno de los mayores retos de la inversión sostenible radica en la ausencia de definiciones ESG aceptadas a nivel global. Aunque el objetivo principal de las finanzas sostenibles es integrar consideraciones ambientales, sociales y de gobernanza en las estrategias de inversión para lograr beneficios duraderos para la sociedad y el medio ambiente, los criterios para medir el rendimiento ESG varían considerablemente entre regiones e instituciones.
Esta disparidad crea un panorama fragmentado que complica la toma de decisiones de los inversores. Por ejemplo, en el Reino Unido se han introducido los Sustainability Disclosure Requirements (SDR), que buscan combatir el greenwashing mediante informes ESG estandarizados y un etiquetado más estricto para los productos financieros sostenibles.
Por su parte, el Reglamento de Divulgación de Finanzas Sostenibles (SFDR) de la Unión Europea exige transparencia sobre cómo se incorporan los riesgos ESG en las estrategias de inversión y su impacto en los rendimientos. Estas iniciativas regionales representan un avance, pero también resaltan un problema más amplio: no existe un marco ESG universal.
Además, las variaciones en las metodologías de evaluación agravan la falta de estandarización. Las evaluaciones ESG abarcan factores tan diversos como la huella de carbono, el uso del agua, las prácticas de gobernanza y la diversidad en la fuerza laboral.
Un estudio reciente de PwC reveló que el 90% de los fondos ESG no incluyen indicadores claros y medibles, como umbrales cuantitativos, en sus divulgaciones. Así mismo, la dependencia de proveedores externos de datos ESG también contribuye a las inconsistencias, ya que cada uno utiliza métricas diferentes. Aunque la mayoría de los fondos dependen en gran medida de estos proveedores, solo el 30% revela las fuentes de datos que utilizan.
La falta de un marco unificado deja a los inversores navegando en un laberinto de información contradictoria, lo que limita su confianza y su capacidad para alinear sus carteras con sus valores.
El riesgo de afirmaciones engañosas
El greenwashing—es decir, exagerar, engañar o falsificar las credenciales de sostenibilidad de productos financieros—representa un desafío importante para la inversión sostenible. Un análisis exhaustivo de 230 fondos minoristas europeos reveló que el 52% de los fondos que afirmaban generar un impacto ambiental carecían de evidencia que respaldara dichas afirmaciones.
Muchos de estos fondos confundían las actividades ambientales de las empresas individuales en las que invertían con el impacto general de la estrategia de inversión del fondo, lo que daba lugar a afirmaciones vagas y sin fundamento.
Este problema no se limita a las declaraciones sobre el medio ambiente. Una investigación de PwC señala que aproximadamente el 80% de las divulgaciones de sostenibilidad en los prospectos no incluyen métricas claras y específicas sobre la asignación de activos, confiando en su lugar en lenguaje genérico.
Estas prácticas no solo distorsionan información crucial, sino que también erosionan la confianza en los mercados
ESG, dificultando que los inversores puedan distinguir entre productos realmente impactantes y aquellos con afirmaciones engañosas.
El problema del lenguaje técnico
El lenguaje que rodea a la inversión sostenible complica aún más un mercado ya de por sí fragmentado. Muchos productos financieros utilizan descripciones vagas o cualitativas en lugar de métricas ESG concretas.
Frases clave como “integración ESG”, “inversión de impacto” y “mejor en su clase” se utilizan con frecuencia de manera intercambiable o se definen de forma inconsistente entre las instituciones financieras. Igualmente, etiquetas de productos ambiguas, como “socialmente responsable” o “libre de combustibles fósiles” también se emplean sin la transparencia que valide estas afirmaciones.
Aunque es bien sabido que un fondo “libre de combustibles fósiles” podría excluir a las empresas de petróleo y gas, pero seguir invirtiendo en otros sectores de altas emisiones, como la aviación o la producción de cemento. Esta falta de precisión no solo dificulta la comprensión de los inversores, sino que también socava su capacidad para evaluar el impacto real de sus inversiones.
Educación financiera en inversiones sostenibles
Un obstáculo importante para la inversión ESG es la falta generalizada de educación financiera, lo que limita la capacidad de muchos inversores para participar de manera efectiva en productos financieros sostenibles.
En promedio, solo el 23% de los adultos en los países de la OCDE son conscientes de la existencia de productos financieros sostenibles, y apenas un 2,7% posee productos etiquetados como “sostenibles”, “verdes” o con designaciones similares.
Además, la Autoridad Europea de Seguros y Pensiones de Jubilación (EIOPA, por sus siglas en inglés) informa que hasta el 75% de los inversores minoristas en Europa desconocen los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas. Esta falta de familiaridad con conceptos financieros básicos crea una doble barrera para la inversión sostenible. No solo impide que las personas comprendan los beneficios potenciales de los productos ESG, sino que también reduce su confianza para involucrarse en estas alternativas.
Desconfianza y desinterés
Aunque muchos inversores expresan un genuino deseo de alinear sus carteras con objetivos éticos y sostenibles, una combinación de criterios ESG poco claros, métricas inconsistentes, escepticismo y desinformación socava gravemente la confianza y el compromiso.
El greenwashing sigue siendo un obstáculo significativo que erosiona la confianza de los consumidores en las inversiones sostenibles. En el Reino Unido, el 44% de los consumidores manifiestan desconfianza hacia las afirmaciones relacionadas con ESG realizadas por las instituciones financieras, citando como principal
preocupación las declaraciones vagas o no verificables.
Esta desconfianza se refleja en toda Europa, donde un estudio de la EIOPA reveló que el 63% de los consumidores expresaron escepticismo frente a las declaraciones sobre sostenibilidad realizadas por las aseguradoras. Además, el 77% de los encuestados admitió carecer de herramientas o conocimientos para verificar las credenciales de sostenibilidad de los productos financieros.
La prevalencia del greenwashing no solo daña la credibilidad de los productos ESG, sino que también desanima a los inversores que, de otro modo, podrían estar motivados a optar por alternativas sostenibles.
La brecha entre intención y acción
La brecha entre intención y acción refleja la desconexión entre las intenciones de los inversores, como el deseo de invertir de manera sostenible, y su comportamiento real, es decir, no tomar las medidas necesarias para alinear sus inversiones con sus valores.
Por ejemplo, una encuesta realizada por la Autoridad de Mercados Financieros (FMA), el regulador financiero de Nueva Zelanda, reveló que, aunque el 68% de los inversores prefiere fondos gestionados de manera ética y responsable, solo el 26% elige activamente gestores de fondos basándose en sus credenciales ESG.
La combinación de criterios poco claros, divulgaciones inconsistentes y un escepticismo generalizado actúa como una barrera significativa para la acción, impidiendo que el mercado ESG alcance su máximo potencial.
Cambiar rendimientos por impacto
A pesar de los desafíos relacionados con la desconfianza y la brecha entre intención y acción, la inversión sostenible sigue siendo una prioridad para muchos inversores.
Una parte considerable de ellos está dispuesta a sacrificar una fracción de sus rendimientos financieros a cambio de generar un impacto positivo.
Según un estudio del Instituto de Cambridge para el Liderazgo en Sostenibilidad (CISL, por sus siglas en inglés), los inversores suelen sentirse cómodos renunciando al 3% o 5% de sus rendimientos para alinear sus inversiones con sus valores personales o apoyar objetivos ESG globales. Muchos tomarán medidas y aceptarán este equilibrio entre valores y rendimientos financieros si perciben más transparencia.
La sostenibilidad sigue siendo una alta prioridad
Para liberar plenamente el potencial de las finanzas sostenibles, las instituciones financieras deben priorizar una mayor transparencia e innovación.
Aunque el 68% de los inversores europeos señala la maximización de rendimientos como su objetivo principal, el 60% también prioriza alinear sus inversiones con sus valores personales, y el 46% enfatiza la importancia de contribuir a un impacto social más amplio.
Estas estadísticas destacan oportunidades significativas para atender a inversores que buscan equilibrar objetivos financieros con aspiraciones de sostenibilidad.
Para satisfacer esta demanda, las instituciones deben adoptar metodologías claras y estandarizadas para medir el impacto de portafolios de inversión, reducir la ambigüedad en la información y ampliar la gama de opciones de inversión sostenible. Estas medidas serán clave para cerrar la brecha entre la intención y la acción de los inversores, fomentando un mercado más transparente, inclusivo y dinámico para las inversiones sostenibles.