A los cuatro años, Ileana Sánchez “soñaba” con el ballet. Vestida de tutú, intentó ingresar en la academia de la maestra Vicentina de la Torre en Camagüey. No fue seleccionada, pero aquella experiencia marcó su destino de otra manera.
“Gracias a la sabiduría de Vicentina de la Torre, hoy soy pintora”, dice con gratitud. En lugar de escenarios y puntas, la vida la llevó a los pinceles y al color, donde encontró su forma de expresarse.Años después, el destino la llevaría a retratar a una de las grandes figuras del ballet cubano: Viengsay Valdés, directora del Ballet Nacional de Cuba.
Retratar a una bailarina no era un desafío menor, pero Ileana no imaginó la odisea que le esperaba cuando recibió el encargo. “Yo no tenía la intención de ponerme en la situación que está pasando este país, no tenía pensado hacer una pieza como esa que realmente me acabó con mi cabeza”, confiesa.
El trabajo se convirtió en una prueba de resistencia: los apagones, la falta de recursos y la incertidumbre sobre la presentación de Viengsay en Camagüey complicaron el proceso. “Me lo pidieron y fue un reto inmenso porque eso lo hice en medio de los grandes apagones y con el generador nuestro roto. Te podrás imaginar que si ese cuadro hablara…”.
Para encontrar la luz adecuada, literalmente tuvo que pasear el cuadro por toda la casa. “La puse debajo de las matas de plátano, debajo del limonero, la colocaba al lado del tinajón, dondequiera que había un rayo de sol, ahí estuve para poder hacer el cuadro. No te quieras imaginar…”. Las noches se volvieron aliadas en la búsqueda de la imagen perfecta.
“Cuando la corriente llegaba a las tres o a las cuatro de la mañana, yo iba como una loca en ropa de dormir para la computadora a descargar todas aquellas imágenes y a ver cuál era la que me gustaba. Al final, esa me gustó porque
ella tiene una complicidad, una mirada tan cómplice, y ella me miraba y yo me decía: tiene que ser esta”.
Paradójicamente, Ileana nunca ha visto bailar a Viengsay en persona. “En mi vida he hablado con ella. La he visto solamente en vídeos. Nunca la he visto bailar”. Sin embargo, la profundidad del retrato se alimentó de una admiración silenciosa y de largas horas de observación. “Lo más importante cuando se hace un retrato es estudiar la persona, y más una persona que está viva, que es joven, y por ser quien es, tienen que haberla pintado todos los grandes de este país. Siempre eso es un reto”.
Pero más allá del reto artístico, la realidad del momento también pesó sobre la obra. “Me hacía falta tener la computadora encendida porque yo trabajo el retrato abierto en la computadora, y hubo momentos en que no lo podía hacer, y debía fijarme al teléfono. Pude trabajar con la poca información que logré buscar en los momentos que tenía batería, y lo otro fue así, pintándolo”. En medio de apagones y dificultades, hubo incluso días en que el cuadro se mojó. “Pero estoy tan feliz. No puedes imaginar la felicidad que tengo de haberlo hecho y quedó bien. Para mi gusto es un retrato que está allí”.
El retrato de Viengsay se convirtió en una presencia en su hogar. “Me pasó una cosa muy divertida con mi marido, que una noche viene y me dice: ‘Quítame esa mujer del taller que cada vez que paso de un lado para otro la tengo mirándome’”. Ileana, por su parte, la acogió como una compañera más.
“La tengo sentada en la sala de casa desde hace como cuatro o cinco días. Al principio la tenía en la caja, pero la saqué y la senté para poder disfrutarla, y he conversado mucho con ella de todos mis mundos crueles, de todas mis cosas. Para mí es una amiga más, a pesar de que no la conozco, pero me siento feliz de haberla pintado”.
Como en toda historia de lucha y arte, no faltó la ironía del destino. “Y como colofón, mi caballete se le rompió una rueda y gracias a un amigo que me visitó por casualidad logró arreglarlo… y no te imaginas a cuántas personas les pedí que me ayudaran con la rueda del caballete, pero nada. El retrato salió con muchas ganas en medio de las dificultades. Y me siento feliz. Ahora tengo una paz… Te cuento que me pasé días llorando, por pensar que no lo lograría, y salió”.
Si ese cuadro hablara, contaría una historia de resistencia, arte y devoción. En la mirada de Viengsay Valdés, capturada por Ileana Sánchez, está el testimonio silencioso de un esfuerzo titánico, de noches en vela y de una pasión que trasciende la adversidad. Tal vez hoy se conozcan.
Viengsay baila esta noche en el Teatro Principal de Camagüey.
