Alberto Fujimori camina por el centro de Lima con la banda presidencial de Perú en el torso y rodeado de militares.

Fuente de la imagen, AFP

Pie de foto, Alberto Fujimori gobernó Perú en la última década del siglo XX con recetas que adoptarían luego otros líderes en Latinoamérica.
  • Autor, Gerardo Lissardy
  • Título del autor, BBC News Mundo

Ganó una elección sin tener experiencia política. Como presidente, polarizó su país y concentró poder a costa de la democracia. Su estrategia de mano dura en seguridad fue popular pese a violar derechos humanos. Y, al llegar al límite de su mandato, quiso seguir en el cargo.

Alberto Fujimori, quien presidió Perú desde 1990 hasta 2000 y murió el miércoles a los 86 años, encarnó en esa década una forma de concebir el gobierno con recetas que desde entonces se han repetido en varios países de América Latina, aunque a él lo llevaron a la cárcel.

“Probablemente sin querer, Fujimori dibujó una suerte de hoja de ruta o manual del líder antidemocrático contemporáneo, que no mata a la democracia viniendo desde fuera de la democracia sino desde dentro”, dice el politólogo peruano Alberto Vergara en una entrevista con BBC Mundo.

Hijo de inmigrantes japoneses e ingeniero agrónomo, Fujimori murió a causa de un cáncer luego de haber sido liberado en diciembre de 2023, a raíz de un indulto presidencial, de la pena de prisión que cumplía por graves abusos cometidos durante su mandato.

Lo que sigue es una síntesis del diálogo sobre el polémico exmandatario con Vergara, profesor de ciencia política en la Universidad del Pacífico y autor de “Repúblicas defraudadas”, un libro que analiza los problemas de la democracia en Latinoamérica:

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¿Qué reflexión te merece la muerte de Alberto Fujimori?

Lo primero, tal vez desde una perspectiva más histórica, es presenciar lo que convoca este tipo de escasos personajes en la historia de los países que logran dividir épocas: marcan un antes y un después.

Siento que Fujimori consigue en el Perú eso que obsesionaba a Maquiavelo: es el príncipe que logra inaugurar un nuevo orden de cosas y sostenerlo en el tiempo. Fujimori clausura el siglo XX e inaugura el siglo XXI peruanos.

Esa influencia y capacidad de marcar la temporalidad de los países también hace que divida a los propios países. Es decir, la sociedad también queda dividida respecto de la interpretación y lectura que hace del personaje y de su gobierno.

Por eso, para unos aparece como el salvador de la patria y para otros como su destructor.

Fujimori llegó a ser muy popular en Perú, sobre todo entre los sectores más humildes. ¿A qué atribuyes esto?

Fue muy popular de manera transversal, lo que incluye a los sectores humildes. De hecho, en algún momento de los años 90 se decía del gobierno de Fujimori que era una alianza de los de arriba con los de abajo contra los del medio.

Creo que esa popularidad tuvo que ver con que el gobierno de Fujimori consigue recuperar las capacidades más básicas que debe tener un Estado.

Alberto Vergara

Fuente de la imagen, Grupo Planeta

Pie de foto, Alberto Vergara es autor de varios libros sobre Perú y América Latina, el más reciente “Democracia asaltada”, coescrito junto a Rodrigo Barrenechea.

Perú en 1990 es un país en el cual el Estado no es capaz de poner el orden, hay una insurrección senderista salida de control, y es un Estado que ha perdido todo el manejo macroeconómico.

El gobierno de Fujimori recupera esas dos funciones super básicas de la estatalidad. Y por eso produce un reconocimiento de parte de la población muy grande, transversal, que le permite a Fujimori construir un liderazgo de rasgos carismáticos, en el cual él aparece como el personaje providencial que salva a la patria.

A eso se suma desde luego un clientelismo enfocado en los sectores populares.

¿Crees que Fujimori seguirá siendo recordado con esa imagen al menos por una parte de Perú? ¿O el hecho de que haya ido preso por delitos muy graves ha difuminado esa noción de “personaje providencial”?

Creo que va a ser recordado de manera distinta por distintos sectores. Tengo la impresión de que siempre será un personaje con dos rostros.

Creo que el recuerdo va a estar cargado de ese contenido ambivalente: va a ser el líder que la gente recuerda que acabó con el terrorismo y el desgobierno económico; pero la gente también sabe que es el que robó y asesinó, cuya vida política estuvo marcada de principio a fin por la deshonestidad y la ilegalidad.

Diría que solo gente muy politizada va a sentir el deber de elegir una de las dos. Creo que la mayoría sabe y sabrá que en el personaje conviven ambas cosas.

¿Es justo el elogio que los partidarios de Fujimori le hacen por haber encauzado una economía totalmente descarrilada? ¿O eso también tiene aristas a considerar?

Tiene aristas a considerar. No olvides que Fujimori hace campaña contra el tipo de políticas que puso en marcha cuando fue presidente, que más bien eran las que defendía Mario Vargas Llosa.

O sea, no es que fuera un neoliberal convencido. Cuando llega más bien se alinea con la época del Consenso de Washington y decide hacer esas reformas que Bolivia había hecho desde 1985 y Menem había comenzado a hacer en Argentina.

Fujimori saluda a seguidores siendo presidente

Fuente de la imagen, AFP

Pie de foto, La popularidad de Fujimori como presidente se debió a que su gobierno recuperó “las capacidades más básicas que debe tener un Estado”, dice Vergara.

Ahora, creo que siempre se pierde de vista que ese momento inicial de recuperación de capacidades estatales básicas cede muy rápido a un gobierno signado por la corrupción, las violaciones de derechos humanos y la desinstitucionalización acelerada del país, lo que lleva a que en los años finales de Fujimori el crecimiento económico del Perú sea muy pobre, con un gobierno más bien mediocre, siniestro.

El boom económico peruano de los años 2000 en muchos sentidos es porque se logró rescatar el Perú de las manos del gobierno corrupto y autoritario de Fujimori, y hacerlo crecer en democracia.

¿Dirías que su muerte cierra definitivamente el capítulo que él protagonizó en la historia de Perú?

No se clausura la disputa por la interpretación de ese capítulo, que va a seguir.

Pero en términos políticos, creo que su capítulo estaba ya clausurado antes de su muerte.

Me da la impresión de que el fujimorismo está diluido en el orden político contemporáneo del Perú, que es un orden básicamente marcado por una lógica lumpen y mafiosa antes que política.

De todas formas, el apellido Fujimori mantendrá un peso singular en Perú, incluso porque sus hijos se dedican activamente a la política…

Habrá que ver. En la última elección, por Keiko Fujimori no votaron ni siquiera uno de cada 10 peruanos habilitados. Luego saca 13 por ciento con el sistema que elimina los votos en blanco y nulos.

Pero políticamente está bastante reducido, en este momento con una influencia grande sobre un gobierno muy impopular, corrupto e inepto. Por lo tanto, no sé si eso realmente le va a dar réditos en el mediano plazo.

¿Y qué relevancia dirías que tuvo Fujimori en América Latina?

Bastante, no en el sentido de que fuera una figura latinoamericanista, pero sí de dejar algunas lecciones para América Latina.

Siempre se había sostenido que el populismo era un fenómeno más cercano a la izquierda, mientras que Fujimori demuestra que es un fenómeno político que puede ir de la mano por ejemplo con reformas neoliberales, con actores de derecha, que hay un populismo de derecha que tiene también un componente de clientelismo.

La presidenta de Perú, Dina Boluarte, en el velatorio de Alberto Fujimori conversa con los hijos del exmandatario Keiko y Kenji.

Fuente de la imagen, AFP

Pie de foto, La presidenta de Perú, Dina Boluarte, asistió al velatorio de Fujimori y conversó con los hijos del exmandatario Keiko y Kenji.

Es algo que Fujimori aprendió a hacer, hizo y fue importante en la región.

No es el único: en la época también lo hizo Menem y algo Collor de Mello.

Lo otro es que de alguna manera, probablemente sin querer, Fujimori dibujó una suerte de hoja de ruta o manual del líder antidemocrático contemporáneo, que no mata a la democracia viniendo desde fuera de la democracia sino desde dentro.

Es algo que en los 30 años posteriores hemos visto y se ha vuelto muy popular con tantos líderes que han resultado elegidos y que desde el poder terminan ahogando a las democracias, muchas veces sin terminar de matarlas por completo sino manteniendo estos autoritarismos competitivos, diría Levistsky: autocracias con elecciones y cierta competencia. Fujimori fue un poco pionero del modelo.

De hecho, Fujimori llegó por sorpresa a la política como un outsider, aprovechando el desgaste de los partidos políticos, pero siendo presidente constitucional asumió poderes extraordinarios y desmanteló el Estado de derecho que él mismo lideraba. ¿Es mera casualidad que todo esto se repitiera luego en otros países de América Latina? ¿O él inspiró a otros que siguieron esas recetas en la región?

No sé… creo que forma parte del espíritu de la época: algo que ocurría en la medida en que en el mundo post Guerra Fría ya no eran permitidos los golpes de Estado a la antigua y no iba a haber movimientos guerrilleros que derrocaban a un régimen.

Entonces las posibilidades de un régimen no democrático se juegan en la arena dentro de la democracia.

Fujimori creo que es más parte de un fenómeno global de debilitamiento de la democracia desde dentro, que un manual que el resto siguió. No creo que haya sido una cosa de copiarlo, pero sí fue de los primeros en una forma de erosionar la democracia que se iba a volver muy conocida.

Fujimori también buscó gobernar por más mandatos presidenciales que los permitidos constitucionalmente, como hicieron después otros presidentes en la región más allá de las diferencias ideológicas…

Una vez estábamos en una reunión con el gran sociólogo peruano Julio Cotler en Ecuador, en Flacso, en el momento de mayor apogeo de [Rafael] Correa. Había también gente invitada de Bolivia. Me acuerdo que Julio le dijo a un auditorio lleno de jóvenes progresistas, entusiastas de Correa y de Evo Morales: “La diferencia entre Perú, Ecuador y Bolivia es que ustedes recién están teniendo su Fujimori”.

Claro, para esos jóvenes fue una provocación. Pero tenía razón. Aunque sus políticas económicas fueran distintas, estaban funcionando desde un manual político-institucional muy semejante: ganar una elección, acumular popularidad desde el Estado y luego cambiar las leyes para beneficiarse personalmente y a los suyos.

Es lo que ocurrió también con Venezuela y lo que intentó [Álvaro] Uribe para conseguir un tercer mandato que finalmente la Corte Constitucional de Colombia no se lo permitió.

Fujimori apuntaló parte de su popularidad en una política de mano dura en seguridad, en su caso contra dos grupos violentos de izquierda. ¿Fue también un precedente por ejemplo de lo que hace hoy el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, quien es popular por su cruzada contra las pandillas pese a ser acusado de autoritario y de violar derechos humanos?

Estamos hablando de crisis de seguridad de naturaleza distinta, pero en última instancia se trata de un fenómeno viejísimo y conocido: pueblos desesperados que están dispuestos a canjear libertad por seguridad y que quedan muy agradecidos con el personaje que es el factótum de ese trueque con el Diablo.

Fujimori entrega armas a campesinos peruanos para enfrentar a la insurgencia maoísta de Sendero Luminoso en 1991.

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Pie de foto, Fujimori llegó a entregar armas a campesinos peruanos para enfrentar a la insurgencia maoísta de Sendero Luminoso.

Una vez que pasa el tiempo y el enamoramiento cede, muchas veces se dan cuenta de que han perdido ambas. O sea, que no tienen ni seguridad ni libertad. Y creo que en eso se parecen efectivamente el episodio de Bukele hoy, Fujimori antes o tantos otros que ha habido y habrá.

El horror de la gente de vivir en una pesadilla de inseguridad cotidiana como la que había en esos países lleva a que se entregue al líder que encarna el final de eso.

Fujimori fue el primer exmandatario constitucional de América Latina juzgado y sentenciado en su propio país por crímenes de lesa humanidad. Eso también podría verse como un hito para la región…

Por supuesto, creo que es un gran legado saber que se juzgó a un expresidente que no pudo salirse con las suyas: que por una vez en el Perú, y podríamos decir en América Latina, no se impuso la impunidad sino el imperio de la ley.

Si hubiera que escribir una historia de la dignidad en Perú, un capítulo ejemplar sería la sentencia contra Fujimori.

Aun cuando todo eso ahora se ha revertido, campea la impunidad y estamos gobernados por una suma de personajes lumpen, creo que ese hito será un punto desde el cual eventualmente pensar un resurgimiento democrático.

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