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Héroes anónimos: la lucha de las y los Educadores Ambientales en Chile

Autor: Felipe Kong Lopez Carolina Silva Lobo y Felipe Marin Isamit.

Lla educación ambiental debe ir más allá de la mera transmisión de conocimientos para convertirse en un acto colectivo y transformador, orientado a construir una sociedad ética y sostenible. En este sentido, todos debemos asumir el rol de educadores ambientales, reconociendo que aprender y enseñar en y para la naturaleza es una obligación.

GOBIERNODE CHILE.

En el marco del Día Mundial de la Educación Ambiental, es fundamental reconocer y valorar a todas las personas que, desde su compromiso con la educación ambiental, dedican su vida al presente y futuro de las generaciones. Mujeres y hombres que, con su trabajo incansable, encarnan profundas convicciones éticas, políticas y humanas, indispensables para transformar de manera significativa nuestra relación con el mundo social y natural.

Estas personas, que educan tanto en contextos formales como comunitarios, no solo transmiten conocimientos técnicos, sino que desempeñan un papel transformador que trasciende una simple actitud favorable hacia lo natural. Con su compromiso, inspiran valores, promueven la acción colectiva y fortalecen la capacidad de las comunidades (escolares y territoriales) para afrontar los desafíos socioambientales de nuestro tiempo, construyendo un camino hacia un futuro más justo y sostenible.

La educación ambiental debe concebirse como un acto pedagógico y humano orientado a resguardar la vida, promoviendo valores éticos y virtudes esenciales para enfrentar los desafíos socioambientales contemporáneos. Los educadores ambientales, con su ejemplo y su compromiso, nos enseñan a reflexionar sobre nuestra relación con el entorno y a tomar decisiones informadas y responsables. Su trabajo, lleno de pasión y entrega, es una luz en la oscuridad de este mundo. Son ellos y ellas los que empujan -voluntariamente muchas veces- la construcción de un futuro más justo, equitativo y sostenible.
En un contexto marcado por el cambio climático y una crisis global tanto ambiental como humana, resulta imperativo construir una ciudadanía activa y comprometida con el cuidado de la naturaleza en todas sus formas y con el bienestar común de todas las especies que habitan el planeta. Más que limitarse a la transmisión de conocimientos, la educación ambiental debe inspirar y fortalecer la capacidad crítica y racional para la toma de decisiones, promoviendo al mismo tiempo la defensa de los derechos ambientales como un componente esencial e inherente a la vida.

Es indispensable fortalecer la capacidad de las personas para incidir en las políticas públicas, exigiendo acciones concretas que promuevan la equidad, la justicia ambiental y un progreso definido como un buen vivir. Solo así podremos avanzar hacia una sociedad más justa, resiliente y comprometida con la preservación de nuestro planeta.

Los principales desafíos de la EA

La educación ambiental debe incorporar entre sus propósitos fundamentales la visibilización de las desigualdades socioambientales y la promoción de la justicia ambiental. Esto implica analizar cómo los impactos ambientales afectan de manera desproporcionada a ciertos grupos sociales y trabajar hacia la construcción de sociedades más justas y equitativas.

Un aspecto fundamental de la educación ambiental es su estrecha conexión con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Esta forma de educación desempeña un papel central en la consecución de estos objetivos, especialmente en aquellos vinculados con la acción por el clima, la conservación de la vida submarina y terrestre, la construcción de ciudades y comunidades sostenibles, y la reducción de las desigualdades. Al promover valores, conocimientos y habilidades orientados hacia la sostenibilidad, la educación ambiental se convierte en un motor clave para alcanzar un desarrollo inclusivo, equitativo y respetuoso.

Además, es crucial reconocer y valorar la diversidad cultural y los conocimientos tradicionales vinculados al cuidado del medio ambiente, especialmente aquellos presentes en territorios indígenas y rurales. Los educadores ambientales que habitan y trabajan en estos contextos desempeñan un papel esencial como guardianes y transmisores de saberes ancestrales, al tiempo que actúan como puentes entre estas cosmovisiones y los enfoques contemporáneos de sostenibilidad.

La educación ambiental debe fomentar el diálogo intercultural, promoviendo el respeto por las distintas formas de comprender y habitar la naturaleza. Esto no solo enriquece nuestra relación con el entorno, sino que también abre caminos para construir un enfoque más inclusivo y transformador, que integre tanto las perspectivas tradicionales como las innovadoras. Este esfuerzo es particularmente relevante en territorios rurales e indígenas, donde los educadores ambientales ayudan a preservar prácticas sostenibles, mientras fortalecen el sentido de identidad y pertenencia de las comunidades.

Relevancia con lo político, la justicia social y la sociedad para la paz:

La educación ambiental es un acto político que cuestiona el modelo de desarrollo dominante y promueve alternativas más sostenibles. Al fomentar la participación ciudadana y la conciencia crítica, contribuye a construir sociedades más democráticas y justas. Es fundamental para abordar las desigualdades socioambientales y construir sociedades más equitativas. Al conectar los problemas ambientales con las cuestiones sociales, contribuye a la construcción de un mundo más justo y sostenible.
Además, es imprescindible valorar el rol de quienes, como educadoras y educadores ambientales, promueven estos valores en diversos contextos. Su trabajo incansable no solo inspira respeto por la vida, la cooperación y la solidaridad, sino que también fomenta la conciencia de la interdependencia entre los seres humanos y la naturaleza. De esta manera, contribuyen a la construcción de sociedades más pacíficas, fraternas y comprometidas con el bienestar del planeta.

¿Dónde estamos?

La educación ambiental, tal como lo establece la Ley 19.300 de Bases del Medio Ambiente, no es únicamente un proceso de aprendizaje interdisciplinario, sino un camino hacia la construcción de una sociedad que valore la convivencia armónica entre los seres humanos y su entorno. En este marco, los valores como la justicia, la solidaridad y el respeto hacia todas las formas de vida deben ser el núcleo de su implementación.

El enfoque tecnicista que caracteriza a la educación ambiental chilena se fundamenta en la enseñanza de habilidades y conocimientos funcionales para abordar problemas concretos, como el cambio climático o la contaminación atmosférica (Sauvé, 2014). Si bien estas competencias son esenciales, su implementación a menudo carece de una conexión con los valores y virtudes fundamentales, como la responsabilidad, la empatía y la justicia ecológica. Esto ha llevado a una desconexión progresiva entre los estudiantes y la naturaleza, una situación que contradice el principio interdisciplinario que promueve la Ley 19.300 (LBMA, 2015).

Por ejemplo, estudios recientes han demostrado que la implementación de contenidos ambientales en las escuelas chilenas suele privilegiar un enfoque instrumental, centrado en datos y soluciones técnicas, mientras minimiza la reflexión crítica y el cuestionamiento ético sobre el modelo de desarrollo que subyace a la crisis ambiental (Medina y Páramo, 2014). En consecuencia, los estudiantes perciben los problemas ambientales como cuestiones aisladas que pueden resolverse mediante soluciones tecnológicas, sin comprender las relaciones sistémicas entre lo humano, lo social y lo ambiental.

La reciente propuesta de actualización curricular en Chile, que incorpora objetivos específicos sobre cambio climático en el marco de la educación ambiental, representa un avance crucial. Este enfoque interdisciplinario no solo introduce conceptos fundamentales, sino que también plantea la oportunidad de enseñar virtudes como la responsabilidad y la equidad. La enseñanza de virtudes requiere de modelos a seguir, tanto en el aula como en la comunidad. Los educadores y educadoras ambientales son agentes transformadores, desempeñan un papel clave al encarnar los valores que desean transmitir. Esta nueva visión fomenta el pensamiento crítico y la ciudadanía activa, capacitando a las personas para tomar decisiones éticas frente a los complejos escenarios presentes y futuros.

Para lograr una transformación profunda, es esencial promover una educación ambiental basada en valores y virtudes, que permita a los ciudadanos actuar con empatía y compromiso hacia el bienestar del planeta. Este enfoque no solo fomenta una actitud ética frente a los problemas socioambientales, sino que también invita a los individuos a ser agentes activos de cambio. Los educadores ambientales desempeñan un rol fundamental en este proceso, ya que son quienes facilitan la conexión entre los estudiantes (comunidades) y los desafíos ambientales, guiándolos en el desarrollo de una conciencia crítica y un sentido de responsabilidad ética, política y social.

En este contexto, es crucial reconocer el valor del territorio como un recurso pedagógico, tal como lo plantea el enfoque de educación en la naturaleza. Al conectar a las personas con su entorno local, los educadores ambientales no solo les brindan una comprensión integral de las interacciones entre lo humano y lo ambiental, sino que también refuerzan el sentido de pertenencia y de compromiso hacia la conservación de su entorno inmediato. A través de esta conexión directa con la naturaleza, los educadores facilitan la internalización de virtudes como el respeto, la solidaridad y la justicia, valores que son esenciales para la construcción de una nueva sociedad.

En última instancia, la educación ambiental debe ir más allá de la mera transmisión de conocimientos para convertirse en un acto colectivo y transformador, orientado a construir una sociedad ética y sostenible. En este sentido, todos debemos asumir el rol de educadores ambientales, reconociendo que aprender y enseñar en y para la naturaleza es una obligación.

En la conmemoración del Día Mundial de la Educación Ambiental, renovamos nuestro compromiso con una educación que no solo promueva habilidades, sino que también cultive valores y virtudes esenciales para garantizar un futuro más justo y en armonía con el medioambiente. Solo a través de este esfuerzo conjunto y consciente podremos enfrentar los desafíos socioambientales actuales y asegurar un legado digno para las generaciones futuras.

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