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Halloween y el cristianismo: la historia que nunca te contaron

Autor: MARTIN CARVAJAL CHAMORRO

Cada octubre llegaba una cadena de mensajes advirtiendo a los padres que no deben dejar a sus hijos salir en Halloween, pues lo consideraban una fiesta “satánica” e impropia para buenos cristianos. Del otro lado, muchos ateos militantes y neopaganos promueven la idea de que el Halloween empezó como una versión cristianizada de un festival celta, el Samheim (pronúnciese “sawaim”). Ambos grupos están equivocados: celebrar el 31 de octubre es una costumbre completamente cristiana, y su versión secularizada (no religiosa), que proviene de Estados Unidos, es una invención bastante reciente.

El Halloween es la Víspera del Día de Todos los Santos. //Foto:  123RF
El Halloween es la Víspera del Día de Todos los Santos. //Foto: 123RF

El calendario litúrgico

De acuerdo con el teólogo Philip Kosloski, la palabra “Halloween” aparece en el siglo XVIII y es una contracción del escocés “Allhallow-even”, equivalente al inglés “All Hallows’ Eve”: “Víspera de Todos los Santos”. Halloween es la fecha anterior al 1 de noviembre o Día de Todos los Santos, que conmemora a los santos y las ánimas que están en el cielo. Le sigue el Día de los Fieles Difuntos, Día de Todas las Almas o Día de los Muertos el 2 de noviembre, que rememora a todos los fallecidos y especialmente los que están en el Purgatorio. Esta época es el Triduo de Todos los Santos, celebrado por católicos y anglicanos.

El papa Bonifacio IV, quien oficializó el Día de Todos los Santos.
El papa Bonifacio IV, quien oficializó el Día de Todos los Santos.

Los primeros cristianos y la Edad Media

El Día de Todos los Santos viene del culto a los mártires cristianos desde tiempos del Imperio Romano. De acuerdo con el teólogo Andrew Mark Henry y el historiador Alan Thacker, en las catacumbas hay inscripciones donde los fieles piden por sus seres queridos a los apóstoles Pedro y Pablo, cuyo supuesto martirio había quedado establecido para el siglo II d.C. Paralelamente, se desarrolló la preservación de las reliquias; los restos mortales de los santos y los objetos que les pertenecieron en vida. En aquel entonces, al igual que hoy, se pensaba que sus cuerpos tenían propiedades milagrosas.

De acuerdo con el investigador Philip Campbell, los primeros registros de la celebración aparecen hacia finales del siglo IV d.C. en territorios del Imperio Romano de Oriente, como Siria y Constantinopla (actual Estambul). La Iglesia no formaliza la fiesta sino hasta el siglo VII d.C., en tiempos del Imperio Bizantino, cuando el emperador Focas concedió al papa Bonifacio IV el beneplácito para renovar el Panteón romano, que se encontraba en alto estado de deterioro, y convertirlo en una iglesia dedicada a la virgen María y los mártires.

Las obras terminaron en el 609 d.C. El 13 de mayo de ese año, Bonifacio IV oficializó la celebración del Día de Todos los Santos. En el siglo VIII d.C., el papa Gregorio III propuso una fecha distinta, el 1 de noviembre, para coincidir con la consagración de una capilla en la Basílica de San Pedro. En el siglo IX d.C., el papa Gregorio IV declaró el 1 de noviembre como la única fecha en que la cristiandad celebraría el Día de Todos los Santos. Aun así, otras alternativas sobrevivieron; en la Iglesia Ortodoxa, por ejemplo, tiene lugar el primer domingo luego de Pentecostés. Finalmente, en el siglo XI, el abad francés Odilón de Cluny cultivó el hábito de rezar por todos los difuntos el 2 de noviembre en los monasterios bajo su mando; más tarde, la costumbre se extendió al resto de Europa.

De izquiera a derecha y arriba abajo: t'anta wawa, biko, soul cake y pan de muerto
De izquiera a derecha y arriba abajo: t’anta wawa, biko, soul cake y pan de muerto

Costumbres del Triduo

Como suele ocurrir con las fechas especiales del calendario litúrgico (por ejemplo, Nochebuena), se ofrecía una misa especial durante la Víspera de Todos los Santos. También sabemos de una costumbre popular que ha sobrevivido hasta hoy día, aunque cada vez con menos fuerza: el historiador Tim O’Neill señala que la gente hacía ofrendas a los muertos y salía a pedir comida durante el Triduo, apelando a la caridad de los vecinos.

En las islas británicas, se usaban disfraces, se entonaban canciones y se paseaba con linternas hechas de nabos ahuecados para pedir soul cake (“pastel de almas”). El pan se repartía entre los vecinos y los más pobres, tradición que sigue viva en partes del Irlanda y el Reino Unido, como Lancashire, y en varias regiones a lo largo del mundo. En algunas ciudades de Portugal y Brasil se pide el pão-por-Deus (“pan por Dios”). En España, el pan de ánimas. En Italia, la torta dell’anima. En Ecuador, Perú y Bolivia, el t’anta wawa (“pan de bebé”). En México, el famoso pan de muerto. En las Filipinas se pide comida en general, pero sobre todo bico (bizcocho de arroz). En Colombia, ingredientes para hacer sancocho al tono del “Ángeles Somos” en Cartagena de Indias.

Como tiende a ocurrir con la feligresía católica, la ocasión solemne se volvió un buen pretexto para agasajos, reuniones familiares y algo de desorden público. Es similar a lo que ocurre con los carnavales que anteceden a la Cuaresma, como el de Barranquilla, el de Venecia, el de Rio de Janeiro o el Mardi Gras de New Orleans; todos provienen de los carnavales de los católicos europeos de la Edad Media, momentos de excesos, del mundo al revés, de disfraces y diversión que hacen contrapeso al recogimiento y el ayuno.

Tierra protestante, fiesta católica

Durante los siglos XVII y XIX, los Estados Unidos fueron colonizados por cristianos protestantes ingleses y específicamente puritanos. La mayoría de los protestantes no veneran a los santos y de por sí no tienen nada que ver con una fiesta centrada en ellos; los puritanos, además, odiaban todo lo que se pudiera prestar para el jaleo y el caos. Sin embargo, el siglo XIX fue un tiempo de grandes olas migratorias desde Europa hacia el nuevo país y trajo consigo muchos católicos y anglicanos de Irlanda, Francia e Inglaterra, sumados a los escoceses que llegaron durante el Siglo XVIII. En tierra estadounidense, las costumbres europeas del Triduo se encontraron con el ojo comercial de las tiendas de dulces, fiestas, juguetes, tarjetas y utilería del siglo XX, que poco a poco transformaron a la Víspera en el Halloween secular y de exportación que conocemos hoy día.

La Danse Macabre, un recordatorio del destino de la vida y el alma. //Foto: Wellcome Collection
La Danse Macabre, un recordatorio del destino de la vida y el alma. //Foto: Wellcome Collection

El cristianismo y lo macabro

Desde el comienzo, el cristianismo en general ha mostrado fascinación por lo macabro y lo tétrico: la muerte de Jesús se describe con alto grado de detalle y sus heridas se manifiestan en los creyentes más fervorosos (como Francisco de Asís), los que murieron por su fe son venerados y tienen una categoría especial, los restos mortales de los santos se conservan y se exhiben (piénsese en los huesos de Pedro Claver); una de sus creaciones literarias más famosas es un recorrido por cada rincón del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso (la Divina Comedia de Dante Alighieri); la imaginación de los feligreses dio origen a los demonios (que no existían en el judaísmo), las gárgolas, las brujas, las almas en pena y los vampiros; en tiempos de pestes y guerras, pululaban las representaciones alegóricas sobre la inevitabilidad de la muerte, los memento mori (“recordatorios de la muerte”), las danses macabres (“danzas de la muerte”), las figuras grotescas que aparecían y siguen apareciendo en los carnavales.

Todas esas prácticas y obras tienen la misma función y responden a las mismas preocupaciones, que también se ven reflejadas en el Triduo: por un lado, apreciar a los que se han ido y rendirles honor o pedir a Dios por ellos; por el otro, recordarles a los vivos que algún día morirán y que sus conciencias deben estar limpias y sus almas preparadas; por último, canalizar esos miedos a través del arte, el juego y el performance.

¿Qué tiene que ver el Samhain?

Nada, hasta donde sabemos. El Samhain era una fecha que marcaba el fin del verano y el comienzo del invierno entre los celtas de Irlanda. Tenía lugar el 1 de noviembre y era un día importante, pero no sabemos casi nada de lo que se hacía en él. De acuerdo con O’Neill, la única descripción que da detalles está en el poema Serglige con Culainn (“La convalecencia de Cú Chulainn”, siglos X-XI), donde se dice que el evento duraba siete días (tres antes del Samhaim, el Samhaim mismo, luego otros tres) y que en él se veían “juegos y mercados, esplendor y pompa, banquetes y comilonas”, pero no se menciona nada espiritual o religioso, mucho menos nada relacionado con la remembranza de los muertos. En cierto modo, se asemeja más a lo que hoy día es la celebración del Año Nuevo.

La única importancia religiosa que parece haber tenido el Samhain aparece en el Félire Óengusso (“Martirologio de Oengo”, siglo IX d.C.), donde se menciona como la fecha que celebraba a tres santos irlandeses, “Lonan, Colnan y Croman”. El mismo texto dice que el Día de Todos los Santos en Irlanda se celebraba el 20 de abril y es probable que anteceda a la reforma de Gregorio IV. La idea de que el Halloween es una versión cristianizada del Samhaim aparece en la obra de Seathrún Céitinn/Geoffrey Keating, historiador irlandés del siglo XVII, muy difundido en el siglo XIX, pero poco riguroso y dado a inventar y especular.

Los libros medievales dan a entender que se creía que durante el Samhaim era más tenue el “velo” que separaba al mundo humano del mundo de los aos sí (seres sobrenaturales), pero es improbable que eso influyera en el Triduo: 1) los cristianos ya celebraban el Día de todos los Santos por su cuenta en el siglo IV d.C. y en territorios como Turquía y el Levante, muy lejos de la isla que es Irlanda; 2) la costumbre de rezar por todos los muertos se desarrolló de forma independiente en el seno de la vida monástica, 3) la alternancia entre lo solemne y lo carnavalesco ya hacía parte de las manifestaciones populares de la vida cristiana en Europa continental y 4) como se evidencia en su iconografía y sus creaciones artísticas, los cristianos no necesitan acudir a otras religiones para conjurar toda clase de ideas y seres lúgubres.

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