Norita Cortiñas fue una de las mujeres más amadas por buena parte de la sociedad. Si bien siempre formó parte de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, se la veía en cuanta causa necesitara su apoyo. Pese al dolor, luchaba con fortaleza desde que su hijo Gustavo fue desaparecido por la dictadura cívico-militar. Se fue del mundo hace poco, el 30 de mayo, sin saber nada de él, pero vivió con la compañía de millones, que no reemplazan lo irremplazable, pero que sirvieron como caricia a ese cuerpo pequeñito, y con un alma llena de grandeza. Desde el jueves próximo se la podrá recordar nuevamente en las salas de cine de la Argentina con el estreno de Norita, la película del australiano Jayson McNamara y la argentina Andrea Tortonese, que refleja su vida, su lucha, su pérdida y su legado. Y su modo de entender la vida. Con entrevistas que le pudieron hacer, con testimonios tan emotivos como el de la propia Norita, animaciones y material de archivo, el film traza un retrato íntimo de esta Madre. Y permite reencontrasre con el personaje público, pero también ingresar al terreno de Norita en un aspecto más intimista, pausado, como su manera de hablar. Una notable película que hace llorar, pero que es luminosa. Como lo fue Norita.
El film tiene como productores ejecutivos al músico argentino Gustavo Santaolalla (encargado también de la música), la productora argentina Bárbara Muschietti (ver nota aparte) y dos figuras internacionales, como la periodista y escritora canadiense Naomi Klein y la actriz estadounidense Jane Fonda. Santaolalla reconoce que está “totalmente en sintonía con la causa y la historia de lo que es la vida de Norita, de lo que son Madres y Abuelas”, tal como cuenta en diálogo telefónico con Página/12.
El ganador de dos Oscar por la música de Secreto en la montaña y Babel tuvo varios proyectos vinculados con Madres y Abuelas. También recuerda Poesía Diaria, que hizo con Virginia Giannoni, a través de la editorial Retina, en el que compilaron 208 recordatorios de hombres y mujeres desaparecidos durante la última dictadura, algunas de las piezas que desde 1988 fueron publicándose, a pie de página, en este diario. “Hicimos inclusive una traducción de esos recordatorios en colegios de Estados Unidos, con minorías. Fue un proyecto muy lindo a partir de una obra de Virginia”, confiesa. Pero muchos años antes entabló amistad con Norita Cortiñas. Y cuando surgió la oportunidad de hacer este documental, ella misma dijo: “Yo quiero que la música la haga Gustavo”. “Había otros muchachos participando, me sumé a eso y más que nada para tratar de llevar adelante el proyecto y de organizarlo un poco, con mi participación en la producción ejecutiva. Estamos tratando de mover la película afuera, para que se la conozca también en el exterior“, comenta Santaolalla.
-¿Cómo fue el trabajo de darle música a la película? ¿Qué requería?
-Fue muy lindo. Cuando entré en el proyecto, el codirector, Jayson McNamara, me comentó: “Norita me dijo que quiere que hagas la música”. Ya había dos muchachos que estaban trabajando en el proyecto: Paco Cabral y Matías Tozzolla, a quienes yo no conocía. Pero había mucha música que ya habían hecho y había muchas cosas que realmente estaban muy lindas, y que podían ser útiles. Tuvimos una conversación, junto con una persona muy allegada a mí, que trabaja conmigo aquí en Los Angeles, Juan Luqui, otro gran músico. Hice una cierta cantidad de temas y le di una especie de orientación a la sonoridad que quería que tuviera la película. Me gusta mucho el resultado final de lo que quedó. Fue un trabajo en equipo y por eso yo quería que el crédito fuera igual para todos. Me interesó mucho también trabajar en el desarrollo de la película; en todo lo que fue el tema de la edición, que llevó muchos procesos, hasta llegar a donde se llegó. Pero obviamente fue un proyecto que me entusiasmó muchísimo. Y por suerte tuvimos la oportunidad de mostrárselo a Norita, no terminado, pero que llegara a ver el proyecto bastante avanzado.
-¿La película funciona como el legado que deja tras su muerte?
-No sé si es el legado, pero cuenta muy bien la historia de una mujer increíble, una persona fuera de lo común. También relata su transformación, que es increíble. La vida te va enseñando cosas que te transforman. Y ella es un ejemplo de eso, cuando te cuenta cómo era en sus comienzos y cómo pensaba ella en un principio y la referente que terminó siendo. Pero también es un gran vehículo para escuchar a Nora Strejilevich y por supuesto el testimonio de Ana Careaga, que es increíble. Esas cosas también suman mucho.
-Algo característico de Norita es que no solo llevaba a cabo su lucha junto a las Madres, sino que también era muy solidaria con otras luchas. Ya con muchos años se la veía solidarizándose con quienes sufrían injusticias. ¿Crees que es una película que sirve de ejemplo para las nuevas generaciones?
-Sí, y sobre todo en este momento en que el mundo está en una situación tan particular. Nuestro país, que no hace falta que entremos en detalle porque es de una obviedad salvaje, pero en todo el mundo está pasando: desde Gaza a las elecciones en Estados Unidos. Entonces, es importante ver el testimonio real y vital de los hechos que conforman la vida de Norita, que no es una teoría que se habla desde un sillón, sino que es una persona que con los años que tenía y todo salía a la calle a caminar por los derechos reproductivos de la mujer, por todas las causas que hacen falta a diario en un lugar como en Argentina y-nuevamente-en un mundo como el que estamos viviendo.
-¿Este documental apunta no solo a quienes conocieron a Norita sino también a quienes desconocían el valor y el peso del personaje histórico?
-Absolutamente. Por eso creo que es tan importante también porque trasciende lo que es el argentinismo o lo que puede ser la cosa tan nuestra. ¿Cuántos movimientos se han generado en el mundo a partir de Madres? Así como estamos viendo una oleada de una cosa realmente espantosa, de un aumento de la agresividad, de la intolerancia, del insulto, de la ofensa, de la maldad, de cosas que están asociadas con el mal, con hacerle mal al otro, por suerte también se generan oleadas que surgen a partir de un lugar o de una persona. Y creo que la película tiene ese potencial, que puede generar oleadas también.
-Las luchas que tuvo fueron por motivos muy dolorosos. Sin embargo, eso no le hizo cambiar su calidez y su ternura. Y la película lo refleja.
-Una de las cosas que me maravilló de Norita, y debo decir que de muchas de las Madres y de una persona como Estela también, es la capacidad que tuvieron de transmutar el dolor máximo que uno puede tener, la pérdida de un hijo. Y encima en esa circunstancia, ¿no? Perder un hijo es una cosa que no lo quiero ni imaginar. Y perderlo por su forma de pensar, siendo torturado, abusado, desaparecido. Ves cómo lograron transmutar eso en una cosa luminosa. Siempre me llamó la atención la luz que tenía Norita. Encima, su tamaño físico, que era chiquita y, sin embargo, la luz que emanaba de esa persona. Era una cosa física que se notaba en su presencia. Muy fuerte.
-¿La ves como una película triste pero esperanzadora?
-Triste por el tema que trata, pero positiva totalmente porque lo que marca es que primero no hay que bajar los brazos, que hay que seguir luchando, que las cosas a veces cuestan pero se logran, como se ve con el tema de lo que fue finalmente la aprobación del derecho de la interrupción del embarazo que, en principio, fue mal, pero después se continuó con la lucha y se logró. Y la supervivencia también de una persona como Ana Careaga. Cuando pensás todo lo que vivió Ana, decís: ¿Cómo una persona, después de todo eso que vivió, incluyendo lo que terminó ocurriendo con su madre puede tener ese nivel de madurez y de equilibrio? Es una cosa realmente admirable. Entonces, hay tantas cosas para admirar en la película. Y el sentimiento de la admiración siempre es un sentimiento positivo que nosotros como seres humanos podemos lograr frente a adversidades inconcebibles. Entonces, es muy positiva la película. Lo que pasa es que lo atraviesan unos temas que son siniestros. No tristes: son horroríficos.