Hubo una crisis de migrantes en Estados Unidos. Hubo, porque hoy la frontera sur, por donde hace apenas un año cruzaban miles de migrantes diarios, es un lugar mayormente tranquilo y estable. Cualquiera estaría perdonado por pensar que la crisis se ha mantenido, pues el candidato y ahora presidente electo Donald Trump hizo toda su campaña basada en el hecho de que la frontera estaba colapsada. Si bien el republicano no es conocido por su fidelidad a los hechos, durante los tres primeros años de la presidencia de Biden, esa descripción fue básicamente correcta.
Sin embargo, tras la caída por orden de Trump de un proyecto de ley bipartisano que habría reforzado drásticamente la frontera en los primeros meses de este año, Biden firmó una amplia orden ejecutiva en junio que supuso un freno muy brusco en las entradas de migrantes. Mientras, en la práctica, esta medida ha cerrado la puerta casi por completo a solicitantes de asilo —aunque todavía se puede pedir refugio desde los países de origen o algunos terceros países gracias a una serie de oficinas que estableció Biden en su mandato, que junto con otras medidas ha hecho ese proceso mucho más eficiente—, ha sido la combinación de ello con la intensificación de la actividad de México para detener migrantes en su territorio lo que ha significado el mayor cambio en la frontera que deja Biden.
Es lo que resalta Doris Meissner, la directora del programa de política migratoria estadounidense en el Migration Policy Institute y jefa entre 1993 y el 2000 del Servicio de Inmigración y Naturalización (INS, por sus siglas en inglés), predecesor del actual Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE). “[El cambio] se ha logrado como resultado de dos cosas: una que hizo Estados Unidos y otra que hizo México. Las cifras más altas se dieron hace aproximadamente un año y eso dio lugar a conversaciones de muy alto nivel entre funcionarios de ambos países. México ya había estado trabajando mucho con Estados Unidos para reducir los flujos que llegaban a la frontera. Pero eso se aceleró y aumentó a partir de enero de 2024″, señala por teléfono Meissner. Por otro lado, la normativa imperante desde el verano que suspende la aceptación de nuevas solicitudes de asilo mientras el flujo de migrantes promedio durante dos semanas no esté debajo de cierto umbral —el umbral se ha ido reduciendo a medida que los cruces han disminuido— ha eliminado el incentivo de cruzar la frontera, entregarse a la Patrulla Fronteriza y solicitar asilo.
Esta era la estrategia que seguían los migrantes hasta antes de las nuevas medidas. Al solicitar asilo en manos de la Patrulla Fronteriza se comenzaba un proceso largo que significaba que las personas eran liberadas mientras sus casos eran resueltos. Con un atasco de casi tres millones de casos —alrededor de diez veces más que hace una década— para unos 700 jueces de inmigración en el país, la fecha para una cita en la corte podía estar varios años en el futuro. Además, mientras esperan, los migrantes tienen derecho a permanecer en el país, y aunque no pueden trabajar legalmente, muchos igualmente lo hacen de manera irregular. Asimismo, migrantes que saben de antemano que su solicitud de asilo sería rechazada por las razones que sean pueden faltar a su cita judicial y convertirse en indocumentados al uso.
Cerrada esta puerta, pues ahora si pasan y se entregan son deportados directamente, a los migrantes no les ha quedado más remedio que hacer fila virtual en la aplicación CPB One. A través de esta app, las personas pueden pedir citas migratorias en puertos de entrada oficiales en donde sí pueden solicitar asilo. Las citas pueden ser otorgadas para semanas o hasta meses más adelante y los migrantes, solos o en familia, deben esperar en México. A pesar de ello, y de denuncias sobre numerosas fallas y peligros en la aplicación, las autoridades estadounidenses la han visto como un éxito que ha generado orden en la frontera sur.
Los números lo corroboran. Según información de aduanas publicada en exclusiva por NewsNation este viernes, en noviembre por primera vez en la historia hubo más encuentros con migrantes en puertos de entrada oficiales que en el resto de la frontera sur. También en general los encuentros con migrantes han disminuido mes a mes desde junio, con cada nueva cifra de cruces migrantes siendo la más baja desde que Biden asumió la presidencia. Según las cifras de CBP, en octubre de este año, los números más recientes publicados abiertamente, hubo 106.344 encuentros en toda la frontera sur, una reducción drástica comparados con los 301.981 que hubo en diciembre de 2023, el número más alto en la historia. El aumento esperado de migrantes buscando llegar a Estados Unidos antes de que Donald Trump tome posesión no se ha materializado precisamente porque las autoridades mexicanas están disolviendo las caravanas migrantes que se han ido formando en las últimas semanas y porque una vez llegan a la frontera no hay manera de cruzar sin ser deportado en caliente.
A pesar del éxito de las medidas de Biden y de la implementación de México de una estrategia mucho más agresiva para detener migrantes que están en camino a la frontera con Estados Unidos, parece que ha sido una victoria que ha llegado demasiado tarde para que el presidente demócrata se la pueda apuntar. Precisamente, la legislación negociada en el Congreso por ambos partidos, que era todavía más comprensiva que la orden ejecutiva que finalmente redujo el flujo migrante, fue tumbada por orden de Trump para poder hacer campaña con el mensaje de una frontera colapsada. Y, a todas luces, funcionó. Así que queda la pregunta de por qué Biden se demoró tanto en tomar acción decisiva frente a la situación.
“La administración Biden ha estado buscando durante todo su mandato formas de establecer un control eficaz de las fronteras, pero también políticas humanas que hagan posible que las personas obtengan protección en Estados Unidos si cumplen los requisitos para obtener asilo. Desde el comienzo de la presidencia de Biden, hemos visto continuos esfuerzos por buscar ese equilibrio, pero se ha enfrentado realmente a corrientes cruzadas muy difíciles debido a la forma en que han cambiado los flujos y también a la enorme presión política. Y eso ha sido una verdadera lucha para la administración. Intentaron por todos los medios obtener más recursos del Congreso para poder procesar a más personas y tramitar más rápidamente las solicitudes de asilo, pero al final el Congreso no aprobó ni los fondos ni las medidas legislativas. Así que la administración esperó y confió en que el Congreso actuara, y esa espera al final, en retrospectiva, duró demasiado”, describe Meissner.
Cerrada la puerta del asilo, pero aceitado el sistema de refugiados
La búsqueda de políticas más humanitarias ha quedado especialmente evidenciada en lo que ha sucedido con el sistema de reasentamiento de refugiados; aunque en medio de una campaña electoral en la que la frontera estuvo en el centro, este tema, un tanto enrevesado con términos específicos, ha pasado un poco por debajo del radar. Mientras se habla mucho de solicitantes de asilo, la palabra refugiado es menos común. Esto se debe a que técnicamente son exactamente lo mismo —personas que huyen de sus países por falta de garantías acerca de su seguridad por diversas causas—, pero tienen una gran diferencia: el solicitante de asilo pide ser acogido una vez ya está en el país nuevo, mientras que un refugiado tramita su petición desde su país de origen. Durante la presidencia de Biden la puerta del asilo se ha cerrado, pero el sistema de reasentamiento de refugiados, en cambio, se ha aceitado.
Los 100.034 refugiados reasentados en Estados Unidos en el año fiscal 2024 representan el mayor número de reasentamientos en 30 años y un notable repunte desde las aproximadamente 11.400 admisiones de tres años antes, las más bajas en la historia. El cambio de tendencia reafirma el papel de Estados Unidos como principal destino mundial de reasentamiento, superando con creces a otros importantes países de reasentamiento de Europa y Canadá. Además, los casi 25.400 refugiados procedentes del hemisferio occidental fueron los más numerosos de su historia y cuadruplicaron los 6.300 del año anterior.
Este cambio notable se dio por una serie de nuevas políticas implementadas que han permitido agilizar un proceso muy riguroso que solía tardar varios años de principio a fin. Por un lado, las entrevistas de seguridad se han empezado a hacer telemáticamente y el sistema se ha digitalizado. Combinada con la ampliación del cuerpo de oficiales de refugiados, esta modernización del sistema aumentó drásticamente el número de entrevistas realizadas, de aproximadamente 1.200 en el año fiscal 2020 a más de 141.900 en el año fiscal 2024. Asimismo, el procesamiento simultáneo de diferentes etapas, en lugar de escalonado, también ha ayudado a agilizar el proceso drásticamente. En conjunto, estos cambios permitieron al programa de reasentamiento ampliar su toma de decisiones. En el año fiscal 2024, los funcionarios decidieron más de 149.600 casos, frente al mínimo de 7.000 en el año fiscal 2020.