Dr Fernanda Hernández, médica cirujana de la Universidad Militar.
Foto: REVISTA VEA – Leonardo Sánchez
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¿Cómo surgió la idea de escribir este libro? ¿Por qué cree que no nos habíamos percatado de contar también el relato de los médicos como testigos de la guerra en Colombia?
Es una idea que fue tomando forma con los años. Empezó con una inmensa admiración por la labor de estos médicos cuando fueron mis maestros en el Hospital Militar y yo, apenas de estudiante, los veía responder con tanta agilidad y conocimiento, por ejemplo, a la llegada masiva de soldados heridos en combate, con lesiones muy complejas.
Después, algunos de mis compañeros de medicina de la Universidad Militar Nueva Granada se vincularon al Ejército y a la Fuerza Aérea y cuando conversábamos, me contaban sus historias en los batallones y bases lejanas a donde eran trasladados y me llamaba poderosamente la atención que para ellos, por ejemplo, un hostigamiento con cilindros bomba era una situación “cotidiana”, pero para mí todo era asombroso e impactante. Hasta que un día, en el 2018, mientras almorzaba con uno de ellos, me confesó una situación realmente difícil, en una toma guerrillera, en la cual debió atrincherarse en una estación de policía y eso encendió en mi una sensación de “tengo que contarlo”. Vino la pandemia, la idea se enfrió pero hace año y medio dije: es ahora o nunca.
Aquí hago un paréntesis y admito que, felizmente, me contagié con el “bichito del periodismo” y, de verdad, pensé que el país debía conocer algunas de estas historias de heroísmo, de valentía, de sacrificio y de amor profundo por la vida y que no son visibles. Además, al recopilarlas en un libro, vi la oportunidad para rendir un homenaje a tantas personas que a lo largo de este conflicto han luchado por proteger la vida y por supuesto, no son solo médicos y no solo militares, también enfermeros, psicólogos, bacteriólogos, civiles, voluntarios, en fin, son miles. Ojalá no olvidemos a esos seres que no buscan reconocimiento y que han hecho y siguen haciendo una labor invaluable y que son la cara de la grandeza, del alivio, del consuelo en medio de tanto dolor y tragedia.
¿Qué aprendió escuchando a colegas suyos cuando contaron su experiencia en la guerra? ¿Qué le dejan a usted estos testimonios?
!Uf! Difícil, tantos años después me siguieron enseñando pero esta vez fuera de las aulas y de los quirófanos. Cada conversación fue una lección no solo de medicina o trauma de guerra sino de humanidad. Pero si debo destacar algo, más que un aprendizaje es una reflexión y es el absurdo del conflicto armado y lo resumo en la frase de uno de ellos: “de todos depende construir un país (y le agrego: un mundo) donde nadie tenga que ir a la guerra”. Tristemente, las décadas de conflicto nos han acostumbrado al dolor, nos han hecho, de alguna manera, indiferentes y vemos el tema como algo lejano que no tiene que ver con nosotros.
Por otro lado, debo confesar que me siento realmente privilegiada de haber sido su interlocutora. Con sus relatos seguí aprendiendo del poder que tiene escuchar y de un valor esencial que es el de la bondad porque creo que hay que ser muy generoso, por ejemplo, con el tiempo y con los espacios para abrir el corazón y la memoria de la manera en que ellos lo hicieron conmigo. Además porque son temas que muchos tenían bien guardados en sus recuerdos y no los habían compartido ni siquiera con sus propias familias. !Eso me conmovió!
Confirmé -y ojalá las nuevas generaciones lo tengan claro- que para asumir esta profesión se requiere una enorme vocación, humanidad y amor por el servicio al otro y a este país. Además, algo fundamental es que la lucha en medicina es contra la muerte y que a pesar del tiempo y de las situaciones más difíciles a las que uno se enfrente, jamás te acostumbras a ella. Cada vida perdida duele y mucho más si es, como dije al inicio, en el absurdo de la guerra.
Vestir camuflados y dormir con fusiles. Si bien tuvieron que aprender a utilizarlos, qué dice usted sobre la valentía que debieron asumir los médicos para enfrentarse a escenarios que no estaban pensados cuando decidieron estudiar medicina…
Es una valentía no de protagonismo sino basada en la compasión, compromiso y deseo por contribuir no solo a salvar vidas de los más vulnerables sino también con el deseo de construir un mejor país. Es una valentía escasa porque claramente no cualquiera está dispuesto a luchar contra la muerte hasta la muerte, es decir, incluso arriesgando su propia vida.
Qué decir también de la esperanza. Es increíble que no hablemos casi de la importancia que tienen los médicos para salvar la vida de los soldados. ¿Qué opina usted de este valor que encarnan ustedes y qué otros valores cree que representa el personal médico en la guerra?
El personal de salud en el conflicto es precisamente eso: esperanza, o como dice la fuerza pública, “moral”, alivio y no solo para los soldados sino también para civiles y guerrilleros. Porque el médico no es un juez, es un profesional que está frente a un paciente sin importar su religión, genero, ideología o bando.
El personal de salud es indispensable y ha estado en la retaguardia de los ejércitos siempre, a lo largo de la historia, pero los relatos de la guerra suelen llevárselos las víctimas y los victimarios. Tenemos una deuda de gratitud con estos seres humanos que yo me atrevo a llamar héroes anónimos y ojalá no se quede solo en aplausos, como sucedió con la pandemia.
Qué dilema aquel de tener que decidir qué vidas salvar primero. Uno de los médicos cuenta que la orden era atender a las personas que tenían heridas menos graves para garantizar que sobrevivieran. ¿Qué nos puede decir usted de esos dilemas éticos a los que se enfrentan ustedes como médicos?
Cada decisión en medicina, cualquiera que sea, tiene implicaciones éticas, pero sin duda, cuando se trata del escenario de la guerra hay una mayor tensión y riesgo. Los recursos son escasos, el volumen de pacientes es mayor, no hay tiempo de comités o largas discusiones para definir conductas, entre muchos otros. Considero que así ya muchas recomendaciones estén bien definidas en manuales y protocolos, otra cosa es tener que hacerlo “en caliente” y hay situaciones muy difíciles y polémicas que probablemente hay que seguir discutiendo; aún más con lo que esta viviendo el país y el mundo. En los relatos de estos médicos se pueden dar cuenta de que a pesar de esa relación tan compleja entre guerra y medicina, ellos tuvieron claros valores y principios que les permitió cumplir su función de adaptarse a las condiciones adversas para curar, siendo muy recursivos y poder servir a todos por igual.
El médico como héroe. Aunque se entienda casi que de manera obvia esta figura, quisiera que nos contara, y esto quizá relacionado con una de las preguntas iniciales, por qué ha podido faltar ese reconocimiento para el personal médico.
Sin duda, hay muchos factores detrás de esto. Primero, porque el médico se forma con la clara convicción de que servir, ayudar y proteger la salud y la vida es el “deber ser”, entonces no ven nada de heroico en cumplir con esa misión y función. Como decía antes: es lo usual, lo normal, lo cotidiano. Pero sin duda, cuando lo ves desde afuera hay mucho de sacrificio y heroísmo. Incluso a algunos no les gusta ser llamados héroes y califican lo que han hecho solo como “anécdotas”.
Por otro lado, hemos vivido un conflicto tan prolongado y doloroso en el que pasan tantas cosas que el frenesí, corre corre diarios y la intensidad de los hechos nos han cegado o reducido la mirada al mero registro y a ciertos rostros, ciertas vivencias. Pero sin duda, debemos hacer pausas para no perder de vista otros protagonistas. Y por supuesto, también pienso que desde las autoridades hasta la sociedad civil nos ha faltado ese reconocimiento y respaldo para que estas personas que hacen el “bien oculto” tengan el respeto y lugar que realmente merecen.
El doctor Villa habla de salvar la vida independientemente de la ideología del paciente. Esa es una reflexión muy valiosa del libro, pues le dan cierto rostro de humanidad a la guerra, ¿qué opina usted de esto?
En tiempos de paz o de guerra, en medicina, la ética es la ética. Y pienso que la medicina ha hecho mucho por humanizar el conflicto y puede sonar raro, pero desde mi punto de vista los médicos no tenemos “enemigos” por eso siempre esta palabra está encomillada en el libro. Contra lo que se lucha no es otro ser humano sino contra la enfermedad, las secuelas y la muerte.
A todos les preguntó si volverían a ser médicos militares y con lealtad a su servicio y oficio muchos dicen que sí. Parece que pocas labores en el mundo generan tanto orgullo como la medicina y la misión de ayudar a otros, ¿no?
Es la vocación y eso fue impactante. Ninguno dudó ni un minuto en decir que volvería a ser médico militar a pesar de las frustraciones, heridas físicas y emocionales propias o ajenas. Eso confirma que uno de los propósitos mas grandes que uno puede tener es el del servicio. Ellos son ejemplo de eso y lo dejan más que claro
¿Usted habría sido médica militar? ¿Al haber salido de la Universidad Militar se le presentó alguna vez esa oportunidad?
Claro que tuve la oportunidad de ser médica militar pero en ese momento tenía otros sueños y objetivos. Y frente a esta pregunta, quisiera decir algo de lo que me di cuenta en el proceso de escribir y es que varios de estos médicos coinciden en que hay que ser medio “bicho raro” para ser médico militar y yo me considero “bicho raro” pero tal vez de otra especie, ja, ja, ja, ja, porque terminé ejerciendo la medicina desde los medios masivos y así he podido llegar a tantos colombianos, incluso en las regiones, con la convicción de que la información también salva vidas. Y de no haber sido así, no habría convertido este sueño personal en un libro y un tributo que ahora ya no es mio sino de todos ustedes.
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