Una fotografía de Juan Baraja, de su serie Teatro Real, en la que el molde de una cabeza sujeta una peluca de atrezo prendida con alfileres, y una pantalla gigante por la que van pasando imágenes de algunos de los montajes más célebres de la historia de nuestra escena, con rostros tan conocidos como los de las desaparecidas Marisa Paredes y Concha Velasco, Blanco Portillo, Asier Etxeandía, Carmen Machi o Lolita. Así es como recibe al visitante el nuevo Museo Nacional de Artes Escénicas (MNAE), que en la mañana de este jueves han inaugurado el rey Felipe VI, el Ministro de Cultura y el presidente de Castilla-La Mancha en Almagro, localidad ciudadrealeña con pedigrí demostrado por acoger cada año el Festival de Teatro Clásico y su Corral de Comedias, el único teatro español del siglo XVII que se conserva tal cual fue concebido.
Traspasado ese umbral, quien acuda a visitarlo se topará con tres plantas y un patio atiborrados de maquetas de teatros, diseños de escenografías y figurines, retratos de figuras clave de nuestros escenarios y vestuarios míticos como el de la Salomé que interpretó Núria Espert, además de mucha documentación en todo tipo de formatos y de la reproducción de divertidas maquinarias que se utilizaban en su día para crear efectos visuales o de sonido, y que ahora son la parte más interactiva y familiar de la visita. Un viaje en el tiempo que se hace a la inversa, desde lo más actual hasta los orígenes, la comedia y la tragedia clásicas, y que se organiza primero por épocas y después por temáticas, ofreciendo una rica perspectiva de lo que ha sido la historia de la escena, y en particular el teatro, en nuestro país.

El Rey, durante la inauguración del MNAE, rodeado de Emiliano García Page (izda), Ernest Urtasun y la directora y el comisario del museo, Beatriz Patiño y Ángel Martínez Roger. / Eusebio García del Castillo – EP
Porque el teatro sigue mandando en el que será, desde ahora, el gran centro expositivo que tendrá España en todo lo que toca no solo a esa disciplina, sino también a otras como la danza, la lírica y el circo. Esa es la principal novedad de esta institución, dependiente del Instituto Nacional de Artes Escénicas y Musicales (INAEM), que sustituye al Museo Nacional de Teatro que se ubicaba en la misma sede, y que ahora por fin adquiere personalidad jurídica propia al haber sido creado por Real Decreto, tal y como establece la Ley de Patrimonio. Tres años ha tardado en llevarse a cabo una renovación arquitectónica y de contenidos que ha costado en torno a un millón de euros y que ha obligado a mantenerlo cerrado un año y medio, comandada por la que era directora de aquel centro desde 2015 y lo sigue siendo de este, Beatriz Patiño, y en la que ha tenido un papel fundamental el director de escena y curador de exposiciones Ángel Martínez Roger, que ahora ocupa el cargo de comisario en esta institución.
Más que teatro y más actualizado
Además de su estatus jurídico, el cambio de Museo Nacional de Teatro a Museo Nacional de Artes Escénicas implica también “que se ha constituido un patronato con expertos y asesores técnicos en materia tanto de artes escénicas como de museografía. Eso es muy importante para reforzar la misión que tiene el museo”, comentaba el miércoles a un grupo de periodistas su directora. “¿Por qué se ha cambiado el nombre y no es solo de teatro? Porque si formamos parte del INAEM y del Ministerio de Cultura, significa que nos nutrimos del resto de unidades de producción. Y ahí no está solamente el teatro, sino también el resto de las artes escénicas”, añadía. Disciplinas como la lírica o la danza están todavía notablemente infrarrepresentadas en su contenido, y mucho más el circo, pero la responsable explicaba que se está trabajando para que eso se vaya resolviendo con el tiempo, aunque el punto de partida está claro que no es el mismo.
Patiño reconocía también que el museo anterior se había “quedado obsoleto”. Por eso, otra novedad importante que apuntaba Ángel Martínez Roger es que, al nuevo o renovado centro, “le queríamos dar una vuelta porque no estaba contado ni el siglo XXI ni casi la parte final del XX”. Para quien busque rabiosa actualidad, la encontrará por ejemplo en ese carrusel inicial de fotos en el que vemos a rostros tan actuales como María Hervás, Los Javis, Irene Escolar o Francesco Carril, el protagonista de la serie Los años nuevos. Pero poco se puede ver por ahora de creadores estrictamente contemporáneos pero ya fundamentales como Angélica Liddell o Rodrigo García, o de lo que entendemos por ‘artes vivas’. Más allá del contenido, la puesta al día del MNAE ha provocado que cambie desde el espacio expositivo hasta los uniformes de los y las vigilantes de sala, obra de la diseñadora de vestuario de Ciudad Real (sus responsables se esforzaban por subrayar el arraigo local del museo) Rosa García Andújar.

El Museo de las Artes Escénicas abres sus puertas en Almagro (Ciudad Real). / Jesús Monroy – EFE
El nuevo museo concentra lo principal del patrimonio escénico español, las colecciones que ya tenía en su día el Museo Nacional de Teatro y a las que se han ido sumando en los últimos años nuevas adquisiciones, depósitos llegados de instituciones como Patrimonio Nacional o el Museo del Prado y donaciones de personalidades como Núria Espert, Lluís Pasqual o Gerardo Vera, llevando sus fondos hasta las 17.500 piezas. A pesar de que la reforma diseñada por el estudio Donaire Milans ha permitido ganar 142 metros cuadrados de espacio expositivo en el edificio de los Palacios Maestrales que acoge el museo, hasta alcanzar los 460, y a pesar también de la densidad de lo expuesto, tan solo un 2% de esos fondos están a la vista del público, aunque una parte importante irán rotando. La actual sede solamente aloja la exposición permanente, pero el INAEM ya ha alquilado otro espacio, la cercana Iglesia de las Bernardas, para celebrar en el futuro las exposiciones temporales y que estas no obliguen a cerrar el museo durante su preparación, como pasaba hasta ahora.
Piezas únicas
El recorrido por un museo en el que apenas quedan centímetros de pared e incluso de suelo libres arranca con la sala dedicada a los siglos XX y XXI, con una impactante maqueta y varios bocetos de la escenografía que Fabià Puigserver diseñó para la versión de El público, de Lorca, que dirigió Lluís Pascual en el CDN en 1987, y materiales de la que Francisco Nieva creó para el Marat/Sade que dirigió y protagonizó Adolfo Marsillach en el Teatro Español en 1968. En un espacio posterior de esa misma planta baja, dedicado a la Edad de Plata, hay carteles de Margarita Xirgu, de las Misiones Pedagógicas o de La Barraca del propio Lorca, del que se muestran los figurines que él mismo dibujó para La zapatera prodigiosa en 1930. También, retratos de Valle-Inclán, de Fernán Gómez o el de María Guerrero que pintó Daniel Vázquez Díaz, una pieza del Reina Sofía que ahora se añade, en depósito, a la colección del MNAE.
El espacio ganado en el interior del museo ha sido en base a la escalera que antes rodeaba al cubo central, y que ahora permite disponer de una “segunda piel”, como la describía Martínez Roger, en la que se exhiben fundamentalmente pinturas que se pueden ver a través de las ventanas que se han creado en las paredes de ese cubo. La escalera se mantiene en uno de los laterales para acceder a una segunda planta que abarca los siglos XV a XIX y en la que destacan joyas como la pintura de Germán Álvarez de Algeciras El último ensayo de un drama o El bufón del rey (c. 1877), donde se representa el ensayo de una compañía de cómicos en lo que parece el interior del Alcázar de Sevilla, y que procede del Palacio de Riofrío; los diseños de escenografías de Giorgio Busato, o el abanico decorado que Napoleón III le regaló a la soprano Adelina Patti. Del siglo XVI llama la atención una maqueta del madrileño Corral del Príncipe, actual Teatro Español y que es el que más tiempo (más de cuatro siglos) lleva en activo. Sorprende descubrir los magníficos dibujos que el actor José Luis López Vázquez hacía de escenografías para obras como La vida es sueño de Calderón o El Perro del Hortelano de Lope.

Maqueta del Corral del Príncipe en el MNAE. / Jesús Monroy – EFE
En la última planta, la consagrada al teatro clásico, las maquetas de teatros romanos como el de Mérida, el citado vestuario de Espert en Salomé o el de José María Rodero en Calígula compiten en protagonismo con una proyección inmersiva, en el techo abovedado, de uno de los vídeos que Álvaro Luna ha creado para todo el museo, y que en este caso muestra imágenes y sonidos de montajes míticos con protagonistas esencialmente femeninas interpretadas, además de por Espert, por actrices como Ana Belén o Aitana Sánchez-Gijón. Es la antesala de un viaje que deja de ser cronológico para convertirse en temático, con espacios dedicados a cómo la naturaleza, y elementos como el fuego, el aire, el agua o la tierra (y sus animales) han sido representados o aludidos en el teatro. Dos vestidos de Pedro Moreno basados en diseños de Dalí, uno con plumas y otro con hormigas, están entre lo más memorable.
La pieza escultórica y lumínica Fragmentos del alma, del iluminador manchego y Premio Nacional de Teatro 2011 Juan Gómez Cornejo, en la que este reflexiona poéticamente y a través del vídeo y los espejos sobre los trabajos que realizó con el director esloveno Tomaz Pandur, ponen el broche a la exposición a cubierto. Fuera, en la balconada del patio, esperan los artilugios históricos para crear efectos de sonido como olas, viento, tormentas o cascadas que Miguel Ángel Coso ha recreado con un cariño y una ilusión que se hacen evidentes cuando él mismo muestra su funcionamiento. Dice Coso que “es bonito recuperar, en esta época digital, cómo se hacían estas cosas en el teatro de siempre”, mientras empuja una carreta llena de lo que parecen piedras deslizarse por unos raíles para crear la ilusión de unos truenos muy sonoros. No es difícil saber dónde pasarán más tiempo los padres que acudan con niños.