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Israel obstaculiza un alto el fuego permanente en Gaza – Jacobin Revista

Autor: Akbar Shahid Ahmed
Entrevista de Daniel Finn

Hoy está vigente la primera fase de un acuerdo de alto el fuego entre Hamás y el gobierno israelí pero no hay garantías de que se completen las fases restantes del acuerdo, que conducirían a un alto el fuego permanente. Los socios de extrema derecha de la coalición de Benjamin Netanyahu están presionando para que se reanude el ataque a Gaza lo antes posible.

Akbar Shahid Ahmed, corresponsal diplomático del Huffington Post, está trabajando en un libro sobre las políticas de la administración de Joe Biden hacia Gaza. Habló con Jacobin sobre por qué se llegó a este acuerdo después de meses de obstrucción por parte del gobierno de Netanyahu, si es probable que se amplíe y cuál será el legado de Gaza en cuanto al papel de Estados Unidos en cuestiones mundiales.

DF

En primer lugar, ¿los términos para un acuerdo de alto el fuego que se firmaron eran fundamentalmente los mismos que ya había rechazado Benjamin Netanyahu en varias ocasiones desde el pasado mes de mayo? En segundo lugar, si los términos eran los mismos, ¿qué cambió para que los acontecimientos de las últimas semanas fueran posibles?

Se plantearon dos hipótesis principales. Una es que la administración entrante de Donald Trump estaba más dispuesta, por el motivo que fuera, a presionar a Netanyahu que la administración de Biden. La segunda hipótesis es que el propio Netanyahu estaba más dispuesto a llegar a un acuerdo con Trump que con Biden. ¿Cuál de estas dos hipótesis dirías que se acerca más a la verdad?

ASA

Es un poco como la película El día de la marmota. No se puede negar que los contornos del acuerdo que negoció Estados Unidos entre Israel y Hamás —con Egipto y Qatar como mediadores, ya que esas dos partes no se hablan directamente— son los mismos términos que están sobre la mesa desde mayo del año pasado. Hamás dijo públicamente «sí» a esos términos en julio de 2024. Desde ese punto de vista, las cosas no cambiaron mucho desde entonces. 

En este sentido, existe la sensación muy seria de que los israelíes fueron el punto de fricción, a pesar de que Estados Unidos planteara frecuentemente: «No, es Hamás el que fue el obstáculo». Los defensores de ese escenario —es decir, el gobierno israelí y la administración saliente de Biden— argumentan que ahora se pudo llegar a un acuerdo porque el debilitamiento de Hamás a lo largo de todos estos meses y meses de lucha. Esa es una línea de argumentación que le escuchamos repetidamente a la administración Biden a lo largo de su apoyo sin reservas a la ofensiva de Israel en Gaza, desde enero de 2024 en adelante.

Así decían: «Los israelíes están presionando tanto a Hamás que van a sentarse a la mesa para llegar a un acuerdo». Lo dijeron en enero, lo dijeron en marzo, lo dijeron a mediados de año. No es una línea de argumentación que me parezca muy en cuanto a si Hamás estaba dispuesto a aceptar o no el acuerdo. Hamás ya había dejado claro que sí estaba dispuesto a aceptar.

Creo que el argumento es que la guerra en el Líbano ocurrió y que Hezbolá resultó ser una especie de tigre de papel. Israel demostró tener mayores capacidades para neutralizarlo de lo que la gente pensaba, y eso cambió la dinámica en cuanto a si Hamás podía esperar o no un apoyo desde el exterior.

Respecto de los cambios, otro aspecto muy importante a tener en cuenta es que el panorama estratégico en Gaza se modificó. En el norte de Gaza vimos casos de lo que se describió como limpieza étnica. Vimos una destrucción de la infraestructura en toda la Franja de Gaza, y particularmente en su región norte (pero también en el sur y en Rafah), donde se había establecido una infraestructura real.

Lo que eso significa es que se creó un espacio político para que algunas de las voces más extremas y francamente sedientas de sangre de la sociedad israelí sintieran: «Hemos desangrado a Gaza, realmente la hemos machacado». Creo que eso permitió que Netanyahu venda el acuerdo y diga: «Miren lo que fuimos capaces de hacer, miren cuánta venganza tuvimos».

Eso ciertamente no significa que se haya ganado la guerra, según los propios términos de Netanyahu. Él hablaba de una destrucción definitiva de Hamás. Eso no sucedió. Todavía se enfrenta a Hamás como la fuerza palestina predominante en Gaza, mientras sigue sin respaldar ninguna alternativa para gobernar la Franja. Por eso creo que es algo muy importante de recordar.

Mientras Netanyahu hacía sus cálculos sobre si rechazar nuevamente un acuerdo o finalmente que sí, creo que fue determinante el factor del temor a Trump. Existe la idea de que el presidente Trump es un pacificador, un negociador o una paloma. Soy extremadamente escéptico a ese respecto. Creo que la paz se basa en dinámicas fundamentales que a él no le interesan: dinámicas que tienen que ver con la humanidad y el respeto mutuo, con cambios tangibles y sistémicos. El miedo a tratar con el presidente Trump es un factor muy importante para Netanyahu.

Es importante recordar que al final de la última presidencia de Trump tuvieron una especie de pelea, por lo que Netanyahu es muy sensible en lo que hace a esta relación. No quiere enfrentarse a cuatro años de lucha. Ya se encuentra en una posición política muy difícil a nivel local, con un gobierno de coalición que está tratando de equilibrar. Todavía está siendo juzgado y muy probablemente se enfrentará a la comisión de investigación sobre el ataque del 7 de octubre y cómo su gestión pudo dejar que sucediera.

En vista de todo eso, creo que Netanyahu miró a Donald Trump y pensó: «OK, quiero hacer una concesión y ganármelo». En cuanto a la idea de que Trump presionó a Netanyahu: es más una cuestión de estilo, como tantas cosas del equipo de Trump, que una forma tangible de presión. Nunca se habló de la posibilidad de que Estados Unidos le retire su apoyo a Israel.

En todo caso, apenas asumido, Trump le hizo un regalo a los israelíes al levantar las sanciones que la administración Biden le había impuesto a los violentos colonos de la Cisjordania ocupada. Pero retórica y emocionalmente, Trump y su enviado estaban agitando el puño para decir: «No nos importa si es Shabat, nos reuniremos con Netanyahu y va a tener que negociar con nosotros».

Eso realmente siembra dudas respecto de las afirmaciones de la administración Biden de que estaban «trabajando incansablemente por un alto el fuego». ¿Podrían haber hecho algo diferentes? Este momento nos invita a pensar en qué momento la administración Biden pudo elegir otro camino y ponerlo a prueba, aunque no funcionara.

Durante todo el período transcurrido desde el 7 de octubre, los funcionarios de Biden sólo se preocuparon por preservar la imagen del presidente como sionista y defensor del Estado de Israel, pero temiendo siempre ser tachados de débiles en materia de seguridad nacional, como le pasa hace décadas a las administraciones demócratas en su política exterior, por lo que sintieron que tenían que sobreactuar.

Netanyahu sabía cómo jugar con el equipo de Biden, como alguien que vivió en los Estados Unidos y trabajó tanto con presidentes republicanos como demócratas. Se lo hacer esto desde el momento exacto en que se introdujeron por primera vez los términos para un alto el fuego, en mayo y junio del año pasado. Estaba trabajando activamente con los halcones del Congreso para promover un relato que planteaba que Estados Unidos había frenado el apoyo militar a Israel.

Eso era totalmente falso, pero funcionó. Así pudimos ver a la administración Biden retractándose muy rápidamente de cualquier sugerencia de que estaban limitando su apoyo militar. Habían limitado un envío de bombas, pero liberaron gran parte de él en cuanto Netanyahu empezó a difundir clips breves en este sentido. Pero Trump no puede ser manipulado por Netanyahu de la misma manera, y esa es otra razón por la que ahora tenemos un acuerdo. 

DF

Antes de pensar en cuál puede ser el panorama a largo plazo, ¿crees que este acuerdo se mantendrá y dará lugar a un alto el fuego permanente, con las diferentes fases que deben completarse en las próximas semanas?

ASA 

Mirando el calendario, pienso lo esto. Ahora nos estamos acercando al punto en el que las partes del acuerdo deberían estar hablando de establecer la segunda fase, pero las condiciones no mejoraron de un modo que sugiera que la paz está en el horizonte. En la Cisjordania ocupada y en Yenín, estamos viendo una operación violenta en expansión por parte de la Autoridad Palestina, apoyada por los israelíes y trabajando muy de la mano (como viene sucediendo hace décadas). Creo que esto aumenta el costo para Hamás respecto de un escenario en el que pueda ser visto como continuador del acuerdo.

También sugiere que Israel prefiere dejar claro su deseo de avanzar militarmente contra los palestinos en vez de aparecer como si buscaran llegar a un acuerdo con ellos. Creo que eso está relacionado con la dinámica del gobierno de coalición. Cuando Netanyahu aceptó el acuerdo, uno de sus aliados de extrema derecha, Itamar Ben-Gvir, abandonó el gobierno, pero su otro aliado de extrema derecha, Bezalel Smotrich, siguió en el gabinete como ministro de finanzas.

Según Smotrich, Netanyahu le prometió que la lucha continuará después de la primera fase del alto el fuego, que la guerra no terminó y que Israel logrará de alguna manera el objetivo de destruir a Hamás, lo que, como sabemos, sigue siendo algo muy difícil de alcanzar. Creo que ese factor está impulsando en gran medida las acciones de Netanyahu. La escalada en Cisjordania sugiere que no siente la necesidad de tomar medidas enérgicas respecto de la violencia contra los palestinos.

Nos estamos acercando a una fecha límite crítica, que es el momento en el que el parlamento israelí le planteó a la UNRWA [Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo] que ya no puede operar. La UNRWA es la principal agencia de la ONU que apoya a los palestinos: es la columna vertebral de cualquier respuesta humanitaria. Pero la Knesset dijo: «Vamos a cerrarla». Ese plazo inminente, sin ninguna solución a la vista, es otra razón por la que creo que no es probable que veamos una segunda fase del acuerdo, a menos que algo muy significativo cambie, porque necesitamos el mismo factor que trajo a Netanyahu hasta este punto: el factor de temor de Trump.

No hay indicios de que la administración Trump vaya a hacer nada para defender la UNRWA o para impulsar cualquier tipo de respuesta humanitaria seria para Gaza. Sin eso, no veo cómo puede haber ganas de seguir adelante con el acuerdo para la parte palestina o para la región en general, incluyendo a los mediadores que trabajan en estas negociaciones, Qatar y Egipto. No sé cómo van a poder sentar a todas las partes a la mesa con un escenario en el que la guerra continua, aumentando la miseria para los palestinos, en tanto se ve a Estados Unidos dar un giro y decir: «Estamos retirando nuestras contribuciones de ayuda humanitaria y al desarrollo».

Todo eso me plantea grandes preocupaciones respecto de la posibilidad de que no veamos la segunda fase de este acuerdo. Pero hay otras dinámicas a las que hay que prestarle atención. Con la liberación de algunos de los rehenes tomados por Hamás el 7 de octubre —en violación del derecho internacional, es importante recordarlo—, esas personas van a hablar no solo de lo que vivieron, sino de lo que se siente estar en Gaza durante quince meses, sin saber si su gobierno finalmente va a traerlos a casa y a reunirlos con sus seres queridos.

Independientemente de cómo los cuidaran, estaban en una zona de guerra muy activa y con suministros limitados. A medida que se difunda esa información, tal vez la guerra en Gaza llegue a la sociedad israelí de una manera diferente, cambiando la dinámica y fortaleciendo las presiones para que Netanyahu acepte un acuerdo que permita traer más rehenes a casa. Esos son algunos de los factores desconocidos.

DF

Durante los últimos días de la administración Biden, hubo varias declaraciones en relación con Gaza por parte de figuras como el propio Biden, Antony Blinken y otros. El ex presidente dijo, por ejemplo, que el gobierno israelí quería «bombardear Gaza» y afirmó haberlos disuadido de hacerlo. ¿Aprendimos algo nuevo de lo que dijeron sobre la postura de Estados Unidos hacia Israel y de lo que viene pasando desde octubre de 2023?

ASA

El comentario de Joe Biden sobre el bombardeo masivo se hace eco de la narrativa más general de autojustificación que vivimos durante gran parte de esta guerra por parte de su administración: sin nosotros, los israelíes habrían actuado de manera increíblemente violenta. Eso plantea una pregunta: conociendo esa voluntad, así como los datos y las pruebas que recibían sobre los ataques a gran escala contra infraestructuras civiles, que a menudo eran considerados por expertos en derecho internacional y por personas capaces de investigar como desproporcionados, ¿por qué los dejaron continuar?

Ya vimos a Biden, Blinken y a otros en esa administración diciendo en una serie de entrevistas de despedida: «¿No estuvimos grandiosos? Porque esto podría haber sido mucho peor». Pero eso contradice su propia retórica respecto de su fe en el orden y el derecho internacional. Si defiendes esos principios ni siquiera puede plantearse la duda de si Israel puede bombardear indiscriminadamente Gaza: simplemente no está permitido. Tampoco sería objeto de discusión si Israel tiene derecho a detener toda la ayuda humanitaria que entra en Gaza. Así no se supone que funciona el derecho internacional.

Que las principales figuras de la administración Biden pidan que los felicitemos « por pedirle a los israelíes que se atengan al mínimo», cuando en realidad muchas veces los superaron, creo que es una píldora muy difícil de tragar para la gente. Ese argumento no va a tener el efecto que ellos esperan. Quizás en el conjunto muy limitado de los responsables de la política exterior de Washington pueda ser suficiente como para que vuelvan a ser admitidos en cenas de lujo y los inviten a hablar en la Conferencia de Seguridad de Múnich, y tal vez eso los hagan sentir bien. Pero creo que el juicio más genera de la historia seguirá siendo bastante negativo.

Me llamaron la atención los comentarios de Jack Lew, quien fue embajador de Biden en Jerusalén (donde está ubicada la embajada de EE.UU., a diferencia de las de otros países). Lew dijo que Israel estaba librando una guerra narrativa mientras llevaba adelante esta ofensiva y que, a menudo, la gente exageraba su alcance. Decía que algunos afirmaban: «Este ataque israelí mató a niños», pero que, al mirar más de cerca, resultaban ser hijos de combatientes de Hamás.

Ese comentario es estremecedor. Es de esos que quedan grabados en la memoria. Contiene demasiado: una suposición de culpa por asociación que, una vez más, no es el tipo de principio que se supone que EE.UU. debe defender, y un avance peligroso hacia la justificación de la muerte de menores y de personas inocentes. Ahí es donde la administración de Biden debería reflexionar sobre cómo nos arrastró a discutir minucias cuando, en líneas generales, esta campaña viola gran parte de lo que dicen defender. Hasta ahora, no los hemos visto hacer una autocrítica significativa al respecto.

La única persona que expresó un poco de arrepentimiento fue Samantha Power, la administradora de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, que escribió el famoso libro A Problem From Hell [Un problema infernal] sobre el genocidio. Por supuesto, mucha gente dice que Estados Unidos permitió un genocidio en Gaza. Samantha Power, en su entrevista de despedida, dijo que lamenta que no se haya podido alcanzar antes un alto el fuego. Se negó a especificar por qué, o qué podría haberse hecho de otra manera. También se negó a comentar otra situación que mucha gente está calificando de genocidio, la de Sudán, donde un socio de Estados Unidos, los Emiratos Árabes Unidos, está participando en actividades que muchos consideran crímenes de guerra.

La administración Biden no reflexionó mucho al momento de su salida. Como saben, estoy trabajando en un libro sobre el enfoque de su administración hacia Gaza, y estuve hablando con muchas de estas personas. Las narrativas que están inventando para sí mismos y para sus amigos en buena medida tratan de decir: «Miren el panorama estratégico más amplio: Israel es más fuerte, Hezbolá es más débil, se fue Bashar al-Assad en Siria».

Hay algo muy interesante y hasta cierto punto escalofriante en la forma en que siguen buscando reconocimiento después de quince meses de guerra, con una cifra que probablemente supere las 60 000 muertes, según los últimos estudios, y la destrucción de una enorme franja de tierra. Siguen intentando presentarlo de forma optimista. Eso fue lo más revelador de las declaraciones finales de la administración Biden, junto con su esfuerzo por atribuirse parte del mérito del alto el fuego, por muy defectuoso y cuestionable que sea. Creo que eso demuestra que no quieren pasar a la historia como una administración autocrítica, al menos no hasta el momento.

DF

Hace poco se publicó una encuesta, realizada para el Institute for Middle East Understanding, que sugería que Gaza sí tenía un alto grado de relevancia para los votantes que habían apoyado a Joe Biden en 2020, pero que no apoyaron a Kamala Harris en 2024. Ahora Ryan Grim, cuando estaba redactando los resultados de esta encuesta para Drop Site News, señaló que siempre debemos tener cuidado con las encuestas que parecen confirmar nuestras propias suposiciones previas. ¿Tienes alguna opinión sobre esa encuesta en particular o sobre cualquier otro dato que hayamos obtenido desde el período inmediatamente posterior a las elecciones presidenciales, que arroje luz sobre la importancia del tema?

ASA

Esa observación es muy importante: a menudo, las organizaciones que hacen campaña sobre algún tema presentan conclusiones que parecen justificar sus argumentos, y debemos tener cuidado con esas conclusiones. Dicho esto, creo que se pasó por alto el panorama general de la votación de noviembre de 2024. Algunas personas, incluido el propio Donald Trump, lo presentan como una victoria aplastante de Trump por, al ganar por primera vez el voto popular, superó las expectativas. La gente lo ve como un mandato increíble con una oleada de apoyo que se dirige hacia el Partido Republicano y el trumpismo.

Observadores más astutos demostraron que en una serie de cuestiones —no solo en relación con Gaza, sino en toda una serie de cuestiones, desde la deuda estudiantil hasta el cambio climático— el Partido Demócrata no consigió movilizar a su base principal. ¿Fue una oleada de gente que de repente se pasó a Trump o pasó que la gente potencialmente partidaria de Biden/Harris no se presentó a las urnas? Esa es la historia más importante que estamos viendo. En cuanto a Gaza, es muy probable que haya sido un factor en una constelación más amplia de decepción y desilusión con la presidencia de Biden, que también incluye cuestiones como la condonación de la deuda estudiantil o el no haber alcanzado un cambio verdaderamente radical hacia los objetivos climáticos.

Hablando con personas que participaron en las campañas de Biden y luego de Harris, desafortunadamente me encuentro con que están haciendo mucha gestión de imagen, iciendo: «Hicimos una campaña muy buena y lo hicimos lo mejor que pudimos». Una vez más, no hay un verdadero proceso de reflexión dentro de los círculos políticos demócratas. Pero creo que esto probablemente sucederá más adelante este año, cuando los demócratas empiecen a pensar en cómo luchar en las elecciones de mitad de período de 2026.

Esto implicará mucha más humildad, pensar en cómo podrían haber movilizado a su base, porque no lo hicieron en noviembre de 2024. En cuanto a la importancia de Gaza para las elecciones, estuve hablando con personas que gestionaban el enfoque de Kamala Harris sobre estos temas hacia las comunidades involucradas. Estaba, por supuesto, la comunidad árabe-estadounidense, que se consideraba en cuestión; mientras que por otro lado existía la preocupación demócrata de perder votantes judíos estadounidenses, un bloque de personas que a lo largo de la historia votaron abrumadoramente por candidatos demócratas.

Los republicanos y Netanyahu los tenían muy en el punto de mira, y les decían: «Biden podría haber hecho más por Israel». Creo que Gaza es inseparable de la manera en que tantos sectores clave del electorado hablaban y pensaban en octubre y noviembre de 2024. Su relevancia solo va a crecer a medida que nos alejemos del momento en que los funcionarios buscan busca nuevos trabajos y se presentan como gestores de gran éxito, y, con suerte, podamos tener conversaciones más honestas y directas. 

DF

Trump ya asumió y presentó su equipo y su agenda política tanto en el ámbito nacional como en el internacional. ¿Qué aprendimos hasta ahora sobre lo que va a hacer el gobierno en relación con Gaza, Israel y Oriente Medio en general? ¿Hay más probabilidades de que haya una guerra con Irán, algo que por supuesto fue objeto de grandes especulaciones más o menos durante el último año?

ASA

Desde la primera semana de la nueva administración, las líneas de batalla dentro del equipo de Trump están bastante claras. Steve Witkoff, que fue su mediador y enviado especial a Oriente Medio, ya está hablando de la segunda fase del acuerdo y tratando de elaborarlo, utilizando especialmente sus relaciones de larga data con Qatar. Pero ya está siendo atacado por algunos partidarios de la línea dura de Israel, que lo presentan como un títere qatarí y (por extensión) de Hamás.

Esas narrativas están ahí fuera. A menudo provienen de voces belicistas y de personas que simplemente no ven ningún valor en las negociaciones. Ven el mundo en términos de suma cero: «Debemos aplastar a nuestros enemigos». La cara más amable y refinada de eso es Marco Rubio, el nuevo secretario de Estado, y (hasta cierto punto) Mike Huckabee, el nuevo embajador en Israel. Estas son figuras que tienen puntos de vista muy claros, agresivos y proisraelíes, opiniones de línea dura sobre cómo tratar con los palestinos y un profundo escepticismo sobre cualquier grado de autonomía o derechos palestinos.

Va a haber una dinámica interna de tire y afloje. Si Rubio mantiene su puesto, lo cual es una gran incógnita en los círculos de política exterior de Washington, será un actor en cuanto a esto. Netanyahu sin duda intentará empujar a Trump en una dirección más belicosa, y eso se extiende a Irán. La forma en que se resuelvan los interrogantes sobre el alto el fuego de Gaza nos dirá mucho sobre la dirección de la política de Trump respecto de Irán.

Hemos oído por parte de Irán su voluntad de volver a las negociaciones con EE. UU. Esto también se enmarca en una muestra estándar de fanfarronería, pero que hasta cierto punto se basa en la realidad. Los iraníes dicen: «Hemos ampliado nuestro desarrollo nuclear y nuestras capacidades de enriquecimiento y misiles hasta un punto que no se había alcanzado bajo la anterior administración Trump».

Eso es indiscutiblemente cierto. Trump ahora da un giro y dice: «Vaya, Irán es un riesgo muy grande, están más cerca de tener una bomba». Pero están más cerca de tener una bomba porque Trump eliminó los límites a su capacidad nuclear al retirarse del acuerdo negociado por Barack Obama. Está lidiando con un dilema que él mismo creó.

Estuve con el presidente iraní cuando vino a Nueva York, hablando de su voluntad de llegar a un acuerdo con Estados Unidos. La posibilidad de que Trump volviera a ser presidente ya estaba muy presente. Creo que el deseo por parte de Irán es sincero. Pero, como suele ocurrir con Trump, la cuestión es si realmente existe un sistema para elaborar un acuerdo y también para que ese acuerdo sea aprobado por el Congreso, un lugar donde es muy profundo el escepticismo hacia Irán y muchos otros actores políticos en el mundo de mayoría musulmana.

Ese escepticismo va a atravesar al Partido Republicano y a algunos demócratas proisraelíes de línea dura. A Obama le costó mucho conseguir que el Congreso aprobara su acuerdo con Irán. Si Trump persigue algún tipo de acuerdo, eso se convertirá en una gran lucha en el Congreso.

En cuanto al riesgo de caer en una guerra, Trump quiere presentarse como un antibelicista. Eso fue parte de su discurso de investidura, cuando habló de su deseo de ser definido por las guerras en las que Estados Unidos no entrará. Pero la guerra no siempre es una cuestión de estrategia, planificación y toma de decisiones racionales. Puede ser simplemente una cuestión de personas equivocadas en el momento equivocado.

Y las tensiones están ahora muy inflamadas en la región. La sospecha hacia Estados Unidos es muy grande y hay un deseo limitado, incluso por parte de regímenes alineados con Estados Unidos como los saudíes o los estados del Golfo, de desempeñar el papel de mediadores o de ayudar a suavizar la situación y calmar las cosas. Todo el mundo contiene la respiración y existe el riesgo de que surja un conflicto involuntario a partir de cualquier forma de escalada.

Esto podría estar relacionado con los hutíes en Yemen o con las milicias en Irak. Eso es algo que la gente suele olvidar, pero desafortunadamente, durante la guerra de Gaza vimos que hay un número significativo de tropas estadounidenses desplegadas por todo Oriente Medio, en lugares donde son vulnerables. Hace casi un año murieron tres soldados estadounidenses cuando fueron atacados por una milicia pro iraní.

Cualquiera de estas situaciones podría provocar una reacción violenta del presidente Trump que acabe con cualquier esperanza de una resolución diplomática. Por supuesto, ahora hay muchas voces que dicen: «Mira, Israel pudo entrar en el Líbano y no fue demolido ni diezmado. De hecho, Israel tuvo ahora su primer intercambio de misiles con Irán. Tal vez los israelíes puedan ir más lejos, y el riesgo no es tan grande como pensábamos».

Las personas que crearon esas expectativas e impresiones son los funcionarios de la administración Biden, que al mismo tiempo decían que no querían ver una guerra regional. Las posibilidades de que se produzca una guerra de este tipo son ahora mayores debido a las decisiones que Estados Unidos fue tomando incluso antes de que Trump volviera al poder.

DF

Si este alto el fuego se mantiene y hay un cierto período para que la gente haga balance, ¿cambió Gaza el orden mundial o, más específicamente, el orden regional en Oriente Medio, especialmente en lo que respecta al papel de Estados Unidos en los asuntos mundiales?

ASA 

Existe un deseo real de fingir que Gaza no va a importar a largo plazo. Ya existe un deseo muy firme en los círculos políticos de Washington de decir: «Seguiremos adelante: la gente ya superó errores muy sangrientos en el pasado, acusaciones importantes de crímenes de guerra y momentos de limpieza étnica». Pero creo que hoy eso sea posible.

Creo que ese escenario optimista se basa en la negación de la voluntad de las sociedades no occidentales. También se basa en la idea de que Estados Unidos puede reconstruir su posición como lo hizo tras la invasión de Irak en 2003, que es el único paralelismo en términos de controlar la indignación en la región y en todo el mundo.

Pero Estados Unidos no está en la misma situación que en 2003 como líder mundial, con una narrativa triunfalista. En 2025, con la reelección de Trump, el resto del mundo mirará a EE.UU. y dirá: «Este es a quien el electorado estadounidense decidió promover: alguien que estuvo socavando todos los estándares de los principios democráticos, que fue acusado de agresión sexual y otros delitos, y que indultó a milicianos de extrema derecha».

Además de eso, para una generación de personas, Gaza creó una percepción de Estados Unidos que será muy difícil de desechar: una percepción en la que el país aparece como insensible, dedicándose muchas veces a hablar en vano sobre leyes y normas internacionales. Esa profunda burla es muy difícil de superar. También está el impacto de un movimiento iniciado por los palestinos, tanto en la diáspora como en Gaza y la Cisjordania, ocupada que le están contando al mundo de una manera completamente diferente lo que les está sucediendo.

Además, hay un nuevo movimiento pro palestino que difiere de lo que vimos en los años 60 y 70 o en los 90. Este es un movimiento que está conectando la política sobre Israel/Palestina con las condiciones internas en sus propios países y diciendo: «Nuestro profundo escepticismo hacia nuestros gobiernos en materia de política económica y social se extiende a la política exterior, y queremos ver una búsqueda de la justicia en todos esos frentes». A medida que se tracen esas líneas de batalla, no va a ser posible relegar el tema Israel/Palestina al ámbito de las discusiones elegantes en think tanks o en Davos.

La gente quiere participar en los debates sobre esa política de una manera completamente diferente, de una manera que incluso a mí me sorprende, aun siendo alguien que cubrió la política exterior de Washington durante más de una década. La gente está hablando y pensando de una manera diferente sobre la política exterior y el papel de Estados Unidos en el mundo.

Esto invita a un debate y, con suerte, a un movimiento por un orden global más humano, porque muchos de los pensamientos que la gente tenía en torno a las normas jurídicas internacionales y a las lecciones que aprendieron de las guerras pasadas —no solo las guerras mundiales, sino también la «guerra contra el terrorismo» de Estados Unidos— giraban en torno a cómo minimizar el daño contra los civiles y garantizar sistemas de ayuda eficaces. Los profesionales sobre el terreno dicen ahora que gran parte de esa herencia se hizo añicos y se tergiversó de forma increíble.

Estaba hablando con un funcionario humanitario estadounidense muy experimentado, y me decía: «Tuvimos que llevar a cabo un proyecto de creación de un hospital de campaña. No es algo que nos guste hacer; supone un enorme desembolso de recursos y no es muy eficiente en cuanto a la cantidad de personas que pueden atender». Y hubo resistencia entre los profesionales humanitarios, pero el funcionario me dijo: «Todo eso resultó ser un error: realmente necesitábamos hospitales de campaña, porque Israel, respaldado por Estados Unidos, estaba diezmando los hospitales de una manera que nunca creímos posible».

Es necesario entablar una conversación completamente nueva sobre cómo mantenemos los estándares de humanidad básica, porque vamos a seguir teniendo conflictos e inestabilidad, y la gente va a querer proteger a las personas inocentes. Gaza es inseparable de esa conversación, como un desafortunado estudio de caso de lo que puede salir tan mal y lo que debe cambiar para crear un mundo más humano.

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