Jesús Millán Núñez-Cortés, catedrático y exvicedecano de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid.
El acceso a los estudios de Medicina está “fuertemente regulado”, y sólo aquellos alumnos con un elevado rendimiento académico pueden acceder a ellos. Esto tiene, para Jesús Millán Núñez-Cortés, catedrático y exvicedecano de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, una enorme “ventaja”: acceden a los estudios de Medicina personas que son la “élite” del rendimiento académico. Pero, como contrapeso, poco se conoce acerca de las cualidades personales y de los motivos por los que se inclinan a ser médicos, o si sus valores personales delimitan un “retrato robot” acorde con lo que se espera del médico. ¿Qué papel deben jugar las Facultades de Medicina ante esto?
Recientemente el exvicedecano publicaba en un artículo para la propia UCM, la necesidad de la motivación en un Grado como Medicina y la dicotomía que encierra la carrera, entre la pata “esencial” social y altruista, y la parte ligada al prestigio y fama de dicha profesión y qué prima más en los estudiantes de Medicina actuales. Dentro del rol que deben desempeñar las Facultades de Medicina para garantizar que los estudiantes con una vocación fuerte, más que solo excelencia académica, sean reconocidos en el proceso de admisión, asegura que estos organismos tienen una “responsabilidad social”.
“La sociedad debe de estar segura y tranquila de que los futuros médicos han sido formados de acuerdo con sus necesidades. Que tienen competencia profesional, y que son portadores de los valores propios del profesionalismo; que son auténticos médicos, que se comportan como tal en cada momento y lugar. En este sentido, la responsabilidad de la Facultad de Medicina es determinar qué es lo que tiene que saber un médico al terminar el Grado; es decir, formar médicos en general, no especialistas en particular. Determinar, asimismo, que es lo que tiene que saber hacer un médico, y por tanto facilitar el proceso de enseñanza y aprendizaje de las competencias del médico”, aclara a este diario.
Por ello, establece que las Facultades de Medicina deben de contribuir a “formar la propia identidad personal del futuro médico”, destacando los valores humanos y profesionales que son “consustanciales” con esta profesión. Y todo ello se puede enseñar en las Facultades: los conocimientos, las habilidades técnicas, y las actitudes profesionales. El exvicedecano confiesa que, cuando lo hacen, se comprueba que, de forma progresiva, el alumno y futuro médico “se reconoce en su aspiración de ser médico, en su propia vocación”.
“En Medicina, los alumnos deben aprender a combinar la inteligencia con el afecto; el cerebro con el corazón”
Cómo garantizar la ‘vocación’ en el Grado de Medicina
La Medicina es, a ojos de Millán, “una forma de ser, una forma de vida y un compromiso vital”. Esto se debe a dos cosas que la hacen “especialmente atractiva”. Por una parte, señala que habrá que combinar la inteligencia con el afecto y “el cerebro con el corazón”: “El alumno necesita una pericia científica y una pericia humana”. Por otro lado, el fuerte componente social y la dedicación a los demás ya que, el objeto de interés no han de ser las enfermedades, “sino los enfermos”. “Tratar con personas y tratar a personas puede llegar a embriagar hasta el punto de dedicar la vida a ello”, explica.
En consecuencia “es muy esperanzador” cuando los estudiantes responden a los motivos para estudiar Medicina, destacando que así contribuyen a mejorar la sociedad, que pueden trabajar con personas, que pueden ayudar a los demás, o que pueden expresar valores que sirvan de modelo. “Y, en cambio, relegan como causas principales que ello les permita ganar dinero o tener seguridad económica, alcanzar un alto estatus social, fama o reconocimiento. Esto está publicado y hay que interpretarlo como una razón para el optimismo”, añade.
Por ello, y para garantizar esta vocación en Medicina, Millán indica que sería “útil” conocer las razones personales de cada aspirante antes de ingresar a Medicina. Pero no solo eso, sino que se debería considerar “de qué valores es portadora la persona que quiere estudiar”, pero reconoce que no es un problema “fácil de resolver”. No obstante, señala que hay instrumentos capaces de conocer cuál es este perfil de valores, virtudes o fortalezas de la persona.
“Hace algunos años empleamos uno, en un estudio de Valores del Médico y su Carácter (Vademeca) en colaboración con la Facultad de Psicología, donde constatamos que nuestros alumnos se diferencian en sus valores de aquellos otros matriculados en humanidades o en carreras tecnológicas, destacando aquellos más focalizados en los demás que en uno mismo, como son la prudencia, el autocontrol, la humildad o la capacidad de perdonar. Todo ello que sirve a la templanza, una fortaleza que, no se puede negar, es imprescindible para el médico”, comenta.
De este modo, algunas experiencias con entrevistas personales, test dirigidos, valoración de la trayectoria personal hasta ese momento, etcétera, van en esa dirección de perfilar “más y mejor” la idoneidad del futuro médico, no desde el punto de vista de su posible rendimiento científico, sino también desde la perspectiva de los valores que han de soportar en el desempeño profesional.
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