Este es el mayor fiasco de Adrian Newey

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Adrian Newey es una de las personas que cuenta con un mayor palmarés del mundo de la Fórmula 1 en calidad tanto de ingeniero como de diseñador. Considerado un genio de la aerodinámica, su primer vehículo campeón data de 1992. El último, de este mismo 2023, sin olvidar que también cosechó éxitos en Can-AM y CART, incluyendo las 500 millas de Indianápolis.

Extensa carrera profesional

Con una carrera profesional tan extensa, es prácticamente imposible que todo sean éxitos, y como era de esperar, Newey también cuenta con algún sonado borrón. El más conocido de todos es posiblemente el McLaren MP4-18, aunque esta historia tiene muchos matices.

Y es que el MP4-18 fue concebido como un monoplaza radical con el que intentar derrocar al F2002 de Ferrari, uno de los F1 más dominantes jamás creados. Tan radical que nunca llegó a funcionar y su desarrollo fue abandonado sin llegar a competir en una sola carrera.

Sin embargo, Newey nunca lo ha visto como un fracaso, sino un laboratorio de pruebas con el que aprendieron muchísimo con materiales flexibles, algo que durante muchos años ha acompañado al ingeniero en todos sus diseños.

Pero en esta ocasión no hablamos de un diseño fallido, sino más bien de una inversión ruinosa. Y es que el valor de Newey, su alta cotización, le ha permitido ganarse muy bien la vida. Es coleccionista de coches, se le ha visto compitiendo de forma eventual y también ha impulsado la carrera de su hijo en el Motorsport. También le ha llevado a participar en inversiones que no han funcionado nada bien.

Adrian Newey fue convencido para invertir en el y extinto W Series, el campeonato femenino que no pudo terminar su tercera temporada por falta de liquidez. El campeonato, tras liquidar sus activos, acumula 17 millones de libras esterlinas de impagos, que se dividen entre diferentes proveedores, incluidas las pilotos que debían recibir una bolsa de premios para impulsar su carrera deportiva.

El fiasco de las W Series

Si bien no ha trascendido la cantidad exacta aportada por el futuro ingeniero de Aston Martin, sí se sabe que en total se aportaron 30 millones de libras entre los accionistas iniciales, y según las normas británicas, éstos son los últimos en tener derecho de cobro una vez una empresa entra en concurso de acreedores.

No deja de resultar curioso que la peor decisión de Newey no venga de un diseño fallido, sino de una inversión en un campeonato que, en teoría, iba a catalizar la carrera deportiva de las pilotos.