El agro norteamericano es el primero del mundo, el más avanzado tecnológicamente y el de mayor capacidad productiva; y sin embargo, sus principales dilemas respecto al “cambio climático” o calentamiento de la atmósfera son de la misma naturaleza que los que experimentan los países en desarrollo o emergentes reunidos en la Cumbre Ambiental convocada por Naciones Unidas en Bakú, Azerbaiyán (COP 29).
Los productores de EE.UU se vuelcan en masa a la 4ta revolución industrial, que es la digitalización completa de las actividades productivas.
Por eso los “farmers” apuestan, forzados por una competencia exacerbada, a la conectividad, la robótica, y los sensores, con el objetivo de lograr un sistema agroalimentario súper intensivo e hiper integrado de alcance global.
El Departamento de Agricultura de EE.UU (USDA) señala que la población mundial superará los 10.000 millones de habitantes en 2050, y esto exigirá producir 70% más de alimentos, con la salvedad de que deberá hacerse sin aumentar la superficie sembrada ni el agua utilizada.
Esto significa que enfrentan la necesidad de elevar sistemáticamente la productividad, y al mismo tiempo reducir de manera igualmente sistémica la huella carbónica en el medio ambiente, que es la causa fundamental del cambio climático o “calentamiento de la atmósfera”.
Tanto EEUU como China, que son las dos grandes superpotencias de la época, se han comprometido en lograr la “neutralidad carbónica” en este periodo, que es la compensación plena entre el Dióxido de Carbono (Co2) que emiten, y el que absorben y destruyen.
Esto implica que mientras que la actividad agrícola crecerá 70% en los próximos 30 años lo haría sin ocasionar daño alguno a la atmósfera en este periodo. Un afán semejante es la cuadratura del círculo, o una forma novedosa de crecimiento productivo resultado de la innovación.
En este punto surge una discusión de extrema importancia; el cambio virtuoso necesario para enfrentar el “calentamiento de la atmósfera” consiste en no utilizar determinadas tecnologías y descartar el uso de ciertos combustibles como los fósiles; o por el contrario se trata de optar por un camino productivo completamente novedoso, vinculado al ciclo de la vida.
El caso de EE.UU parece señalar que es necesario insertarse en la segunda opción.
En el primer gobierno de Donald Trump (2017/2021), EE.UU abandonó el Tratado de París sobre cambio climático aduciendo su rechazo a sus contenidos que estimaba esencialmente burocráticos; y sin embargo, después de su retiro, la economía norteamericana, la primera del mundo (U$S 26.9 billones / 25% del PBI global) ha sido la que más redujo y de manera notable la emisión de dióxido de carbono (Co2) del sistema global; y por lo tanto la que más se alejó del riesgo de provocar una crisis climática.
La razón de esta paradoja es que la economía norteamericana es la más avanzada del mundo en términos de la 4ta. Revolución industrial; y es la que ha digitalizado prácticamente la totalidad de la manufactura y los servicios, y por lo tanto ha dejado de utilizar la mayor cantidad de materias primas y energía. Lo que claramente ha reducido su emisión de Co2.
Al mismo tiempo, EE.UU enfrenta un desafío específico respecto al cambio climático; y es que su agricultura se funda en una extraordinaria inversión de capital (intensificación) en toda la fase de su actividad productiva; y por eso se orienta a elevar obsesivamente la productividad, en tanto que coloca en un segundo lugar el esfuerzo por disminuir el uso de recursos, ante todo la tierra y el agua.
La intensificación sistemática que caracteriza a la agricultura norteamericana la lleva a desatar un proceso inadvertido de tipo polucionante, utilizando en gran escala los fertilizantes de origen químico, que quiebran el ciclo de la vida.
La alternativa que consiste en la búsqueda de un sistema productivo amigable con la naturaleza requiere previamente una honda transformación cultural, que lleva necesariamente a abandonar el proceso de intensificación obsesiva guiado por la inversión de capital.
Este cambio cultural, que la Argentina en lo esencial ya ha realizado, es una lección para todas las agriculturas del mundo desde las más avanzadas a los muchos y pobres participantes del Foro de Bakú, Azerbaiyán (COP 29).