Los augurios de nueva Guerra Fría no hacen más que crecer. Un conflicto de intereses, político y geopolítico que en los últimos años se ha acentuado que de momento tiene un escenario marcado. En esta ocasión, el Ejército de Estados Unidos ha reforzado su presencia militar en Asia, con claros mensajes subliminales y directos a China. En abril del año pasado, en la isla de Luzón, en el norte de Filipinas, un sistema de misiles de medio alcance Typhon de firma norteamericana plantaba sus bases, y ahora el gobierno filipino ha aprobado la instalación de una segunda estructura. Manila espera, además, adquirir este bien militar para reforzar su defensa marítima.
El portavoz de las Fuerzas Armadas de Filipinas, Francel Margareth Padilla, expresó en una rueda de prensa que contar con más unidades del sistema Typhon permitiría mejorar el entrenamiento del personal militar. “Podemos decir que cuantos más, mejor. Cuantos más medios tengamos, más podremos formar a nuestro personal”, afirmó Padilla, calificando el eventual despliegue como un “desarrollo bienvenido”.
El Typhon es un sistema estratégico para Washington en su objetivo de contrarrestar la creciente acumulación de misiles chinos en el Pacífico. Equipado con misiles Tomahawk y SM-6, esta estructura tiene un alcance de más de 1.900 kilómetros y puede impactar centros clave en el sureste de China, además de interceptar amenazas aéreas y marítimas.
Un interés particular en el contexto de tensión entre dos superpotencias
El interés filipino en el Typhon ha ido en aumento desde que el sistema fue instalado en la isla de Luzón como parte de los ejercicios militares conjuntos entre Manila y Washington. El diciembre pasado, el jefe del Ejército, Roy Galido, anunció la intención del país de adquirir un segundo sistema para reforzar su capacidad de defensa ante las disputas territoriales en el mar de China Meridional, una región clave en la que Filipinas ha mantenido recientes enfrentamientos con buques chinos.
Y es que esta reproducción en capacidad militar ha generado discrepancias en el gigante asiático, que ha calificado el despliegue del segundo Typhon como un factor de desestabilización en la región. El gobierno chino ha exigido la retirada de estos misiles y ha advertido sobre posibles represalias. La creciente militarización en la zona ha elevado los temores de una escalada del conflicto entre China y Estados Unidos, cuyo pacto de defensa mutua con Filipinas podría desencadenar una respuesta en caso de enfrentamiento.
La permanencia de este sistema de lanzamisiles en el archipiélago asiático también se ha convertido en un punto de negociación geopolítica. El presidente filipino, Ferdinand Marcos Jr., ha indicado que podría considerar su eliminación si China cesa sus actividades en el mar de China Meridional. Al mismo tiempo, algunos analistas advierten que la administración Trump podría utilizar el Typhon como moneda de cambio en futuras negociaciones con el presidente chino, Xi Jinping, lo que genera incertidumbre en Filipinas sobre el compromiso estadounidense en la región.
A medida que se intensifican las tensiones en el Indo-Pacífico, el despliegue de un segundo Typhon se erige como un elemento clave en el equilibrio de poder en la región, con implicaciones que van más allá de la seguridad filipina y que podrían determinar el rumbo de la estrategia estadounidense en Asia en los próximos años.
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