En el gabinete de Claudia Sheinbaum se instaló una idea desde el sábado, cuando Joe Biden agradeció al Gobierno mexicano por el esfuerzo en la guerra contra el fentanilo: que el presidente de Estados Unidos firme una orden ejecutiva que extienda la protección para indocumentados y ayude así a amortiguar los planes de deportaciones masivas que impulsa Donald Trump.
Expandir la duración de las visas de trabajo, reforzar la protección legal de los migrantes que vienen de países como Venezuela o Nicaragua y desahogar expedientes sobre deportaciones en el Departamento de Seguridad Interior serían decisiones que la actual Casa Blanca puede tomar y que beneficiarían a 900 mil personas, según estiman en Palacio Nacional.
La pregunta ineludible: ¿Alcanzan los decomisos de fentanilo y los arrestos de capos para que Biden tenga un último gesto para con México antes de la llegada de Trump? El enigma que sucede a la inquietud es sobre si Trump no va a reforzar aún más su retórica contra México y los migrantes en una situación de ese tipo.
Por lo pronto, la presidenta tendrá mañana martes una reunión con gobernadores del norte del país para comenzar a diseñar los planes de contención de migrantes ante los planes de Trump.
A diferencia de la supuesta guerra arancelaria que puede venir a partir de enero, la cuestión migratoria demanda mayores esfuerzos al Gobierno porque es un tema que no tiene demasiado contrapeso en el entorno del republicano. Los aranceles a México no agradan a Wall Street que es el origen de figuras clave del gabinete del magnate, como el futuro secretario de Comercio Howard Lutnick o el próximo responsable del Tesoro, Scott Bessent.
El eventual movimiento de Biden en favor de los migrantes también se alimenta de un cálculo de la política doméstica de EU: en la Cancillería mexicana entienden que sería un atajo para que el Partido Demócrata recupere una narrativa de corte progresista ante la hegemonía que lograron los republicanos en la pasada elección.
En la búsqueda de esa sintonía es que la relación con la administración saliente de Washington se maneja con extremo cuidado desde la CDMX y no se ha vuelto a decir nada del papel que jugó EU en la captura de Ismael “Mayo” Zambada.
En la misma lógica, pudiera contribuir que de momento no tenga lugar un encuentro personal entre Sheinbaum y Trump, especialmente si se considera que en el Departamento de Estado molesta que el presidente electo tenga tantas reuniones con jefes de estado y se mueva como si ya despachara en el Salón Oval.
Por cierto: en el entorno de Sheinbaum se tomó nota de lo sucedido en la cena que tuvo Justin Trudeau en Mar-A-Largo hace dos semanas. El encuentro se analizó como un desastre porque al otro día Trump empezó a filtrar a la prensa que durante la velada le dijo al primer ministro que quería anexionar Canadá y generó una convulsión política en Ottawa.
Como sea, en este complejo equilibrio se mueve la relación bilateral actualmente, entre conseguir los últimos apoyos de la Casa Blanca y no generar reacciones inesperadas en el sur de Florida.