En el mitin de Trump previo a la toma de posesión, la música era contradictoria

Un rapero blanco que solía ser malhablado y se convirtió en icono de la rebelión country de derecha. Un grupo icónico de disco-pop con un éxito fusión que a menudo se entiende que trata sobre el cruising gay y que se ha convertido en un himno mundial del deporte y los bar mitzvahs.

Este es el tipo de figuras contradictorias que durante mucho tiempo han animado y dado energía a la música pop estadounidense, la forma de arte en la que los grupos de interés y los impulsos creativos que compiten entre sí se encuentran en la más estrecha proximidad, y en la que es más probable que choquen de formas imprevistamente productivas. La mezcla heterogénea del pop estadounidense es desordenada, resultado de siglos de cruces creativos, voluntarios y forzados, y a veces impredecibles.

Así que quizá no sea una sorpresa que, incluso en el escenario del mitin del presidente electo Donald Trump del domingo por la tarde, llamado el Make America Great Again Victory Rally, en el Capital One Arena —un lugar aparentemente inhóspito para estas narrativas de diferencias colaborativas— persistieran estos tira y afloja.

En los discursos —de Trump y de muchos de quienes hablaron en su nombre— hubo nativismo y aislacionismo y promesas de deportaciones récords.

Y sin embargo, para un partido y un movimiento construidos en parte sobre la exclusión y una campaña marcada en ocasiones por la instigación al racismo, hubo notorias insinuaciones a la diversidad y la inclusión y astutos reconocimientos del poder del amasijo multirracial que es el pop estadounidense.