“Hacer temblar el sistema” en Estados Unidos. Esa fue la promesa de Elon Musk cuando se confirmó en noviembre que estaría al frente de una nueva comisión asesora en la próxima Administración de Donald Trump: el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés, y como el meme-criptomoneda que promueve el magnate tecnológico). Trump le había prometido el puesto en campaña, y el dueño de Tesla o SpaceX va a usarlo para favorecer sus intereses ideológicos y económicos.
Musk apoyó públicamente y con millones de dólares a Trump argumentando que sólo el republicano podía asegurar la libertad de expresión y la democracia y recortar el Gobierno estadounidense. Esta última será su misión. Con esta decisión, Trump cumple su deseo de estar en la Administración con una cuota de poder. Musk tendrá poder sobre agencias que han tratado de regular aspectos que afectan a sus empresas, pero ante todo un canal oficial para influir en Estados Unidos mientras lo hace a través de X en otros países.
Los intereses ideológicos y económicos de Musk
Durante mucho tiempo, Musk se comportó como el típico emprendedor de Silicon Valley: con un discurso sobre la importancia del avance tecnológico y reconociéndose como votante del Partido Demócrata. Pero eso cambió en los últimos años con la transición de género de su hija, un hecho que no aceptó y comenzó a achacar al “virus woke”. Musk estaba virando primero a la alt-right y después a posturas más extremas que abarcan de lo paleolibertario a lo neorreaccionario. Lo primero va en línea con su defensa de recortar el Gobierno, y con lo segundo apoya la instauración de una sociedad liderada por magnates tecnológicos.
La trayectoria empresarial de Elon Musk es más conocida: de Zip2 y Paypal a SpaceX y Tesla, dos de sus empresas más notorias junto a la compra de Twitter en 2023 para transformarla en X. Sin embargo, su actual ideología antiestatal choca con una realidad de sus grandes compañías: todas han necesitado subvenciones y…
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