No se puede negar: las elecciones en EE. UU. resultaron mucho más interesantes, emocionantes y sorprendentes de lo que prometía inicialmente ser solamente una campaña reñida.
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La muenda de Trump y de los republicanos demostró que a sus votantes no les importó ninguna de sus faltas, cualquiera de las que habría sepultado otra carrera política. No sabemos cuánto influyó en eso que Trump haya protagonizado todos los roles que fascinan nacionalmente: ser millonario, adúltero, protagonista de ‘realities’…
Ahora se añade que Donald Trump transgredió en su campaña todos los límites imaginables.
Por ejemplo, hizo gala de una gran misoginia; se dedicó a convocar a los hombres votantes, en parte responsables de su triunfo; según ‘exit poll’ de CNN, 51 % de hombres votaron por Trump y 51 % de mujeres por Kamala. Muchos para él y muy pocas para ella… Graduó de símbolo al luchador profesional de 71 años Hulk Hogan rasgándose la camiseta en la convención republicana y con frecuencia lanzaba mensajes abiertamente machistas en sus recorridos. También les invirtió un buen tiempo a sus convicciones racistas. Lanzó delicados desafíos a la democracia (entre sus primeras promesas de gobierno figuran actuar como dictador y tomar retaliaciones contra sus adversarios políticos).
En resumidas cuentas, los EE. UU. eligieron por primera vez en la historia a un convicto culpable, ante varias cortes, de fraude, trampa, abuso sexual y difamación. Pero nada de eso importó. Fue considerado por la mayoría de su país como una víctima de persecución y sus delitos, como actos de retaliación.
Su aplastante victoria no deja de ser meritoria, sin embargo indica que su resiliencia y carácter desafiante son capaces de conducirlo a ganar batallas inganables.
Trataron de ponerlo preso y no pudieron. De matarlo, y tampoco. De anularlo políticamente y aquí vemos los resultados. Y hasta de arruinarlo y eso sí que menos. Su fortuna personal creció considerablemente durante la campaña, en especial porque Truth Social, la red social que montó cuando lo vetaron de otras, subió en los dos últimos meses de campaña su ‘market cap’ de 3.000 millones de dólares a 9.000 millones y él es propietario del 60 por ciento.
Los EE. UU. eligieron por primera vez en la historia a un convicto culpable, ante varias cortes, de fraude, trampa, abuso sexual y difamación. Pero nada de eso importó
Sesudos analistas aún intentan aclarar qué pasó acá. Entre las explicaciones más plausibles está la de que la clase trabajadora de EE. UU. encontró un vocero del desencanto contra el gobierno Biden y su resentimiento contra las élites. Trump representa el poder frente a sus frustraciones. Y en medio de sus mentiras y sus teorías de conspiración, los votantes encontraron en él a un hombre que los atrajo por auténtico; y que, como leí por ahí, ganó la presidencia precisamente por eso, no a pesar de eso. Mientras tanto, Kamala parecía totalmente libreteada y opaca; y para ser sinceros, era presa de lo políticamente correcto, de lo cual es evidente que muchos estaban aburridos.
Ella habría podido dedicarse a rescatar a la clase trabajadora que se trasteó para donde los republicanos. Pero cometió el error de dedicarse a hablar de los peligros que traería una elección de Trump, con lo cual lo puso en el centro del debate electoral, mientras ella se mimetizó y muy pronto perdió la luz que proyectó inicialmente como mujer, negra, joven, dinámica. Biden la tuvo escondida tres años y medio, pero Kamala no pudo evitar que le sacaran en cara que era parte del mismo paquete gubernamental que muchos estaban rechazando.
Esta progresista californiana cometió otro gran error: montar su campaña alrededor del aborto. Y no es porque el tema carezca de gran importancia, sino porque poco atraía a la clase trabajadora y, mucho menos, al hombre trabajador.
Pero quizás la máxima hazaña de Trump es que con su hábil campaña, en la medida en que su lenguaje se volvía más agresivo y sus insultos más crudos, logró proyectarse como el gladiador de derecha contra las élites, papel que desempeñan normalmente los líderes de izquierda. Irónico un defensor de los pobres que, en campaña, haya triplicado su fortuna… Y hoy aliado con el hombre más rico del mundo, Elon Musk, que repugna y fascina por su genialidad, quien a la campaña republicana le donó la bobadita de 120 millones de dólares. Por lo cual es muy probable que Trump, el “gladiador”, termine dirigiendo las políticas de su gobierno hacia los plutócratas y no hacia los trabajadores americanos que eligieron a un magnate, ayudados por los inmigrantes legales que nos resultaron xenófobos.
La pregunta final es: si los dos triunfos de Trump han sido contra mujeres, y después del tratamiento incendiario, bordeando la grosería y el desprecio con el que la campaña trumpista las trató y, sin embargo, muchas votaron por él, ¿será que en EE. UU., ni en uno ni otro sexo están listos para que una mujer ocupe todavía el salón oval?
MARÍA ISABEL RUEDA