Donald Trump ha escogido a Robert F. Kennedy para dirigir el Departamento de Salud de Estados Unidos, una designación con la que el presidente electo norteamericano confía en que el país sea “grande y sano de nuevo” y en el que sus ciudadanos estén “protegidos de los productos químicos dañinos, contaminantes, pesticidas, productos farmacéuticos y aditivos alimentarios” que, a juicio del líder republicano, han contribuido a una “abrumadora crisis de salud”.
El próximo responsable del departamento de Salud estadounidense, de 70 años, hijo del senador y fiscal general del país, asesinado en 1968, y sobrino del expresidente John F. Kennedy, también asesinado en 1963, visitó hace cinco años el municipio de Adeje para participar en un foro sobre el cambio climático, organizado por el ayuntamiento sureño y la Fundación DIARIO DE AVISOS. En una entrevista concedida a este periódico, en noviembre de 2019, no se anduvo con contemplaciones a la hora de referirse a quien ahora será su jefe en el Gobierno: “Trump [entonces presidente del país] es una catástrofe para el medioambiente, pero Bush también lo ha sido. Trump no es una anomalía, es parte de una era radical”.
Incluso fue más allá al asegurar que el próximo presidente estadounidense “ha desechado nuestro planeta Tierra”, y se preguntó: “¿Quién quiere tener de líder a un hombre que no lee libros?”.
“Cuando era niño, todos los países aspiraban a tener una democracia modelo como Estados Unidos y ahora no creo que nadie lo haga”, aseguró. Y a la pregunta de si Donald Trump podía ganar las elecciones de 2020, que se celebraron un año después y que acabó ganando Joe Biden, su respuesta fue: “No lo sé, podría ganar. Espero que no. El mundo entero espera que no lo haga”.
Durante su intervención en un abarrotado Centro de Desarrollo Turístico Costa Adeje, Robert F. Kennedy, entonces convencido demócrata, aseguró estar “en guerra” contra las grandes industrias contaminantes y reclamó un “ejército de personas dispuestas a luchar por la transición ecológica y una sociedad que se comprometa con las generaciones del futuro”.
Además, animó a la ciudadanía a implicarse en política, pero también a alzar su voz en las calles y reclamar acciones. “De lo contrario, nuestros hijos van a pagar la factura con tierras devastadas y con su salud”, agregó, y se mostró escéptico a la hora de persuadir a los gobernantes sobre las decisiones medioambientales que deben tomar: “No se trata tanto de convencer, sino de ponernos en pie de guerra contra una industria que quiere hacer lo que sea para ganar dinero a costa de nuestro planeta”.
El abogado y activista medioambiental, como fue presentado en el foro tinerfeño, inauguró la siembra del Parque Central de Adeje con la plantación de un drago, acto en el que le acompañó Juan Verde, presidente de Advanced Leadership Foundation, y el alcalde, José Miguel Rodríguez Fraga. Kennedy piropeó la apuesta adejera: “Este parque es un símbolo muy importante para trabajar por un mundo mejor y sostenible, y elegir un drago representa un vínculo que nos une al pasado”.
También se mostró interesado por los antiguos pobladores de Canarias y así lo puso de manifiesto en el foro: “El alcalde me habló hoy de los guanches y, cuando regresé a mi habitación, me puse a investigar en Internet sobre su historia y comprobé que tenían vínculos con los bereberes”.
VACUNAS
Esa inquietud sobre el pasado del Archipiélago también la expresó en la entrevista concedida a este periódico, en la que, a preguntas de María Rozman, Kennedy aclaró su postura sobre las vacunas, unos meses antes de que se significara, con el estallido de la pandemia, como un destacado opositor a las inyecciones contra la covid. “No estoy en contra de las vacunas, estoy en contra de la falta de pruebas. Debemos asegurarnos de que no estén creando más problemas de los que estamos resolviendo. De las 72 vacunas obligatorias en nuestro país, ninguna de ellas ha sido probada con una prueba de placebo, lo que es una locura”.