Es desde el centro de Europa, donde en tiempos se erigían imponentes catedrales góticas y florecían continuas vocaciones religiosas, que el Papa Francisco hace frente a un futuro incierto que está imponiendo cambios esenciales a la Iglesia. Es la visión realista de un cristianismo ahora minoritario capaz, sin embargo, de difundirse por atracción, con menos estructuras y más carismas, un poco como sucedía con las primeras comunidades cristianas en los primeros siglos. «Los cambios de nuestra época y la crisis de la fe que experimentamos en Occidente nos han impulsado a volver a lo esencial, es decir, al Evangelio». El plan que expone está estructurado y programático, se asemeja en gran medida a la profecía de Ratzinger, y no es casualidad que el Papa lo pronuncie desde Bélgica, «pequeña y gran nación», geográficamente estratégica, elegida como destino de este complejo (y no obvio) viaje apostólico.
La Iglesia belga se presenta realmente emblemática y resume lo que ya está sucediendo en otros lugares, en Alemania como en Francia, en España e incluso en Italia. Es una realidad debilitada, sacudida en su interior por la pesada herencia de los abusos que han socavado profundamente su credibilidad. Debe así enfrentarse a una sociedad fuertemente secularizada, cada vez más alejada de las raíces cristianas. Mientras tanto, las vocaciones han disminuido drásticamente, los fieles han colapsado, la gente que pide ser desbautizada, y casi nadie va a misa. Muchos jóvenes ni siquiera saben hacerse la señal de la cruz. Es la fotografía implacable de una minoría, casi elitista, que une a todo Occidente que una vez fue cristiano.
Francisco sabe que hay que enfrentarse a la Historia y en la basílica belga visitada esta mañana ha escuchado atentamente a teólogos, voluntarios, académicos, monjas, sacerdotes para luego dirigir un mensaje válido para todo el continente. «No hay que desanimarse porque cuando experimentamos la desolación siempre debemos preguntarnos qué mensaje quiere comunicarnos el Señor». «Hemos pasado de un cristianismo asentado en un marco social hospitalario a un cristianismo ‘de minoría’, o mejor dicho, de testimonio. Y esto requiere el coraje de una conversión eclesial, para iniciar esas transformaciones pastorales que también afectan a las costumbres, los modelos, los lenguajes de la fe, para que realmente estén al servicio de la evangelización».
También siguen algunas indicaciones. El primer camino a seguir, afirmó el Papa, sigue siendo el de la evangelización. «Los cambios de nuestra época y la crisis de la fe que experimentamos en Occidente nos han impulsado a volver a lo esencial, es decir, al Evangelio, para que a todos se les anuncie nuevamente la buena noticia que Jesús trajo al mundo, haciendo brillar toda su belleza».
El Papa Francisco hace suya la profecía de Ratzinger, así será el futuro de la Iglesia en Europa
Con los sacerdotes se recomienda no limitarse a conservar o gestionar «un patrimonio del pasado, sino ser pastores enamorados de Jesucristo y atentos a captar las demandas del Evangelio. Recordando que «en la Iglesia hay espacio para todos y nadie debe ser la fotocopia del otro. ¡La unidad en la Iglesia no es uniformidad, sino encontrar la armonía en la diversidad! No se necesitan reformas de moda sino solo hacer llegar el Evangelio a una sociedad que ya no lo escucha o se ha alejado de la fe».
Después del Encuentro en la Basílica de Koekelberg, el Papa Francisco se dirigió a la cripta real, en la iglesia de Nuestra Señora de Laeken, donde se encuentran las tumbas de muchos miembros de la Casa Real de Bélgica. El Rey y la Reina Matilde lo escoltaron y luego Francisco se detuvo a rezar ante la tumba del Rey Balduino. Lo señaló como ejemplo y lo elogió por su coraje, cuando eligió «abdicar para no firmar una ley homicida».
Subió al trono en 1951 y reinó hasta su muerte. Causó sensación su intransigencia a los valores evangélicos y católicos cuando en 1992 abdicó por 36 horas para no tener que firmar la ley que legalizaba el aborto. El Papa Francisco esta mañana lo señaló como ejemplo (y quiere beatificarlo) ya que en este momento en Bélgica están avanzando, dijo, «leyes criminales». La referencia es al endurecimiento en curso de la ley sobre la eutanasia que se quiere extender aún más a quienes tienen trastornos depresivos (incluso leves) o para quienes están simplemente “cansados de vivir”. Todo surgió de un caso nacional que dividió al país: una joven de 23 años, que padecía depresión, habló en las redes sociales de su sufrimiento psíquico que le resultaba insoportable. La ley belga de 2002 establece que la eutanasia de pacientes psiquiátricos es “posible bajo determinadas condiciones”. Posteriormente se presentó una propuesta de ley en el Parlamento del presidente católico de la “christelijke mutualiteit” (MC) para hacer posible la eutanasia también para las personas que se han cansado de la vida.
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