Entre otras cosas, el transhumanismo propone una versión diferente al antropocentrismo habitual, concibiendo al ser humano como un híbrido entre carne y máquina, pues, a su estructura biológica, se suman diversos componentes electrónicos, bioinformáticos, nanotecnológicos y computacionales. Este cambio, nos conduciría a una nueva concepción del ser humano planteándose un serio desafío a las creencias cristianas fundamentales sobre la naturaleza humana, el mal y la salvación.
La metamorfosis hacia una condición fusionada plantea la profundización de la escatología secular que busca la inmortalidad a través de avances tecnológicos, en contraste con la esperanza cristiana de vida eterna a través de la muerte y resurrección de Jesucristo. Esta diferencia fundamental en las visiones del futuro puede llevar a una desvalorización de las promesas cristianas de redención y transformación. En esta escatología secularizada al extremo, se potenciaría una forma de “salvación” a través de la tecnología, prometiendo eliminar el sufrimiento y las limitaciones humanas mediante innovaciones como la inteligencia artificial y la biotecnología. Esta propuesta puede atraer a aquellos que buscan soluciones inmediatas a problemas existenciales, lo que podría desviar la atención del mensaje cristiano sobre la verdadera salvación.
Si se corroboran con los hechos las conjeturas del biogerontólogo Aubrey de Grey (1963) o la del inventor Raymond Kurzweil (1948), dos de los más influyentes divulgadores del transhumanismo, estaríamos cerca de abolir la muerte. Por ejemplo, de Grey planteó la posibilidad de extender la vida humana de manera radical. Según este científico, la muerte no es un evento abrupto, sino un proceso acumulativo de daños en el cuerpo. Esta concepción desafía la visión tradicional de la muerte como una línea clara entre la vida y la no vida. Para de Grey, al pensar la muerte como un cúmulo de daños, se nos abre la posibilidad de abordarla desde una perspectiva médica y científica, lo que podría llevar a su eventual superación. ¿De qué forma? Reprogramando la información celular, haciendo que ésta le informe al cuerpo que detenga su deterioro. En otras palabras, realizando una reparación de daños anticipados, para frenar o contrariar el deterioro celular.
Más atrevido en sus ideas, Kurzweil predice que en un futuro cercano será posible “revivir” a los muertos mediante simulaciones digitales que replican a una persona utilizando registros de sus actividades y pensamientos. Según él, para finales de esta década, se podrán crear recreaciones no biológicas altamente realistas de individuos fallecidos, que podrían incluso ser alojadas en cuerpos biológicos aumentados cibernéticamente, cultivados a partir del ADN original. En su visión, los humanos están en una carrera hacia la inmortalidad, con un horizonte temporal alrededor de 2030. Kurzweil argumenta que los avances en inteligencia artificial permitirán realizar ensayos clínicos en cuestión de horas, lo que acelerará el desarrollo de tratamientos que extiendan la vida. Además, sostiene que el uso de nanorobots y biotecnología permitirá reparar el cuerpo humano a nivel celular, lo que podría revertir el envejecimiento.
De generalizarse las posibilidades tecnológicas de extender la vida hasta límites insospechados o de suprimir la muerte, ¿qué pasaría con la experiencia religiosa tradicional? Instalados en la posthumanidad, ¿cómo será posible creer en nuestros dioses? En la escatología posthumana, los transhumanistas buscan superar las limitaciones biológicas mediante avances tecnológicos, aspirando a una forma de inmortalidad que no depende de lo divino. Este enfoque puede verse como un intento de “jugar a ser Dios”, donde los humanos buscan trascender su naturaleza mortal sin intervención divina. A diferencia de la escatología cristiana, que se centra en la esperanza divina, el transhumanismo confía en la capacidad humana para crear un futuro mejor a través de la ciencia y la tecnología. Es casi seguro que el cristianismo deberá aprender dialogar en serio con el transhumanismo y a mirar de frente a la posthumanidad que éste propone. Pues un cambio de similar proporción, se dio con el surgimiento de la sociedades agrícolas hace seis mil o siente mil años. Así de grande es lo que estamos viendo en sus inicios.
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