Los prolijos cálculos sobre los que se basan las predicciones bursátiles dan a las cifras del mercado una apariencia que puede resultar engañosa. Este año, la Bolsa de Estados Unidos ha dado muchas alegrías a los inversores expuestos a sus índices: el S&P 500 ha superado los 50 máximos históricos (a más de uno por semana), con una subida acumulada de más del 27%. Las cifras sustentan la narrativa de la excepcionalidad estadounidense. Pero se trata de una subida muy concentrada en estos valores; la ganancia media del índice ronda un muy terrenal 10%. Es decir, la exitosa apuesta por la Bolsa de Estados Unidos ha sido una apuesta por los grandes nombres.
La elección de Donald Trump ha dado un último mes y medio de gasolina a las alzas de Wall Street y, sobre todo, ha reforzado a los expertos que ven en Nueva York la plaza donde obtener las mayores ganancias. La expectativa de bajos impuestos y un panorama económico mucho más positivo que en Europa (una variable independiente, de momento, del ocupante del Despacho Oval), un proteccionismo que puede venir bien a las firmas locales y una euforia por la tecnología que no se apaga justifican esta tesis.
Pero los expertos también avisan contra extrapolar 2024 a 2025: este año, ha bastado con seguir de forma pasiva al S&P 500 para obtener un rendimiento superior a las mejores previsiones. El panorama tendrá más ángulos en el año que entra, y cabe esperar que la inversión tenga que ser más minuciosa en la selección de valores. La tecnología ha subido mucho, y hay más fuerzas sobre la mesa como para jugarlo todo a una sola carta. Incluso la denostada Europa puede tener algo que decir en el mercado. No porque las perspectivas sean particularmente halagüeñas: con una economía congelada, incertidumbre política en las dos mayores economías de la zona y azotada por vientos políticos desfavorables. Pero las empresas europeas siguen ganando dinero, y cotizan con valoraciones muy inferiores a las estadounidenses.
Para los mercados nunca nada está escrito. Y en este 2025, buena parte de las claves económicas y financieras descansan sobre Trump, una de cuyas principales características es ser imprevisible. Los expertos pueden esbozar una hoja de ruta de inversión de cara al nuevo año, que tocará afinar en función de la evolución política y económica y que, aun así, puede resultar fallida. Pero una de las pocas cosas claras para 2025 es que, probablemente, el piloto automático ya no funcione.