Federico Anaya Gallardo
Decíamos la semana pasada que la paradoja de nuestro Occidente es su esquizofrenia. En su largo medioevo (los mil años del 500 al 1500), su cristianismo proclamó siempre la igualdad de todos los seres humanos. Pese a esto, aquellas sociedades forjaron un orden de tres clases (bellatores, oratores, laboratores) que se convirtió en una estructura rígida de castas irremediablemente opuestas y separadas, adonde nobles-militares y nobles-clericales oprimían juntos a los laboratores. Los detalles de cómo ocurrió eso son materia de debate entre historiadores. Lo que los legos podemos resumir es que las circunstancias siempre cambian. Esquematicemos hoy un larguísimo proceso, querida lectora.
Al inicio, allá en el año 500, Europa estaba despoblada y la idea igualitaria permitía a las clases dominantes autorizar a sus esclavos a colonizar bosques para ampliar la superficie cultivada ganando una autonomía relativa a cambio de una renta en productos de la tierra. Esto es lo que Max Weber llamaba afinidad electiva: cosas que no necesariamente combinarían se empalman dialécticamente y funcionan juntas. Los amos, en cualquier caso, no perdían dándole estatuto de colono al antiguo esclavo; porque la guerra contra los “bárbaros” no-cristianos proveía de nuevos esclavos a estos señores en teoría “tan cristianos”. En esto sigo a Georges Duby en su Guerreros y Campesinos de 1973. (Liga 1.)
De hecho, cuando las campañas contra “bárbaros” eran exitosas esos esclavos (sajones, alanos, ávaros, eslavos) se vendían a Bizancio y más tarde, a los estados musulmanes del Mediterráneo. A veces, los escandinavos, magiares y sarracenos hacían lo mismo y vendían esclavos cristianos en tierras del Islam. Como puedes ver, lectora, aquella Europa marginal se convirtió –geopolíticamente– en un criadero de mujeres y hombres esclavos para los imperios mundiales de aquellos días (que hablaban griego, árabe y farsí).
Contradicción: el cristianismo es misionero. Los señores soldados (bellatores) quieren conquistar y esclavizar; pero los monjes cristianos (oratores) quieren convertir. Poco a poco, los “bárbaros” encontraron conveniente convertirse en cristianos para evitar la esclavitud –porque un bellator cristiano no puede esclavizar a un laborator cristiano. Hasta los escandinavos y magiares (ellos mismos paganos conquistadores exitosos y esclavizadores de cristianos) encontraron conveniente convertirse. Así ellos mismos se volvieron en “legítimos” cazadores de humanos, depredando hacia el oriente la población eslava aún no cristianizada. Este sistema podría haber seguido por siglos, indefinidamente alejando hacia el Este la “frontera de la esclavitud”.
Pero las circunstancias siempre cambian. En 1200 aparece en el mundo un nuevo actor, que es el primer gran globalizador del último milenio: Temujin, luego conocido como Gengis Khan (ᠴᠢᠩᠭᠢᠰ ᠬᠠᠭᠠᠨ). Su conquista de China, Asia Central, Persia, Mesopotamia, el Cáucaso y Rusia encerró en su pequeña península a los ya de por sí marginales europeos. (Porque si miras bien el mapa, Europa no es propiamente un continente, sino la península más occidental de Asia.) La comparativamente pequeña economía europea, hasta entonces alimentada por una frontera esclavista, y alguna industria basada en los tejidos, se ahogó. Los mongoles –originalmente animistas– se convertirán o al budismo o al Islam y eso cerró la posibilidad de esclavizar “paganos” orientales. El inmenso imperio mongol establece en Europa oriental un sistema de cobro de tributo para cuidar su frontera contra los cristianos europeos. El gran Alejandro Y. Nevsky (Александр Я. Невский, 1220-1263), el primer héroe nacional de la saga moscovita-rusa-soviética, era en realidad un cobrador de impuestos al servicio de los Grandes Kanes.
Cuando ese Alejandro tenía veinte años, en 1240, un nieto del gran Gengis, llamado Batú Kan, había conquistado Kiev e impuesto tributo a Novgorod. Entonces Batú decidió conquistar el último mar (lo que nosotros llamamos Atlántico). En el recuerdo de nuestra civilización tres “hordas” avanzaron al Oeste desde la actual Rusia. En 1241, los europeos fueron derrotados en la ciudad alemana de Legnica (actualmente en Polonia), en Rumania y en Mohi (en la Hungría moderna). A través del Papa Inocencio IV (1185-1254) la Cristiandad envió un mensaje al Gran Kan.
En 1245 el tercer Gran Kan mongol, Guyuk (1206-1248), respondió al Papa europeo con una orden: «Tú debes decir con un corazón sincero: “Seremos tus súbditos; te daremos nuestra fuerza”. Tú, en persona, deberás venir con todos tus reyes, sin excepción, a rendirnos homenaje y a prestarnos servicio. Solo así admitiremos tu sumisión. Y si no sigues la orden de Dios, te conoceremos como nuestro enemigo».
En 1248, tres años más tarde de esa orden mongola a todos los europeos, Luis IX Capeto –el rey de Francia que luego los católicos hicieron santo– llegó como cruzado a Chipre. Desde allí trató de negociar un ataque conjunto contra los musulmanes mamelucos de Egipto. ¿Con quién? Con los mongoles del Il-kanato en Persia. Las pláticas no llevaron a nada en lo inmediato; pero dos décadas más tarde –en 1270– ese rey capeto atacó a los mamelucos en Túnez al mismo tiempo que los mongoles lo hacían en Sinaí. Los europeos recuerdan 1248 y 1270 como la Séptima y la Octava Cruzadas, pero acaso sería mejor describirlos como las dos campañas en que los marginales europeos colaboraron como tropa auxiliar del imperio más grande que ha conocido la Humanidad. Poco más que Nevski en Novgorod.
Toda Historia es narración. La que acabo de presentarte, lectora, asume como centro a las potencias y culturas no-cristianas y no-europeas. Ejemplifica la marginalidad original de los países adonde nacería la civilización capitalista de nuestros días. Es obvio que no se recuerda así en Madrid, ni en Londres, ni en París, ni en Berlín. Rememorar de aquel otro modo la Historia no es desprecio por nuestra raíz europea, sino un intento de mirar con objetividad la natural multiculturalidad del planeta que habitamos todos los humanos.
Aparte, nos muestra la raíz original del gusto por las lenguas de nuestro Occidente. Bueno, de lo mejor de nuestro Occidente. (Ya ves, lectora, lo poco que se habla otra lengua en algunas clases y en algunos países del centro hegemónico de hoy.) Hablar y escribir en los idiomas de los centros hegemónicos de los vecinos poderosos es un buen hábito que requiere disciplina. Y la mejor disciplina es la necesidad. Cortés había sido entrenado en esa disciplina y por eso busca traductores apenas toca tierras continentales en Yucatán. Lo anterior se plasma –como recuerdo erudito– en un detalle del guion de William Monahan para una película de Ridley Scott. En Kingdom of Heaven (Cruzada, 2005) cuando los nuevos cruzados se dirigen a Jerusalén uno de ellos pide direcciones, en Francia, a un viejo viajero quien le responde: “—Sigan hasta donde empiecen a hablar italiano, luego sigan delante hacia donde hablen otra cosa”.
Ahora, lectora, te pido que en tu imaginación agarremos camino en la dirección contraria. Sigamos hasta donde empiecen a hablar dietsch (neerlandés) y luego sigamos delante hasta donde hablen alemán. Es decir, visitemos los Países Bajos medievales. En 1975, el inglés-galés George Holmes (1927-2009) publicó su Europa: Jerarquía y Revuelta, editada en castellano por SigloXXI. (Liga 2.) El volumen inicia con una escena ejemplar. En el Año de Gracia de 1302, en Kortrijk (dicen los neerlandeses y alemanes) o Courtrai (dicen los franceses) o Cortrique (dicen los castellanos) los ciudadanos flamencos vencieron en batalla abierta a un ejército de caballeros nobles. Los pobres demostraron que bien organizados, podían más que sus soberbios explotadores –a quienes acusaban de “devorarlos”. (Bella victoria, Maquiavelo dixit.) Ese acontecimiento (Edgar Morin dixit) anunció que los devoradores de hombres no eran invencibles.
Llamo devoradores a los nobles europeos medievales porque se comían, literalmente, a sus hermanos cristianos. Esta expresión la he tomado del libro de Bárbara Tuchman, Un Espejo Lejano (Argos Vergara, 1980), cuyo subtítulo en inglés es The Calamitous 14th Century. (En las ligas 3 y 4 puedes ver las versiones inglesa y castellana del libro. Sólo la inglesa trae aparato crítico.) La calamidad central de los 1300 es la Peste Negra –en la que murió entre el 30% y el 60% de la población europea (circa 1350). Piensa las cifras, lectora: un año hablas con tres personas en tu barrio, cinco años más tarde sólo hay dos (30%). O peor, sólo estás tú es que murió el 60% de tus vecinos.
Pero la peste no era culpa de los bellatores que devoraban a sus hermanos cristianos. De lo que ellos eran responsables era de la debilidad estructural del campesinado antes de la peste. Tuchman cita al francés Jacques de Vitry, quien les llamaba lobos rabiosos señalando que un caballero, un noble se comía en una hora lo que el campesino cosechaba en un año. Vitry era un teólogo e historiador, nacido hacia 1160 y quien en 1216 (56 años) era obispo cruzado de Acre, en Palestina. Regresó a Europa y hacia 1230 (70 años) era cardenal en Roma. Estaba bien colocado en la élite y murió un siglo antes de la gran peste. Pero desde su asiento de cardenal denunció la injusticia social predominante. En su Historia de las Cruzadas (circa 1235) fustigaba a los nobles porque “Cubiertos de hierro, asaltan las vías públicas y no respetan ni a peregrinos ni a religiosos. En burgos y villas, estos asesinos y sinvergüenzas, llegan de todas partes, llenan calles y plazas ó bien se esconden emboscados en los lugares más retirados, que inundan con sangre de inocentes” (Cap. II, Liga 5.)
En 1967, los italianos Ruggeiro Romano & Alberto Tenenti escribieron Los fundamentos del mundo moderno: Edad Media Tardía, Reforma, Renacimiento, publicada en castellano por SigloXXI en 1971. (Liga 6.) A partir de los trabajos de muchos medievalistas, estos autores señalan que mucho antes de la Peste Negra, la mayor parte de la población europea estaba debilitada por carestías recurrentes –muchas de ellas ligadas a las injusticias que desde un siglo antes denunciaban algunos de los oratores de aquella sociedad cristiana supuestamente bien ordenada. El cardenal cruzado Vitry denunció también a los pastores de la Iglesia que en lugar de proteger a su rebaño participaban en la carnicería.
La batalla de Cortrique de 1302 -medio siglo antes de la gran peste- fue tan sólo un episodio de una larguísima serie de enfrentamientos que opusieron, a lo largo de los siglos XIII y XIV, a pobres y ricos en la región de Flandes. Aparte, esos movimientos de los pobres flamencos formaban parte de las insurrecciones populares que ocurrieron en toda Europa en ese tiempo. Luego de la peste las cosas empeoraron aún más. En 1358 ocurrió la grand jacquerie francesa. En 1358 los cardadores de lana (ciompi)de Florencia tomaron las armas para defender sus derechos y de otros flacos (magri) en contra de las élites urbanas (los “gordos” o grossi). En 1381 los campesinos de Inglaterra tomaron Londres con el apoyo de los jóvenes aprendices de la ciudad. Llegaron cantando: “Cuando Eva hilaba y Adán araba, ¿quién era señor y quién vasallo?”
Esos campesinos y trabajadores urbanos flamencos, franceses, italianos e ingleses le echaban en cara a sus élites la supuesta igualdad cristiana y su falta de congruencia. Pese a la victoria de Cortrique, todas y todos ellos fueron derrotados y masacrados. Pero sus luchas quedaron en el imaginario colectivo de Europa.
Por eso, Carlos Monsiváis nos decía en la UACM que él prefería recibir un Doctorado Honoris Causas Perdidas porque sin esas experiencias derrotadas, los pocos triunfos que los Pueblos obtienen nunca habrían ocurrido. (“Causas Perdidas”, Diario de Campo, INAH, 2011, 4: Pp.37-43, Liga 7). Monsi era un verdadero cristiano. De hecho, sólo las y los revolucionarios sinceros podrían reclamar con seriedad ese título.
Ligas usadas en este texto:
Liga 2:
https://www.cristoraul.org/SPANISH/sala-de-lectura/BIBLIOTECATERCERMILENIO/EDAD-MEDIEVAL/Holmes%20George-EuropaJerarquiaYRevuelta1320-1450.pdf
Liga 3:
https://ia601201.us.archive.org/12/items/bwb_O7-CTR-663/bwb_O7-CTR-663.pdf
Liga 5:
https://remacle.org/bloodwolf/historiens/jacquesvitry/croisades4.htm#II