Quedaban los últimos estertores al encuentro, al punto que el colegiado ya miraba con impaciencia al reloj, feliz y conforme el Villarreal con la victoria que parecía tener en el bolsillo. Solo lo parecía. Primero porque a Stuani hizo un tanto que solo el VAR se atrevió a desaprobar por fuera de juego, cosa de una rodilla adelantada; y después porque una volea desde fuera del área a lo Oliver y Benji de Krejci, un central que muda en delantero cuando se aproxima al marco rival -ya marcó en la jornada anterior al Espanyol-, desmontó las ilusiones amarillas para sellar el empate. Era la prueba del algodón para el Girona, equipo que se subió al trampolín con los últimos tres triunfos ligueros seguidos y que asomaba la pata en la zona burguesa de la tabla, penalizado sin embargo en una Champions que se le atraganta. Era, también, un duelo de Quo Vadis para el Villarreal, mermado sobremanera por las lesiones, aunque aspirante a la élite en una temporada sin los entremeses europeos. Y aunque todo asemejó empezar y acabar con la Ley Baena, toda vez que el futbolista se hizo el mariscal del balón y del encuentro, el Girona fue capaz de cambiar de registro -contras al galope por balones colgados al área desde los costados- para remontar dos goles, para explicar que ha vuelto definitivamente a La Liga.
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Diego Conde, Kiko Femenía, Logan Costa, Sergi Cardona, Raúl Albiol, Dani Parejo (Denis Suárez, min. 77), Santi Comesaña, Álex Baena (Pau Navarro, min. 94), Yeremy Pino (Pau Cabanes, min. 71), Pape Gueye y Thierno Barry (Gerard Moreno, min. 71)
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Paulo Gazzaniga, Ladislav Krejcí, David López, Arnau Martínez (Daley Blind, min. 72), Miguel Gutiérrez, Arnaut Danjuma (Abel Ruiz, min. 45), Bryan Gil, Oriol Romeu, Donny van de Beek (Portu, min. 72), Iván Martín (Jhon Solís, min. 58) y Bojan Miovski (Cristhian Stuani, min. 58)
Goles 1-0 min. 22: Thierno Barry. 2-0 min. 45: Álex Baena. 2-1 min. 65: van de Beek. 2-2 min. 96: Ladislav Krejci
Arbitro Miguel Ángel Ortiz Arias
Tarjetas amarillas Ladislav Krejci (min. 17), Bryan Gil Salvatierra (min. 30), Sergi Cardona (min. 39), Albiol (min. 84), Miguel Gutierrez (min. 84), Daley Blind (min. 92), van de Beek (min. 92), Portu (min. 97)
Desde que arrancó el partido, la bola circulaba tan rápido como un disco en un duelo de hockey hielo y las piernas volaban como si también fuera un encuentro de baloncesto porque había prisa por cruzar la divisoria. Galgos con la pelota, disputa eléctrica y de altos vuelos, fútbol de salón a mil revoluciones al punto de que no daba tiempo a lamentarse de los errores o de las ocasiones falladas porque la pelota ya estaba al otro lado de la red. Juego a toda mecha, un tuya-mía en vertical, reacios ambos entrenadores al pase horizontal o, más bien vacío, que no sirviera para dar amplitud o restar líneas de presión. Muy al gusto también del colegiado Ortiz Arias, que permitía menos protestas que contacto con el balón en juego. Así, a cada saque de banda o falta se ponía el esférico en juego en un santiamén; a cada embolse del portero la redonda salía disparada hacia delante en un pispás. Al abordaje, hordas con botas.
La última vez que el Girona encaró un duelo similar salió escaldado y fagocitado por un PSV que le pudo en intensidad y voracidad, en fútbol y puntería, un expresivo 4-0. Éxito que no pudo emular el Villarreal, por más que creciera bajo las contras para desespero del oponente, que palideció en el repliegue, tan enfocado en la presión que recuperar la posición se le hizo bola. Eso y, claro, un Baena omnipresente, futbolista que interpreta como ninguno los espacios y los encuentros, batuta y diapasón, trampolín y quarterback, futbolista planetario que, precisamente, se catapultó con Míchel en el Rayo. Pero ni con esas se venció el Girona, que puso tanto fútbol como alma para no darse de bruces con la derrota.
Fue el Girona el que advirtió primero, de nuevo un Bryan Gil referencial. Le bastó un error de Costa en la salida del balón para trazar un recorte, perfilarse y soltar un zurdazo que obligó a Diego Conde a lucirse. Algo similar a lo que ocurrió al final del acto, cuando descontó a dos rivales en el costado derecho para cederle el esférico a un Van de Beek que le pegó de primeras y ajustado al palo, donde acudió a tiempo la manopla del portero para evidenciar que es un arquero de Primera y más. Pero entre el paréntesis de Bryan Gil y Bryan Gil, el Villarreal se hizo con el partido -no con la bola, porque eso era cosa de dos- y las ocasiones, siempre bajo el dictado de un Baena que ponía el play a su antojo, frontera para cualquier contragolpe. Bien con conducciones, bien con pases de escuadra y cartabón para regocijo del teorema de Tales. De sus pies salía oro. Como ese pase para Jeremy Pino que probó el disparo y se quedó con las ganas porque Krejci lo desvió a tiempo; como ese otro toque que permitió el remate de Comesaña, esta vez a las nubes; o a Gueye, que le cuchicheó al poste. Incluso como en ese contraataque que impulsó Cardona por la izquierda para cedérsela a Baena, que entraba desde atrás y hasta la línea de fondo para poner un centro al segundo palo a Pino. Solo el poste se atrevió a escupir el testarazo. Pero el rechazo, con Barry en su sitio, como manda el manual del buen delantero, cayó en sus pies y de ahí a la red.
Sucedió que la gazuza de Baena era ilimitada, saco sin fondo para sus trucos de magia. Porque al pase le añadió el chut, porque a la generosidad la aliñó con genialidad. Suya fue una ocasión desde el balcón del área, un chut raso que no cogió portería de chiripa. Y suyo fue el segundo tanto del Villarreal al abrir el telón del segundo capítulo, pues le bastó un pase de Jeremy Pino desde la derecha para controlar el balón con el exterior del pie derecho y amoldarlo con el interior del izquierdo y sacar un latigazo que Gazzaniga apenas pudo ver. La afición y el Girona, a sus pies.
Bueno, el Girona no tanto, equipo inconformista por definición y agitador por naturaleza. Al doble coscorrón respondió con gallardía y fútbol, también con un cambio de plan. Acumuló Míchel más atacantes y al juego directo lo aliñó con los centros desde el costado en búsqueda del imán Stuani, el Carpanta del área rival. Y desde ahí se hizo grande el Girona al tiempo que empequeñeció el Villarreal, más preocupado en achicar agua que en amasar el balón. Así, de los centros salían rechazos que Miguel y Bryan Gil trataron de reconvertir en gol sin éxito, también remates fallidos (otro de Miguel) y, al final, a la salida de un saque de esquina, Van de Beek le pegó mordido para que la bola chocara con el cuerpo de Cardona y lo desviara lo suficiente hasta dar con las mallas. Aturdido y confuso, el Villarreal quiso cerrar su portería para que no se le indigestara el partido. Pero lo hizo de forma timorata, dando un paso atrás y no al frente como había jugado el encuentro. Red-Bull para el Girona, que siguió en sus trece, centro a centro. Lo intentó Miguel Gutiérrez con un zurdazo que se le marchó alto y lo consiguió Stuani hasta que el VAR dijo lo contrario. Y cuando todo parecía visto para sentencia, cuando parecía que la Ley Baena era suficiente, llegó un pelotazo desde la defensa que Stuani bajó con la cabeza hacia atrás, hacia Krejci, que la enganchó al aire y con la zurda desde el balcón del área, que batió a Diego Conde y que bastó para poner el empate.