Por Olga Pellicer/ Proceso
La elección en Estados Unidos es el tema de mayor importancia que estará sobre la mesa los próximos días. Los pronósticos sobre quién puede ser el ganador se mantienen muy inciertos.
Las encuestas hablan de un electorado dividido casi exactamente por la mitad, una que votaría por Donald Trump y otra por Kamala Harris. Las elucubraciones sobre los factores que decidirán la votación son muy variadas. Algunos ponen la atención en el voto de la minoría hispana, o de los asiáticos, o bien, de los jóvenes indecisos, o en las inclinaciones distintas de mujeres u hombres. Ninguna de tales aproximaciones conduce a una predicción definitiva.
En los últimos días algunos medios de comunicación como la revista británica The Economist, considera que tendría mayor posibilidad de ganar Trump. Sin embargo, son simples elucubraciones, la única verdad es que la moneda está en el aire. En contrapartida, no hay dudas en el sentido de que cualquiera que sea el lado en que caiga, se avizoran momentos de tensión política en Estados Unidos que repercutirán, inevitablemente, en el resto del mundo.
Los motivos para esa predicción tienen que ver, en primer lugar, con los problemas crecientes de la vida política estadunidense que dejan abierta la puerta a situaciones de inestabilidad que acompañarán el resultado electoral.
La memoria de lo ocurrido en enero de 2021, cuando tuvo lugar el intento de toma del Capitolio, está presente. Hay motivos para pensar que puede repetirse.
En caso de ganar Kamala, numerosos seguidores de Trump desconocerán la validez de la elección. De hecho, han mantenido viva la idea de que en la elección de noviembre de 2020 hubo fraude. La debilidad de sus argumentos no ha impedido que semejantes reclamos inspiren a los seguidores de Trump, muy alentado por el estilo revanchista y vengativo de su líder.
La manera en que se procedería no se ha delineado con claridad. Es posible que opere de distinta manera, por una parte, en Estados republicanos más combativos, como Texas o Florida, por la otra en los estados divididos como Arizona o Pensilvania. Interesa tomar nota de que las predicciones sobre una posible guerra civil en Estados Unidos han estado con frecuencia en el horizonte durante los últimos años.
Contribuye a alimentar tales preocupaciones el hecho que el sistema electoral de Estados Unidos ha sido puesto en duda señalándose su falta de certeza y legitimidad.
El predominio del Colegio Electoral, en detrimento del voto popular, es un fenómeno que se viene agravando por la utilización, por parte de los republicanos, de la posibilidad de rediseñar los distritos electorales de tal manera que en éstos triunfe automáticamente el voto republicano.
“Así, la democracia más famosa del mundo requiere, con urgencia, de un cambio en su sistema electoral. Lograrlo no es fácil en el ambiente de polarización que se ha instalado en nuestro vecino del norte”.
El segundo problema tiene que ver con el hecho mismo del apoyo que otorga la mitad de la población a un personaje que ha cometido delitos comprobados de muy diversa índole; conduce sus mítines utilizando una perspectiva abiertamente racista; populariza insultos y acusaciones claramente falsas y exalta un nacionalismo abiertamente contrario a la pluralidad que forma parte esencial de la ciudadanía estadunidense.
El reciente mitin celebrado en el Madison Square Garden de Nueva York ilustró con enorme claridad tales características. (Ver reseña en NYTimes, 27/10/2024).
Las experiencias durante la presidencia de Trump (2016-2020) dejaron recuerdos amargos por la crueldad hacia migrantes (la separación de hijos de sus padres fue una de las medidas más condenables), el distanciamiento de los aliados internacionales más importantes de Estados Unidos (su relación con los miembros de la OTAN), su poco respeto al conocimiento que pide combatir el grave problema del cambio climático (su preferencia por las energías fósiles es conocida), su indiferencia hacia los organismos multilaterales y sus decisiones (el desconocimiento de los acuerdos sobre el programa nuclear de Irán es un ejemplo).
Visto así, el tema del apoyo a Trump toca fibras muy sensibles relacionadas con los valores que inspiran a la potencia más poderosa del mundo desde el punto de vista militar, económico, dominio de la tecnología e influencia mediante su presencia avasalladora en los medios de comunicación y entretenimiento.
Las circunstancias anteriores dan a las próximas elecciones un carácter excepcional muy distinto a la transferencia pacífica del poder que tuvo lugar a partir del fin de la guerra civil en el siglo XIX.
Cierto que ha habido asesinatos y pugnas internas que no se pueden olvidar. Pero, pese a su gravedad, no cuestionaban el conjunto del sistema político en Estados Unidos de la manera que está ocurriendo ahora.
Sólo un triunfo avasallador de Kamala, no previsto, pero tampoco imposible si salen a votar todos aquellos que no se reflejan en las encuestas, podría cambiar la ecuación y abrir otra salida para la estabilidad postelectoral en Estados Unidos. Lo cierto es que es poco probable que ocurra.
Queda en el tintero una última reflexión sobre el impacto de la crisis electoral de Estados Unidos en México. El país que comparte la frontera más extensa y es el socio comercial más importante de la gran potencia es muy vulnerable a todo lo que ahí sucede.
“Las relaciones al acercarnos al final de 2024 no se encuentran en su mejor momento desde el punto de vista político. Domina un estilo defensivo, poco amigable y receloso por parte de la nueva presidenta mexicana”.
Construir el entendimiento con quien finamente conduzca la presidencia en Estados Unidos es la tarea más difícil que tendrá ante si Claudia Sheinbaum en los primeros meses del próximo año. Lo que resulte en materia de migración, seguridad y comercio marcará el futuro de nuestro país por largos años.
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