El fin de la gran fiebre del oro chino

Autor: Linette LopezVictor Perez Rodriguez

El mayor vínculo entre China y Occidente se está deshilachando.

Durante décadas, Wall Street y las empresas occidentales han perseguido la promesa del creciente consumidor chino. A medida que los hogares chinos se enriquecían, se ganaba dinero vendiéndoles de todo, desde pollo frito hasta ropa de lujo. Empresas occidentales como Starbucks, Apple y Nike se lanzaron a absorber cuota de mercado. Por supuesto, hubo algunos boicots y fracasos, pero la tendencia de los beneficios fue ascendente y positiva. Y mientras el espectacular ascenso del consumidor chino fuera tan inevitable como afirmaba el Partido Comunista Chino, las ganancias se iban a seguir multiplicando. Así era la historia. Todo un evangelio que ahora se está desmoronando.

El antes floreciente consumidor chino languidece. Las empresas occidentales están perdiendo cuota de mercado frente a sus rivales chinos. Acosadas por fuerzas políticas y económicas, las marcas occidentales ya no pueden contar con China para crecer. Eso cambia radicalmente la estimación del riesgo. ¿Por qué invertir tanto en un mercado que te está dejando fuera? Sin la perspectiva de obtener beneficios, las empresas occidentales también están cada vez menos dispuestas a defender a China, a reforzar la idea de que el mercado chino es crucial para el éxito de su futuro. 

Pekín se encuentra cada vez más lejos de Washington, y el peso de la relación entre Estados Unidos y China está pasando de la construcción de lazos económicos mutuamente beneficiosos al equilibrio de intereses antagónicos en materia de seguridad nacional. Sin embargo, en lugar de intentar resucitar al consumidor chino y, por extensión, restablecer lazos económicos críticos con Estados Unidos, a su líder, Xi Jinping, no parece importarle.

“Xi no se levanta todos los días, contempla la economía y entra en pánico”, resume Lee Miller, fundador de la firma de investigación China Beige Book. “Él cree que están haciendo lo que tienen que hacer, y es una medicina dolorosa”.

Lo que China tiene que hacer, en la mente de Xi, es hacerse indestructible e indispensable. Eso significa apoyar a las empresas estatales y a otras empresas nacionales, dándoles una ventaja en el mercado mientras compiten con empresas extranjeras por un trozo del cada vez más pequeño pastel económico chino. Significa convertir al resto del mundo en adicto a los productos chinos, no sólo a los productos manufacturados baratos, sino también a la tecnología avanzada, como los semiconductores, las baterías y la inteligencia artificial, y a las materias primas que componen la cadena de suministro, como el galio y el germanio. Autosuficiencia para mí, pero no para ti

Es una estrategia tan desequilibrada que desafía al resto del mundo a hacer algo al respecto. Y ello no incluye que los chinos se enganchen a los frappuccinos fabricados por una empresa occidental.

En parte, la reconciliación entre China y Occidente nidos se ha basado en la idea de que podemos hacer negocios aunque no compartamos los mismos valores. Occidente se esfuerza por ser una sociedad abierta; China es cada vez más cerrada. Puede que haya enfrentamientos en el Mar de China Meridional, por Taiwán o por los recursos de todo el mundo, pero lo que nos mantiene unidos es el dinero. 

Sin el acceso al consumidor chino, Occidente tienen menos razones para considerar a China como un mercado y más para verla como una amenaza.

Sin demanda

Después de que los confinamientos pandémicos terminaran en 2023, la economía china experimentó lo que en Wall Street se conoce como un “rebote del gato muerto”. Imagina un gato muerto al que se deja caer: es posible que rebote un poco del suelo, pero después de eso, no va a ninguna parte. Del mismo modo, la diezmada economía china se recuperó un poco cuando finalizaron las restricciones sobre el covid en 2023, pero un año después, las perspectivas son sombrías.

El objetivo de Pekín de un crecimiento del PIB del 5% —que en su día se consideraba un objetivo fácil de alcanzar— está ahora abiertamente en entredicho. El endeudamiento del mercado inmobiliario sigue lastrando la economía, y las apuestas del Gobierno por impulsar las exportaciones no parecen dar sus frutos. La deflación prolongada erosiona el valor de la moneda china y, en última instancia, significa que tiene que vender más exportaciones para ganar la misma cantidad de dinero. El desempleo entre los jóvenes chinos de 16 a 24 años se disparó al 17,1% en julio, obligando a una nueva clase de graduados (a menudo) sobreeducados a competir por empleos mal pagados. Se les llama “chicos de la cola podrida”. Muy cruel.

En anteriores recesiones, el Partido Comunista Chino reaccionó inyectando dinero: gastando en infraestructuras, vivienda y manteniendo el empleo. Esto mantuvo los engranajes girando, pero cada vuelta dejaba al país con un creciente volumen de deuda. 

Sólo hay una forma de salir de una situación como ésta, y es un doloroso periodo de amortización de la deuda que puede aniquilar la demanda en toda economía. Xi ha decidido dejar de inyectar dinero sin hacer nada para ayudar a los hogares chinos medios mientras la economía se contrae. Xi pidió a los miembros del partido en julio que mostraran una “fe inquebrantable” en su gran estrategia económica, pero les ha pagado con polvo. A principios de este mes, en una inusual discrepancia con la política de Xi, el ex director del Banco Popular de China, Yi Gang, afirmó que el Gobierno debería emprender algún tipo de estímulo para alcanzar sus ya suavizados objetivos de crecimiento. 

La actual inflación de la economía, como señaló Michael Pettis, investigador del Carnegie Endowment, está impulsada por el aumento de los precios de los alimentos debido a la escasez, lo que no es señal de que las cosas vayan a cambiar.

El dinero que los consumidores chinos aún pueden gastar va a parar cada vez más a empresas que crecieron en su país de origen.

Las empresas occidentales han sentido este desgaste. A principios de año, las ventas del iPhone de Apple en China cayeron un 24%, y desde entonces no han dejado de bajar. Starbucks, que tiene más de 7.300 tiendas en China, experimentó una caída del 14% en las ventas comparables (ingresos generados por un establecimiento minorista en relación con su rendimiento en el pasado) en el segundo trimestre. Los problemas de Nike en China han contribuido a su desplome bursátil de casi el 30% en lo que va de año. 

Las empresas automovilísticas extranjeras también están siendo aplastadas. Tesla, sí, incluso Tesla, vio cómo su cuota en el mercado chino de vehículos eléctricos descendía del 9% al 6,5% en los siete primeros meses del año. Elon Musk, CEO de Tesla, ha reaccionado así: “Creerse las noticias es una tontería. Nuestra fábrica de Shanghái funciona al máximo de su capacidad”. 

En una reciente encuesta realizada entre los miembros del Consejo Empresarial Estados Unidos-China, el crecimiento económico de China se situó como la segunda mayor preocupación de las empresas estadounidenses sobre el país, una “limitación real que era impensable hace tan solo unos años”. El consejo señaló que una cuarta parte de sus miembros citó “la insuficiencia de la demanda o el exceso de capacidad como la limitación nº 1 para la rentabilidad este año”.

El dinero que los consumidores chinos todavía son capaces de gastar va a parar cada vez más a empresas que crecieron en su país de origen. Los fabricantes chinos de móviles se están comiendo a Apple: las ventas de smartphones de Huawei aumentaron un 70% en los tres primeros meses del año. Starbucks abrió su primera tienda en China en 1999 y solía considerarse un símbolo de estatus, pero ahora tiene una competencia más dura de marcas chinas como Luckin y Cotti Coffee. No es casualidad; forma parte del plan de Xi de librar a China de la dependencia e influencia extranjeras

En la encuesta del US-China Business Council, el 80% de los encuestados afirmó que “las políticas industriales de China están fortaleciendo a empresas que antes no eran competitivas”, y la competencia de los rivales chinos se situó como la tercera mayor preocupación a la hora de hacer negocios allí. Sí, las empresas occidentales siguen ganando dinero en China. Pero cada vez es más incómodo, y las perspectivas no son buenas.

Hay que tener amigos (en Washington)

Las empresas financieras más prestigiosas de Estados Unidos seguirán diciendo públicamente que esperan seguir invirtiendo en China, a pesar de que el negocio de la banca de inversión en el país, como dijo recientemente Jamie Dimon, CEO de JPMorgan, “ha caído por un precipicio”. Sin embargo, a puerta cerrada, los poderosos de Wall Street entonan una melodía muy distinta. No se trata sólo de la presión de la economía, sino también del clima político. Es difícil hacer negocios en un país en el que siguen desapareciendo datos y personas

El cambio de actitud de Wall Street se refleja en el flujo de dinero hacia China: la inversión extranjera directa se encuentra en su nivel más bajo de los últimos 30 años y, desde junio hasta principios de agosto, los inversores han retirado 12.000 millones de dólares del mercado bursátil chino. Esto podría convertir 2024 en el primer año de salidas de capital de China. Pero no lo sabremos con certeza porque, dado el desplome de la renta variable, China decidió el mes pasado dejar de publicar datos que muestren los flujos netos de inversión de fondos extranjeros en acciones del país.

El declive de los vínculos entre China y Wall Street es especialmente importante, no porque crea que los habitantes de Shanghái y Pekín echarán de menos beber Moutai con los banqueros de Goldman Sachs, sino porque Wall Street ha sido un poderoso aliado en Washington. Organizan reuniones entre los distintos actores y hablan de los beneficios de la relación transpacífica. Hace tiempo, Ray Dalio, el fundador de Bridgewater Associates, el mayor hedge fund del mundo, hablaba a todo el mundo —políticos mundiales, inversores, cualquiera que leyera uno de sus muchos libros o posts en su blog— del brillante futuro de China. Ahora le dice a todo el mundo que está minimizando su exposición al país y que no habrá un “bonito desapalancamiento” para China. Esto es lo último que Pekín necesita que se filtre en las mentes de los responsables políticos estadounidenses. 

Un antiguo funcionario del Departamento de Estado para Asia Oriental me contó que China está enviando delegaciones del Partido Comunista Chino a Washington como locos, pero nadie quiere reunirse con ellos. Sin aliados, Washington es un lugar solitario (u hostil) para los dirigentes extranjeros, sobre todo cuando éstos han elaborado una estrategia económica que puede perjudicar a la economía estadounidense.

“Nos dirigimos hacia otra guerra comercial independientemente de quién sea el presidente”, resume Miller. “El modelo económico que quiere Xi no es compatible con el resto del mundo. La mentalidad consiste en mirarlo desde una perspectiva de seguridad nacional más que desde una perspectiva económica”.

Sin embargo, existen diferencias entre lo que significaría para esa guerra comercial una presidenta Kamala Harris y un presidente Donald Trump. El bando de Harris aplicaría una estrategia más gradual, dirigida a proteger las industrias vinculadas a la tecnología y la seguridad nacional, y más de acuerdo con aliados occidentales, un grupo al que el Partido Comunista de China ha empezado a llamar peyorativamente “Estados Unidos-Occidente”. Es un intento de retratar a Estados Unidos arrastrando a sus aliados junto con sus políticas comerciales pataleando y gritando. 

Trump crearía más caos y desunión entre Estados Unidos y sus aliados, lo que beneficiaría a Pekín en la guerra comercial. Sin embargo, es probable que se rodee de asesores sobre China que sean mucho más agresivos y tengan una variedad más amplia de opiniones sobre cómo atacar la economía china: una estrategia al estilo de un elefante en una cacharrería, por así decirlo. Para Pekín, el problema es que este grupo díscolo será más propenso a tropezar con su línea roja: Taiwán, y Trump carece de la capacidad de atención y el temperamento para detenerlos. 

El Partido Comunista de China tiene un plan para hacer frente a una guerra comercial, un conflicto armado por Taiwán es mucho más preocupante para ellos y para todo el planeta.

Situar la seguridad nacional, y no la cooperación económica, como eje de la relación entre Estados Unidos y China la sitúa en un espacio en el que las dos grandes potencias económicas son antagónicas.

Dejando a un lado la Casa Blanca, Pekín tiene ante sí un punto ciego. El antiguo funcionario del Departamento de Estado me dijo que los dirigentes del Partido Comunista Chino no entienden del todo el poder que tiene el Congreso de Estados Unidos. Y ahora el Congreso estadounidense se ha vuelto abiertamente antichino. 

Ni siquiera los republicanos del Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes, antes dispuestos a dejar que Wall Street invirtiera libremente en la economía china, se ponen de acuerdo sobre el grado de dureza de las limitaciones a la inversión allí. Algunos quieren ir con pies de plomo; otros quieren ir con más fuerza. El comité bipartidista de la Cámara de Representantes sobre China no tiene ningún problema en lanzar advertencias a algunos de sus últimos aliados corporativos, las empresas de semiconductores. 

Los propios intentos de China de desarrollar una cadena de suministro de chips nacional siguen estando por detrás del nivel más avanzado, por lo que necesita a empresas estadounidenses como Broadcom y Nvidia. Esas empresas, a su vez, adoran los miles de millones que ganan en China. Pero en una serie de tuits, el mencionado comité instó a la Administración de Biden a ignorar a los lobbies de semiconductores que trabajan en Washington.

Lo que necesitas saber para estar informado

Lo que necesitas saber para estar informado

¿Te gusta lo que lees? Comienza tu día sabiendo qué piensan y qué les preocupa a los ejecutivos de las principales empresas del mundo con una selección de historias enviada por Business Insider España a primera hora cada mañana.

Recibe la newsletter

“Instamos a la Administración Biden a mantener los fuertes controles de exportación puestos en marcha en octubre de 2022”, señaló. “Debilitar estas medidas plantearía serias preocupaciones sobre la salvaguardia del liderazgo tecnológico de Estados Unidos y nuestra seguridad nacional”.

“Si estos CEOs [de semiconductores] creen que la actual política de control de exportaciones de Estados Unidos es mala para la economía estadounidense y nuestra seguridad nacional, entonces deben exponer ese caso públicamente, tal vez ante un comité del Congreso.”

Miller explica que la disociación tecnológica entre Estados Unidos y China ya no es un problema para el propio Congreso, sino un objetivo. “Gran parte de todo esto consiste en hablar con empresas estadounidenses que tienen una gran participación en China y que dicen: ‘No podéis hacernos esto'”, explica. “Pues bien, ¿adivinas qué? Existen compensaciones. Ahora mismo, no estamos pagando un precio suficientemente alto por la política adecuada”.

El precio de este cambio no puede cuantificarse en beneficios empresariales. No puede cuantificarse en dólares. Cordell Hull, Secretario de Estado estadounidense de 1933 a 1944 y Premio Nobel de la Paz, dijo en una ocasión: “El comercio sin trabas encaja con la paz; los aranceles elevados, las barreras comerciales y la competencia desleal, con la guerra”. 

Situar la seguridad nacional, en lugar de la cooperación económica, en el centro de la relación entre Estados Unidos y China la centra en un espacio en el que las dos grandes potencias económicas son antagónicas. Da a las empresas, ya sometidas a presiones financieras por el declive de la economía china, aún menos motivos para actuar como interlocutores que fomenten la estabilidad entre Washington y Pekín. Nos hace vivir en un mundo más precario.

Conoce cómo trabajamos en BusinessInsider.

Etiquetas: Guerra Comercial, Trending, Wall Street, China, Geopolítica, Estados Unidos, iPhone, Apple

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar también

¿Quieres hablar con nosotros en cabina?

Nuestros Horarios en el Estudio:

9am a 11am | 12m a 1pm | 4 a 5 pm | 5 a 6pm

horario del pacifico