La campaña para las elecciones presidenciales de Estados Unidos que se acaban de celebrar ha tenido un protagonista imprevisto: los podcasts conversacionales. La aparición de los dos candidatos en algunos de los programas más populares del país ha supuesto un antes y un después en la comunicación política y plantea todo tipo de preguntas. Sobre estrategias, sobre beneficios y sobre cuántas futuras campañas electorales (tanto estadounidenses como alrededor del mundo) convertirán a este formato en uno de los principales ejes de su comunicación.
Mientras cocinamos o preparamos el desayuno, mientras nos dirigimos al trabajo o hacemos labores de la casa o sencillamente damos un paseo, los podcasts han pasado a acompañar, como un narrador omnisciente, muchos de nuestros movimientos cotidianos.
Desde consejos de autoayuda y orientación profesional, pasando por crímenes reales y recomendaciones culturales, hasta cotilleos de famosos y entrevistas informales, estos contenidos en audio se han entretejido en el lienzo de la vida diaria, especialmente en los momentos de menor reserva y mayor intimidad. En los momentos en los que se está con la guardia baja. Unas circunstancias que los asesores de comunicación política han sabido interpretar. Y usar en su favor.
La aparición de políticos en podcasts, por lo general de temática no política, ha sido una estrategia que ha estado ganando fuerza en los últimos años en Occidente. Pedro Sánchez en La pija y la quinqui y Alberto Núñez Feijóo en Worldcast. Emmanuel Macron en Génération Do It Yourself y Olaf Scholz en Hotel Matze. Joe Biden en Pod Save America y Najib Bukele en En cortinas con Luisito y Berth. Pero se trataba más de un acercamiento tímido. De una intervención aislada para estar al día, a la moda de los tiempos.
Una actitud que nada tiene que ver con la que hemos visto estos meses de campaña en Donald Trump y Kamala Harris, que han entendido las claves de la comunicación política moderna: una mayor intimidad, un mayor alcance y una mayor comodidad.
Una cuestión de intimidad
“All right, we’re rolling”. Estas son las primeras palabras que pronunció Joe Rogan, cómico y comentarista de artes marciales, para dar comienzo a su conversación de tres horas con el recién reelegido presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Una conversación en el podcast más escuchado del mundo, que en los primeros dos días ya contaba con más de 30 millones de visualizaciones en YouTube. Una cifra a la que hay que añadir las reproducciones en Spotify, Apple Podcasts, el resto de plataformas de audio. Se hacen una idea del alcance.
La participación de Donald Trump en The Joe Rogan Experience no ha sido un evento aislado, sino la culminación de un tour que comenzó en junio de 2024 en el podcast Impaulsive, presentado por el youtuber y luchador profesional Logan Paul, y que le ha llevado a catorce programas, ninguno de ellos de un medio tradicional.
Kamala Harris, que sí ha concedido entrevistas a CNN, 60 Minutes o MSNBC, también ha convertido sus apariciones en varios podcasts en uno de los puntos fuertes de su campaña presidencial, siendo una de sus entrevistas más comentadas la que hizo con Alex Cooper en el podcast Call her daddy, el programa más escuchado entre mujeres menores de 35 años y cuyo eje son las conversaciones en torno al sexo y las relaciones sentimentales.
Estas conversaciones son una ventana emocional a la vida privada del invitado, con detalles, anécdotas y momentos de comprensión y empatía
“Involucrarse con podcasters, comediantes e influencers permite a la gente ver ese lado humano del presidente Trump que los principales medios deliberadamente no cubrirán”, dijo Alex Bruesewitz, asesor de campaña del equipo de Trump, a Forbes. Y esta es precisamente una de las claves de la estrategia de comunicación seguida por ambos candidatos: la intimidad.
Frente a los formatos tradicionales de entrevista que pueden parecer rígidos, sobre todo las que tienen que ver con la política presidencial, las conversaciones sin aparente guion, que se presentan como un fluir libre de pensamiento, permiten entrever momentos de humanidad reservados, hasta ese instante, a la vida privada del candidato. Estas conversaciones son una ventana emocional, un acceso (encapsulado por la familiaridad de los cascos) a la vida privada del invitado, con detalles, anécdotas e incluso inusuales chispazos de comprensión y empatía.
Uno de estos momentos lo protagonizó Trump en su aparición en el programa del comediante Theo Von, This Past Weekend, uno de los podcasts más populares del país. En él, el entonces expresidente escucha con auténtico interés cómo Von, antiguo adicto, habla del consumo de cocaína y la influencia que tiene el alcohol. Vemos a un Trump que se interesa y repregunta varias veces. En otro momento de la conversación Von le comenta: “me he dado cuenta de que en los eventos no bebe ni fuma, ¿verdad?”, a lo que Trump responde: “no bebo ni fumo.”; Von entonces repregunta: “¿nunca lo ha hecho?”, y Trump le confirma que “no, nunca”, y cita la lucha de su hermano mayor Fred con el alcoholismo como razón para no haberlo hecho.
Otro ejemplo es el de Harris en All the smoke, cuando los presentadores empiezan preguntándole por la cita a ciegas en la que conoció a su marido y cuenta como fue su mejor amiga quien la organizó. O el momento en Call her daddy, en el que habla de la mirada de orgullo que le echó su madre enferma desde la cama del hospital cuando se presentaba a Fiscal General de California. Como escribió en X Josef Adalian, redactor de Vulture, después de la entrevista de Harris en Call her daddy: “He aprendido mucho más sobre ella en 45 minutos que en cualquiera de las entrevistas que ha concedido a los principales medios”.
El desarme emocional de Trump en el podcast de Von o las preguntas de Cooper sobre la madre de Harris reflejan por qué los podcasts conversacionales han llegado a rivalizar con los medios tradicionales. En los podcasts se produce una extraña alquimia: el político y el presentador pasan de ser unos extraños a los que se ha sentado frente a un micrófono a convertirse en viejos conocidos, que mantienen una conversación amigable en la que el oyente es un confidente más.
Una cuestión de alcance
La aparición de Trump en el podcast de Joe Rogan no estuvo exenta de incidencias. Entre ellas, el rodeo que dio para visitar a Rogan en Austin (Texas) y que provocó que se presentara con casi tres horas de retraso a un mitin en Michigan, un estado crucial en el que ambos candidatos han hecho una intensa campaña por tratarse de un territorio “indeciso”. Sin embargo, si tan decisivo era, ¿por qué anteponer la entrevista al mitin? ¿Por qué arriesgarse a que pasase lo que pasó? Tal vez, porque el alcance de lo que estaba grabando era mayor. Tal vez, porque llegaba específicamente a los votantes a los que quería llegar. Y, tal vez, porque se trataba de un medio más significativo, más importante: teniendo en cuenta la victoria republicana obtenida en este estado, el cálculo no estuvo completamente desatinado.
Las apariciones de ambos políticos han tenido el objetivo de alcanzar a segmentos de la población específicos
Como le dijo al informático Lex Fridman en su podcast homónimo, “desde un punto de vista político, tienes que averiguar qué está haciendo la gente, qué está viendo, y tienes que subirte”. Harris apuntó a una razón similar en Call her daddy, cuando Cooper le preguntó por su decisión de ir al programa. “Una de las mejores formas de comunicarse con la gente es ser realista y hablar de las cosas que realmente le importan a la gente”. También añadió que “este es un momento en el país y en la vida en el que la gente realmente quiere saberse vista y escuchada, y que forma parte de una comunidad, que no está ahí fuera sola”.
Por eso, las apariciones de ambos políticos han tenido el objetivo de alcanzar a segmentos de la población específicos. Trump ha visitado programas con una audiencia predominantemente masculina, lo que le ha permitido comunicarse directamente con un público joven, online, y predispuesto a apoyarle, pero menos propenso a votar. En estas conversaciones, Trump trataba sus puntos habituales como la inmigración o la economía, o sus recientes juicios, pero también hacía incursiones en el golf, peleas profesionales y MMA, o la vida en Marte. Rogan, por ejemplo, también habló con Trump sobre su negativa a reconocer los resultados de las elecciones de 2020, y le permitió que se explayase con las razones por las que creía haber sido “robado”.
Harris, por su lado, ha preferido programas con audiencias compuestas principalmente por mujeres, jóvenes adultos y hombres negros. En Call her daddy habló del aborto y su intención de legalizarlo y en Unlocking Us, el programa de Brené Brown que se centra en la vulnerabilidad humana, de la fragilidad de la democracia. En el podcast All The Smoke, presentado por las ex estrellas de la NBA Matt Barnes y Stephen Jackson, habló de la marihuana y afirmó que la gente no debería ir a la cárcel por poseer esta droga. En el programa The Breakfast Club se centró en gran medida en “cumplir con los hombres negros” a través de la sanidad y la educación, y también abordó la despenalización de la marihuana porque sabía que ciertas leyes afectaban desproporcionadamente a determinados segmentos de la población. En concreto, a hombres negros.
Después de esta afirmación hubiese sido razonable que el presentador preguntara a Harris por las razones y los culpables de este supuesto abuso legal. Pero en vez de entrar a fondo en la cuestión, pasó a preguntar cuáles serían los pasos de la candidata para legalizar la marihuana y qué había hecho la administración Biden al respecto.
Una cuestión de comodidad y conveniencia
Esta anécdota señala otra de las claves que explican por qué los políticos se están volviendo hacia los podcasts para su estrategia de comunicación: en comparación con las entrevistas tradicionales, estas conversaciones suelen ser más “amigables”, menos comprometedoras y más fáciles de llevar.
Cooper, presentadora de Call her daddy, fue criticada después de su entrevista a Harris por no preguntar sobre Gaza, las futuras relaciones con Israel, la hidrofracturación y una retahíla de otras cuestiones políticas. Varios de los presentadores que han entrevistado a Trump también han sido criticados por, en vez de cuestionar sus afirmaciones, reírse y asentir.
Entre las cabeceras que no han conseguido entrevistar ni a Harris ni a Trump se encuentran The New York Times, The New Yorker, The Wall Street Journal y The Washington Post
Frente estos reproches, Bryan Curtis, redactor jefe y podcaster de la web de deportes The Ringer, dijo a Erik Wemple en una entrevista para The Washington Post que “es difícil para los periodistas procesar que los presentadores de podcast piensan en las entrevistas de manera muy diferente a ellos. (…) La mayoría de los podcasters con los que hablan no tienen una agenda. Solo quieren hablar con ella de cosas que les interesan”.
Siendo sinceros, los oyentes habituales de los podcasts en los que han participado los candidatos probablemente no acuden a ellos esperando una incursión técnica y específica en los problemas económicos, fiscales o sociales que agitan los candidatos como un banderín. Como dijo Cooper en la introducción a su entrevista con Harris después de las críticas recibidas, ella no era la persona más adecuada para tener una conversación sobre la hidrofracturación. Una afirmación que resulta razonable. Uno esperaría encontrarse estas preguntas con sus correspondientes respuestas, no en un podcast especializado en relaciones amorosas, sino en los medios de comunicación, en la prensa. Sin embargo, haciendo un repaso de sus apariciones mediáticas, entre las cabeceras que no han conseguido entrevistar ni a Harris ni a Trump durante esta campaña se encuentran NPR, The New York Times, The New Yorker, The Wall Street Journal, PBS y The Washington Post, entre otros.
Humanidad, pero con respuestas
Humanizar a los candidatos presidenciales, así como a los políticos en general, es un objetivo encomiable. Sin embargo, la predominancia de sus visitas a podcasts conversacionales, con todo el tiempo del mundo para decir lo que quieren sin ser, en muchas ocasiones, cuestionados, presenta un problema cada vez mayor con respecto a los temas tratados (o la ausencia de ellos), los mensajes transmitidos y a la veracidad de estos.
Podría decirse que los candidatos acuden a los podcasts conversacionales para mostrar su personalidad y a los medios tradicionales para mostrar su capacidad, pero¿qué sucede cuando solo se muestra personalidad y casi nada de capacidad? ¿Qué sucede cuando los políticos y candidatos solo acuden a programas donde las preguntas son amables y la conversación fluida, y evitan las entrevistas donde se les pone entre la espada y la pared, donde se les hacen las preguntas difíciles e incómodas?
Si los políticos no se prestan a las entrevistas que ponen a prueba la solidez de sus propuestas y argumentos, no queda muy claro qué se puede esperar de ellos cuando lleguen a desempeñar un cargo.
En este sentido, los podcasts conversacionales pueden ser un buen apoyo para definir al candidato y muy probablemente se van a convertir en un elemento fundamental para las estrategias de comunicación política, pero no deberían ser la única pata sobre la que establecer una campaña electoral.
El electorado merece más. La democracia necesita más.