No habían llegado ni al kilómetro 3 y Yomif Kejelcha no se lo podía creer. El etíope miró a derecha e izquierda y era todo incredulidad. Las liebres, las dos liebres que había puesto la organización para intentar batir el récord del mundo de medio maratón (57m 31s del ugandés Jacob Kiplimo), se habían derrumbado estrepitosamente. No aguantaron ni nueve minutos de carrera. Así que no había más que dos opciones: dejar escapar la oportunidad o dar un paso al frente. Y Kejelcha, fuego en las piernas, se puso a la cabeza del grupo y comenzó a tirar. A veces aflojaba un poco para ver si algún compañero le daba un relevo, pero al comprobar que nadie quería colaborar y que corría el riesgo de alejarse del ritmo idóneo, volvía a acelerar. Su atrevimiento, impulsado por un estado de forma insultante, le llevó a batir el récord del mundo por un segundo (57m 30s). Tuvo que apretar hasta el último metro.
El medio maratón de Valencia ya atesora los dos récords del mundo. La etíope Letesenbet Gidey logró el femenino en 2021, en una mañana soleada y apoteósica en la que se impuso con una marca de 1h 02m 52s, y Kejelcha ha logrado el masculino este domingo después de una exhibición portentosa, un monólogo de 18 kilómetros, en una matinal lluviosa y gris. El versátil atleta etíope, que tiene el récord del mundo de la milla, realizó un ataque seco cuando entraban en una curva en el kilómetro 15. Porque el medio maratón se pareció mucho a una carrera de Fórmula 1 por culpa de la lluvia.
Los atletas tuvieron que decidir en el calentamiento si jugársela con las zapatillas más modernas y más reactivas, pero con una suela más deslizante, u optar por un modelo menos veloz pero más estable. Irene Sánchez-Escribano, la toledana que se envalentonó en París, después de mejorar su marca personal dos veces en los 3.000m obstáculos, y que decidió debutar en el medio maratón, acabó resbalándose y cayendo al suelo por una mala decisión cuando había cazado a Laura Luengo y a Kaoutar Boulaid y las tres iban lanzadas hacia el récord de España en el kilómetro 18. Se lo llevó Boulaid (1h 8m 47s), una atleta marroquí que acaba de nacionalizarse española y que le arrebata la plusmarca a Luengo (tenía 1h 9m 41s), que entró segunda a tres segundos, por delante de Sánchez-Escribano, que se rehizo de la caída y cerró su debut en 1h 9m 10s.
Kejelcha, 27 años, un atleta de 1,87m que se encorva dentro de su plumífero, explica que tenía que abrirse en las curvas para no resbalarse, pero que estaba convencido de que podía bajar de los 58 minutos y que no perdió la fe en ningún momento. A dos minutos y 43 segundos cada kilómetro. Su paso por el 5 (13m 38s) y por el 10 (27m 12s) afianzaron su convencimiento de que este año, al contrario que el pasado, cuando lo dejó escapar por estar Kiwibott Kandie y él vigilándose, iba a ser el bueno. Su año, con mejor marca en 5.000m, 10.000m y medio maratón, ha sido fantástico. Ya en la rueda de prensa, seco y caliente, meditaba sobre su demostración de poderío para llegar a una conclusión: “¿Por qué no correr el año que viene en 56 minutos?”.
A su lado, piernas largas y cuello largo —la ‘jirafa’, le llama su representante—, también uñas largas de color blanco y verde, Agnes Ngetich se reafirmaba en su decisión de afrontar un ritmo suicida —pasó por el kilómetro 10 en 29m 18s, una marca que solo han superado otras tres mujeres en la historia, ella incluida, en una carrera exclusivamente de 10 kilómetros— que pagó más tarde, en el último cuarto de la carrera, cuando acabó desinflándose para dejar escapar un récord mundial que tenía a su alcance. La keniana, una mujer que sacó adelante a su familia, a su madre y a sus siete hermanos, trabajando muy duro en una granja después de que su padre muriera cuando ella tenía 10 años, se tuvo que conformar con la segunda mejor marca mundial de todos los tiempos (1h 3m 2s) en una carrera excepcional en la que también se lograron la tercera (Fotyen Tesfai) y la cuarta (Lilian Kasait).
Thierry Ndikumwenayo se quedó a tres segundos del récord de España de Carlos Mayo (59m 39s hace un año en Valencia). Su ambición de ir a por el récord de Europa hizo que se quedara sin premio. Todo lo contrario que Kaoutar Boulaid, una mujer que se escapó de la selección de Marruecos en 2010 y se estableció en Cantabria. Primero en Torrelavega, donde vivía de cuidar a ancianos, y ahora en El Astillero, a ocho kilómetros de Santander, donde corre sin un entrenador, como la nueva plusmarquista mundial de maratón, Ruth Chepngetich. Esta fondista compitió por Marruecos en los Juegos de Río y después se pasó cinco años en blanco por una fascitis plantar a la que no le encontraba solución. Se operó dos veces en Madrid y al final se recuperó en 2021. Ahora quiere regresar a Valencia el 1 de diciembre para correr el maratón. Antes volverá a Imouzzer Kandar, a su pueblo, en la cordillera del Atlas, para prepararse a 1.800 metros de altitud. Algunos días corre 25 kilómetros para llegar hasta Ifrane, a 25 kilómetros, donde está la pista de atletismo. “Me da miedo correr en mi pueblo porque hay perros y es peligroso ir sola, por eso me gusta irme a Ifrane o que me acompañe alguien”.