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El día que la Fórmula Uno corrió en el parque Sarmiento | Opinión | La Voz del Interior

Autor: Eduardo Montibello

Hace más de seis décadas, Córdoba vivió un hecho deportivo de repercusión mundial, del que pocos hablan: en plena capital provincial, a pocas cuadras del centro histórico, se corrió una competencia de Fórmula Uno con los mejores pilotos del momento.

El circuito había sido diseñado en el parque Sarmiento y calles aledañas. Cuando ingresaban a la recta conocida como “avenida del Dante”, los pilotos aceleraban a fondo y alcanzaban velocidades cercanas a los 200 kilómetros por hora. Ante el paso de las máquinas, las exclamaciones de la multitud se confundían con el rugido de los motores.

Poco antes de llegar a la llamada “rotonda del mástil”, los bólidos reducían la velocidad, ya que por el trazado del circuito debían girar a la derecha, pasar frente a lo que era el Jardín Zoológico, para enseguida llegar a la zigzagueante y engañosa pendiente Paraná, denominada por entonces “el mixto”, que exigía pericia y habilidad para recorrerla sin problemas.

La pasión de Fangio

Ya había sucedido una situación complicada en ese sector y fue protagonizada por Juan Manuel Fangio. Ocurrió durante una vuelta de exhibición, dos días antes de la competencia, cuando el gran corredor argentino iba a bordo de una Maserati 250 que, por coincidencia, era la misma que había conducido en Nürburgring (Alemania), cuando conquistó su quinto campeonato mundial.

Fangio comenzó a descender y en una de las curvas sucedió lo inexplicable: perdió el control de la máquina que tan bien conocía, golpeó contra el muro de piedra y por poco no cayó al fondo del barranco donde se hallaba la vieja cancha de patinaje.

Según explicaron algunos expertos, el problema se produjo porque tenía muy poco combustible en el tanque, lo que varió el peso del auto y provocó el despiste.

Sin embargo, la pasión de Fangio por los coches y la velocidad no tenía limites, así que el día anterior a la competencia giró en un Porsche de Masten Gregory y bajó en dos segundos el tiempo que había logrado ese corredor estadounidense.

El domingo 14 de febrero, recorrió el circuito en un Jeep IKA saludando a los aficionados en compañía del gobernador Arturo Zanichelli y del intendente de la capital provincial, Gilberto Molina.

Un evento inolvidable

El evento fue posible gracias a las gestiones de importantes personas del automovilismo; a los apoyos del Automóvil Club Argentino, del Club Atlético Carlos Paz y del gobernador Arturo Zanichelli, que aportó 50 mil pesos de entonces, y al asesoramiento de Juan Manuel Fangio, que fue decisivo.

Aun cuando tuvo lugar en la ciudad de Córdoba, la carrera se denominó “Gran Premio Ciudad de Buenos Aires”.

Para que la prueba se realizara en Córdoba y no en Mar del Plata (ciudad que había solicitado ser la sede), los miembros de la Comisión Deportiva tuvieron en cuenta las competencias automovílisticas de importancia nacional e internacional que se habían concretado en Córdoba. Además, muchos pilotos de la provincia contaban con trayectorias sobresalientes.

Todo el mundo hablaba de la competencia; en cada hogar, en cada bar o club el tema era el mismo: la carrera de Fórmula Uno que por primera vez se realizaba en Córdoba, y nada menos que en el parque Sarmiento, tradicional espacio visitado por familias, equipos deportivos, grupos escolares, turistas y todo tipo de personas que buscaban un momento de distracción y esparcimiento.

Los medios de comunicación informaban sobre las características de los pilotos y las posibilidades de cada uno de ellos para triunfar, y se explayaban sobre las particularidades técnicas de las escuderías.

Las favoritas eran Maserati y Lotus, mientras que los Cooper-Climax y la BRM figuraban en los análisis de los especialistas en segundo plano.

En ese momento, trascendió que los organizadores realizaron gestiones para que el gobierno argentino, del entonces presidente Arturo Frondizi, interviniera para que la casa de Maranello enviara una Ferrari, con el propósito de que la condujera el ídolo cordobés Oscar Cabalén. Pero las autoridades no se mostraron interesadas en la propuesta, y la afamada marca italiana –siempre de gran atractivo en una competencia de Fórmula Uno– no participó.

Los pilotos argentinos no tuvieron suerte: Carlos Menditeguy consiguió clasificar, pero al día siguiente, durante la carrera, se mantuvo varias vueltas en el tercer puesto, hasta que se vio obligado a abandonar por problemas mecánicos.

Oscar Cabalén, con una Maserati, decidió no participar por el bajo rendimiento de su máquina, y lo mismo sucedió con Froilán González, otro gran piloto, al comprobar que su Corvette no reunía las condiciones mínimas para competir.

Así las cosas, la carrera se vio opacada por el bajo número de competidores, ya que de los 25 pilotos que llegarían de Buenos Aires sólo arribaron 15, largaron 11, y de ellos sólo cinco consiguieron completar las 75 vueltas. Pero esa situación desafortunada no consiguió disminuir el entusiasmo que había despertado la competencia y una multitud concurrió al evento.

Padre e hijo, entre la multitud

Como muchos cordobeses, el sábado a la mañana salimos temprano con mi padre rumbo al parque Sarmiento para conseguir un buen lugar desde donde observar las pruebas clasificatorias.

Cuando llegamos, nos dimos cuenta de que encontrar un espacio adecuado sería complicado, ya que una masa de gente desbordaba las instalaciones que el gobierno había construido al final de la recta, y miles de personas se desplazaban por todo el parque Sarmiento con el mismo objetivo que nosotros.

La seguridad del circuito era precaria y el excesivo entusiasmo de la concurrencia hacía temer que se produjeran invasiones de pista que pondrían en riesgo al público y a los competidores, dado que los accidentes en los circuitos callejeros suelen tener consecuencias imprevisibles. Felizmente, no sucedió nada grave.

Después de mucho caminar, conseguimos una buena ubicación sobre la avenida, a unos 100 metros del monumento a Dante Alighieri, a quien en lo alto de su pedestal, con su túnica blanca y sumido en sus reflexiones, poco parecían importarle aquellos bólidos.

No esperamos mucho hasta que los autos comenzaron a recorrer el circuito. Recuerdo claramente la dificultad que tenían los pilotos para dominar las máquinas, con las vibraciones y los deslizamientos que estas sufrían, pues aunque se habían realizado obras de repavimentación, las calles no reunían las condiciones para una competencia en la que participaban los automóviles más avanzados y poderosos del momento.

A ese problema se sumaba el calor, ya que ese día la temperatura había llegado casi a 40°, y 50° de sensación térmica.

La pole position fue para el australiano Jack Brabham, quien corrió con una Cooper-Climax y superó a las favoritas de Maserati. El segundo lugar fue para el francés Maurice Trintignant; y el tercero, para el sueco Joakim Bonnier.

Cuando los autos regresaron a los boxes, tratamos de acercarnos a ver esas hermosas máquinas y a saludar a algún piloto, pero fue imposible por la cantidad de personas que se habían reunido allí antes que nosotros.

Velocidad en la memoria

Al volver a casa, pasé toda la cena contándole a mi madre lo que habíamos visto, y esa noche me fue difícil conciliar el sueño: las imágenes de aquellos bólidos que pasaban frente a mí no me abandonaban y yo esperaba ansioso el día siguiente, el de la competencia real.

El domingo, los medios de comunicación anunciaban que la cantidad de personas podía ser mayor que el día anterior. Así, después de almorzar, volvimos con mi padre al parque. El horario de largada era a las 5 de la tarde.

La temperatura continuaba siendo alta. El lugar que elegimos fue la esquina de Poeta Lugones y Paraná: desde allí podríamos observar cuando los autos terminaban de descender “el mixto” y tomar la curva cerrada para continuar por Poeta Lugones.

Después de 75 vueltas, el primer lugar fue para el francés Trintignant, quien logró imponerse con un Cooper-Climax, después de una dura lucha con el norteamericano Dan Gurney, quien llegó segundo con un BRM T25. Por su parte, el tercer lugar fue para el italiano Gino Munaron, quien corrió con una Maserati 250 y quedó cinco vueltas atrás.

Vista en perspectiva, la competencia de Fórmula Uno que se realizó aquel lejano 14 de febrero de 1960 fue uno de los acontecimientos más importantes de la historia deportiva de Córdoba, y la visión de las máquinas que pasaban velozmente frente a mí permanecerá en mi memoria para siempre.

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