El 27 de marzo, Perú se une al mundo para celebrar el día del teatro, una fecha que rinde homenaje a una de las expresiones artísticas más antiguas y vibrantes del país.
Desde las tablas coloniales hasta los modernos escenarios limeños, el teatro peruano ha sido testigo de revoluciones culturales, crisis y renacimientos.
Hoy, mientras los actores reciben ovaciones, también enfrentan desafíos: falta de financiamiento, salas en riesgo y una audiencia que lucha por reconectarse con las artes escénicas.
Desde los incas hasta las tablas
El teatro en Perú no comenzó con la colonia, sino que tiene raíces profundas en las culturas prehispánicas.
Los incas, por ejemplo, tenían el Aránway, una forma de drama ritual que combinaba danza, música y narración, usado tanto para ceremonias religiosas como para transmitir historias épicas.
Con la llegada de los españoles, el teatro se transformó: se introdujeron los autos sacramentales, obras de carácter religioso que buscaban evangelizar a la población indígena.
Uno de los hitos más importantes fue la obra Ollantay, escrita en quechua durante el siglo XVIII y considerada una de las primeras grandes piezas teatrales del país.
Los incas, por ejemplo, tenían el Aránway, una forma de drama ritual que combinaba danza, música y narración, usado tanto para ceremonias religiosas como para transmitir historias épicas.
Su temática, que mezcla amor, traición y rebelión, la convirtió en un símbolo de resistencia cultural. Ya en el siglo XX, el teatro criollo tomó fuerza con obras que retrataban la vida urbana y los conflictos sociales.
Figuras como Guillermo Ugarte Chamorro, fundador del Teatro Universitario de San Marcos en 1941, impulsaron un movimiento que democratizó el acceso al arte dramático.
Un dato curioso poco difundido es que, durante la Guerra del Pacífico (1879-1884), soldados peruanos organizaban obras satíricas en los campamentos para burlarse del enemigo y mantener alta la moral.

Hoy, según la Asociación de Salas Independientes, Lima cuenta con más de 50 espacios teatrales; sin embargo, solo el 30 % opera con financiamiento estable.
«El teatro peruano ha sobrevivido a epidemias, guerras y dictaduras, pero hoy su mayor enemigo es la indiferencia y la falta de apoyo estructural», afirma la actriz Anaí Padilla.
El padre del teatro peruano
Ricardo Roca Rey fue una figura clave en el teatro peruano. Su trabajo más destacado en este ámbito fue Los orígenes del teatro en el antiguo Perú, una investigación inédita en cinco volúmenes donde explora la existencia de expresiones teatrales en el territorio peruano desde tiempos ancestrales.
En su estudio, señala que, a partir de las pinturas rupestres halladas en Puno, con más de 8000 años de antigüedad, ya se vislumbraban atisbos de representación teatral en la imitación de animales por parte de los cazadores.

También, menciona ritos religiosos incaicos, como los celebrados en el santuario de Coyatha, donde los sacerdotes representaban coloquios entre el Sol y la Luna, con vestimenta especial y un público devoto, características propias del teatro sacro.
Roca Rey no solo investigó el teatro prehispánico, sino que también fue un director escénico influyente. Inició su carrera en 1933 y dirigió su primera obra a los 18 años, El médico a palos de Molière.
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A lo largo de su trayectoria, llevó a escena obras de Esquilo, Sófocles, Shakespeare, Arthur Miller e incluso dramaturgos peruanos como Sebastián Salazar Bondy y su hermano Bernardo Roca Rey.
Se destacó por sus espectáculos masivos, como los autos sacramentales de Calderón de la Barca en los atrios de la Catedral de Lima y San Francisco, que fueron hitos en la historia del país.
A lo largo de su trayectoria, llevó a escena obras de Esquilo, Sófocles, Shakespeare, Arthur Miller e incluso dramaturgos peruanos como Sebastián Salazar Bondy y su hermano Bernardo Roca Rey
Además, fue pionero en la televisión peruana porque dirigió programas teatrales en vivo y series que difundieron el teatro universal y peruano a un público más amplio.
Su compromiso con la difusión cultural lo llevó a fundar la Asociación de Artistas Aficionados (AAA), institución que impulsó el desarrollo de las artes escénicas en el país y que, en homenaje a su labor, nombró una de sus salas como Teatro Ricardo Roca Rey.
¿Y el teatro qué?
El apoyo del Estado al teatro peruano ha sido, históricamente, irregular. Según datos del Ministerio de Cultura, en 2023, se destinaron S/ 8 millones al sector, un 15 % más que en 2022.
Sin embargo, el 70 % de estos fondos se concentraron en festivales temporales, como el Festival de Teatro de Lima, sin una estrategia clara de sostenibilidad para las salas independientes.

El Instituto Internacional del Teatro (ITI) estableció, desde 1961, al 27 de marzo como el día para resaltar el valor de las artes escénicas y su impacto en la cultura y la sociedad.
La fecha escogida coincide con la inauguración del Teatro de las Naciones en París, un certamen que reunía representaciones de diversas partes del mundo.
El programa Teatro en tu Barrio es una de las pocas iniciativas con continuidad, llevando obras a zonas populares con un presupuesto anual de S/ 1.2 millones. Aunque ha sido elogiado por su impacto social, muchos lo consideran insuficiente.
Comparado con otros países de la región, Perú está en desventaja. Mientras Chile invierte más de S/ 80 millones anuales en su teatro nacional, aquí el presupuesto sigue siendo marginal.
A pesar de las dificultades, las tablas peruano ha logrado destacar fuera de sus fronteras. En 2022, la obra Las malas intenciones, dirigida por Chela de Ferrari, ganó el premio a mejor dirección en el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, uno de los más prestigiosos del mundo.

«El teatro peruano es como un diamante en bruto: tiene un brillo único, pero necesita más apoyo para pulirse y brillar con toda su fuerza», afirmó Alberto Ísola.
Mientras las cortinas se abren en el país, la pregunta sigue en el aire: ¿está el Perú listo para darle al teatro el lugar que se merece en su cultura?
Un texto de Johan Fiestas Chunga