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Como candidato, el presidente de Estados Unidos prometió reducir los costos el “primer día”. Su gobierno reconoce ahora que eso llevará más tiempo.

El presidente Trump prometió a los electores que, si era elegido, promulgaría políticas que harían bajar los precios el “primer día” en el cargo.
Pero a las tres semanas de su mandato, Trump y los funcionarios de la Casa Blanca se han vuelto más comedidos a la hora de hablar de sus esfuerzos para controlar la inflación. Han empezado a restar importancia a la probabilidad de que los costos de consumo, como los de los comestibles, disminuyan pronto, lo que refleja el limitado poder que tienen los presidentes para controlar los precios. Estos vienen determinados en gran medida por las fuerzas económicas mundiales.
El cambio de tono podría permitir a Trump reajustar las expectativas sobre la rapidez con la que bajarán los precios mientras aplica políticas como aranceles y recortes fiscales, que según los economistas podrían exacerbar la inflación.
Trump y sus asesores creen que la expansión de la producción energética estadounidense y el desmantelamiento de las normativas reducirán los costos. También sostienen que algunas de las propuestas fiscales de Trump, como la eliminación de los impuestos sobre las horas extraordinarias, frenarían la inflación al dar a los trabajadores más incentivos para trabajar más horas, ampliando así la población activa.
Pero en una entrevista esta semana, Trump se mostró reticente cuando se le preguntó cuándo empezarían a sentir algún alivio las familias que luchan contra los precios altos. Sugirió que sus políticas harían de Estados Unidos un país rico, lo que reduciría la carga de los consumidores al aumentar, en teoría, sus ingresos.
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